domingo, 23 de julio de 2006

De olivares, olivos y calvarios

Por aquí existe la costumbre de que la novia o los esposos vayan a tomarse fotos a un lugar en San Isidro llamado El Olivar. Es un parque lindo que tiene ---obvio--- olivos, así como... hmmm... Esteee... Bueno, yo de plantas no sé mucho, ¿vio? Ejem, pero aquí les pongo una fotito para que se den una idea (y si alguien reconoce algún tipo de planta, aproveche para enseñarme). También hay un estanque con pececitos, banquitas... No sé cómo describirlo. La cosa es que es muy bonito y lo típico es ir a tomarse fotos ahí, fotos artísticas y de esas. El otro día conté que me tocó ser chofer de la novia de un amigo que se casaba. Pues bien, ese día, otro amigo, M., estaba encargado de tomar las fotos. Así que después de la ceremonia, ambos trepamos a los neoesposos en el auto, y nos largamos a El Olivar en un tris: ya los invitados a la recepción estaban llamando y decían que a qué hora llegábamos porque se morían de hambre... je, je...

Creo que M. nunca en su vida había tomado fotos artísticas, pero ese día se inspiró y tomos unas preciosas. Fue cosa para no perdérsela. Creo que Dios le dio una ayudita. Y, bueno, un fotógrafo profesional también... Es que en un momento se nos acercó uno:

---Buenas tardes, señores. Soy fotógrafo profesional, aquí pueden ver copias de mi trabajo. ¿Desean que les tome las fotos?

M. se acercó con cautela y, de lejitos, nomás, miraba las muestras del fotógrafo.

---¿Cuánto cobra? ---preguntó R.

---[Aquí el fotógrafo musitó una cantidad exorbitante].

---No, muchas gracias ---dijo R. con una sonrisa. El fotógrafo agradeció la atención prestada y se fue.

Y M. sonrió con un guiño:

---¡Ya vi cómo se hace!

¡Ja, ja, ja! M. es un buen amigo, un tipo fenomenal, y tiene una gracia que ni te cuento. Y, bueno, estábamos ahí, tomando las fotos, cuando de pronto, en medio de tantas indicaciones a los flamantes esposos, se le ocurre decir por ahí (recuerden que el parque se llama El Olivar):

---Ahora tú, R., y tú, S. [la novia], súbanse a ese montículo de ahí para tomarles la foto de abajo hacia arriba. Así dirán que el estuvieron en el "monte de los olivos".

Y luego, ya mirándome a mí, añadió:

---El Monte de los Olivos, porque aquí comienza el calvario...

¡Casi me orino de la risa! ¡Fue genial! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué tipo con chispa es M.!

Fuera de bromas, el matrimonio es cosa serísima. Más allá de fotos, tradiciones, buqués y ajuares, lo fundamental es la mutua entrega de ambos esposos... de aquí para toda la vida. Es una consagración de por vida, para dar frutos de amor concreto, los hijos, y llegar todos juntos al Cielo. Esa es la idea, al menos.

jueves, 20 de julio de 2006

Chofer de novia

Viernes de trabajo arduo, acostumbrándome a mi nueva y momentánea chamba. En eso, recibo un mensaje al celular:
 
---¿Puedes ser chofer de la novia? A. prestó su carro, pero solo confía en ti para manejarlo.
 
Era mi amigo R. Se casaba el domingo (es decir, el domingo que pasó), y me pedía que fuera quien manejara el carro de A. ---otro amigo nuestro--- para ese día. Ya saben, aquello de que la novia llega a la iglesia en un auto bonito, etc. El bueno de A. había puesto a disposición su auto, pero no podría conducirlo él mismo porque estaría en clases en la maestría.
 
A pregunta rápida, respuesta rápida:
 
---¡Claro! Pero si luego tu novia quiere escaparse conmigo, no será mi problema.
---Imbécil. Hay que estar en la casa de A. a las 8:00 mañana.
 
Fuera de bromas, no solo me sentí halagado por la confianza, sino que fue la segunda vez en mi vida en que me tocó acompañar muy de cerquita a un amigo que se casaba. Y es un lugar súper especial para estar, intentando salir al encuentro del amigo para ayudarlo a relajarse y tener todo listo, pero sin perder de vista el acontecimiento natural-sobrenatural que tendrá lugar en la iglesia. O, bueno, al menos, esa es la idea (de ahí a que se logre...).
 
Un matrimonio es cosa seria: dos personas que por amor se unen para toda la vida y fundan una familia, y que reciben la gracia divina para lograrlo. Poder participar de él como observador es un verdadero privilegio.
 
Ah, y no: no me escapé con la novia.
 
Ampliaremos en breve.

miércoles, 19 de julio de 2006

Dios: ¿inofensivo?

Al revisar los comentarios, veo que un visitante me dijo algo así:

[...] sí, es muy bonito cómo es que el niño es también el reflejo de la ternura e inocencia de Dios.
 
Y yo le respondí lo siguiente:

¿Dios inocente? Cuidadito, eh... Dele una leidita a Lewis (El león, la bruja y el guardarropa, por ejemplo, o Una pena observada)* y verás que Dios no es necesariamente "inocente", como pensamos. Y gracias a Dios que no es así [...].
 
Y entonces se me ocurrió profundizar la cuestión. O, más bien ---no seamos tan ambiciosos---, simplemente citar la cita que le cité. ¿Manyan? (significa '¿comprenden?').
 
Y es que C. S. Lewis ---sí, el autor de las Crónicas de Narnia--- era un cristiano de aquellos, un crudo escritor ---y un crudo ser humano---, y un tipo que vaya si reflexionó sobre Dios... a punta de golpes, se puede decir. Y aquí tiene algunas frases que vienen muy a pelo de lo que comentó el amigo. Aquí vamos. Están en El león, la bruja y el guardarropa, y las pone en boca de algunos de sus personajes:**

---[...] Por eso te traje aquí, hija de Eva. Te llevaré al lugar donde te encontrarás con él ---dijo el Señor Castor.
---¿Es... es un hombre? ---preguntó Lucía.
---¿Aslan un hombre? ---exclamó el Señor Castor con severidad---. Por supuesto que no. Te lo digo: él es el Rey del bosque, y el hijo del gran Emperador Allende los Mares. ¿No sabes quién es el Rey de las Bestias? Aslan es un león, el León, el Gran León.
---Oh ---exclamó Susana---. Pensé que era un hombre. ¿Es inofensivo? Creo que me pone un poco nerviosa la idea de conocer a un león.
---Así será, linda, sin lugar a dudas ---dijo la Señora Castor---. Si existe alguien que pueda ver a Aslan sin que le tiemblen las rodillas, ese tal o es muy valiente o es simplemente un tonto.
---Entonces, ¿no es inofensivo? ---preguntó Lucía.
---¿Inofensivo? ---exclamó el Señor Castor---. ¿No has oído a la Señora Castor? ¿Quién dijo que fuera inofensivo? ¡Por supuesto que no es inofensivo! Pero es bueno. Es el Rey, ya te lo he dicho.
 
Como ya saben, Aslan es una alegoría de Jesucristo.
 
Lewis también tiene una frase muy divertida con respecto a los dentistas. En Una pena observada, decía una cosa como esta: "No comprendo cómo las personas pueden consideran a Dios como un ser bueno pero inofensivo, incapaz de hacerles sufrir. Yo me pregunto: 'Esa gente, ¿nunca ha ido al dentista?' ".
 
Fuera de bromas ---aunque eso fue muy en serio---, Lewis luego continúa con la idea de que un dentista es una persona buena, pero que puede hacer sufrir a un paciente para conseguir un bien mayor, porque sabe lo que está haciendo.
 
Estas ideas de Lewis frente al dolor no son algo gratuito. Al contrario, están bien cimentadas en su vida, pues las aprendió con mucho esfuerzo. No sé si lo conocen, pero el tipo era un amargadote, un ateo encerrado en sus libros y en su pose de intelectual. Poco a poco fue abriendo el corazón y se fue convirtiendo. Sí, y le hizo apostolado nada menos que ese otro gigante, J. R. R. Tolkien, imagínense. Él, Lewis y algunos amiguitos más formaron un grupo, The Inklings, allá en el Magdalene College de Oxford. Pero esa es otra historia.
 
Luego Lewis conoció a esta mujer estadounidense, divorciada, medio roja pero católica (si mal no recuerdo), llamada "curiosamente" Joy ('alegría'). De ahí el título de su libro: Surprised by Joy ('sorprendido por la alegría' o 'sorprendido por Joy'), en el que narra dos acontecimientos que ocurrieron en paralelo en su vida: su conversión al cristianismo (si no me equivoco, Lewis fue anglicano) y su enamoramiento y matrimonio con Joy.
 
Pero vean si este hombre no supo lo que es sufrir. Meses después Joy murió de cáncer. Hay una película sobre el tema: Shadowlands, con una buena actuación de Anthony Hopkins (que para ese tipo de papeles se pinta solo). Nuestro C. S. Lewis (Jack, como le llamaban los amigos) la pasó muy mal. Y solo lo sacó a flote su recientemente adquirida fe.
 
Fruto de sus experiencias es el libro ---por momentos bastante crudo--- A Grief Observed (publicado en español como Una pena observada). Libro fuerte, crudo, desnudamente humano, que no se guarda nada. Lewis increpa a Dios, le suelta todos sus porqués... pero lee todo en clave de esperanza y, sobre todo, desde una extraordinaria y virtuosa confianza en la Providencia divina. Ama a Joy, pero al mismo tiempo encuentra las respuestas que busca en su fe. Vaya ejemplo. Además, ese libro tiene palabras lindísimas sobre el matrimonio y la mujer. (Lo recomiendo, aunque para quienes estén un poquito recorridos ya en la fe).
 
He ahí una explicación de por qué la reflexión de Lewis sobre el dolor no deja de estar presente en su obra. Se ve en la crudeza y realismo de sus ficciones. Se ve en Cuadernos de dolor (por el título, porque confieso que aún no lo he leído). Se ve en sus comparaciones entre Dios y un escultor que, a punta de golpes de cincel, va sacando lo que le sobra al rudo bloque de piedra para dejar al final una hermosa escultura, hecha a su imagen (al menos, eso decían que decía en la película que menciono. Sé que no es muy científico, pero... al menos confío en que el que hizo el guión de la pela se documentó bien. Y, bueno, confío...).
 
Hice toda estra introducción (aunque la hice al final) para que tengan un poco más claro quién es este señor y qué autoridad tiene ---la de su propia experiencia de vida--- cuando dice que Dios no es inofensivo. Y es verdad. No lo es. Pero es buenísimo. Y, fuera de bromas, gracias a Dios que así es.
 
* En mi respuesta, le dije al amigo lector que leyera Surprised by Joy. En realidad, el libro correcto es A Grief Observed, traducido al castellano por Rialp como Una pena observada.
** Lewis, C. S. The Lion, The Witch and the Wardrobe. Nueva York: Harper Collins Publishers, ca. 2005, pp. 80-81. Traducción mía.
 

domingo, 16 de julio de 2006

Algo "con rostro humano"

Siguiendo con el tema de los carteles coquetos, por aquí se nos vienen elecciones municipales y elecciones de presidentes regionales (algo así, digamos, como gobernadores). Y no pierden oportunidad los alcaldes actuales de ---tal vez--- gastarse algún dinerito de los contribuyentes para sus propias campañas: hacerse ver como los salvadores del mundo (o del distrito, al menos) para asegurarse el éxito en la reelección.
 
¿A qué todo esto? Pues a que el otro día vi por aquí, cerquita de mi casa, nomás, la siguiente inscripción:
 
Fulanito, un alcalde con rostro humano
 
Para pensarla, ¿no?
 
Fuera de bromas ---y sin prestarle atención a esa coma, que debió ser dos puntos---, sorprende cómo se cree que repitiendo una fórmula (¡y mal!) se considera que ya se tiene el éxito garantizado en cuanto a manipular el sentimiento de la gente. Como la propaganda aquella del niñito con unos lentazos (anteojos grandes) hablando de fondos de inversión por la tele. Y uno se pregunta: "¡Pero, por Dios!: ¿qué tienen que ver los fondos de inversión con un niño de lentazos explicándole a su papá porcentajes de rentabilidad?". Pura manipulación para que vengas a decir: "¡Oooy, mira qué lindo niñito!", y ¡zas!, deposites tu dinero en esa institución. ¿Hay lógica, digo? No.
 
Y eso es lo peligroso: la falta de lógica. Y con esa arma nos están jugando malamente varios "entes" con intereses bien definidos, desde los comerciales hasta los políticos. Y en ese juego caemos.
 
Dios nos dio inteligencia, señores: usémosla bien para discernir lo malo de lo bueno; y esto, de lo óptimo. O sea, lo que está en la base de la prudencia (lean a Pieper). Solo así tendremos los pies puestos sobre la tierra y podremos caminar derecho. Solo así podremos ser libres. Ya lo han oído en algún lado, ¿verdad?: "La verdad los hará libres". ¿Se habría tomado la molestia Dios de venir a decírnoslo en persona si fuera por gusto?

viernes, 14 de julio de 2006

Uso interno

Esta semana empecé en un trabajo en el que estaré por unas semanas. Ya he estado aquí un par de veces antes, reemplazando a una amiga durante sus vacaciones. La primera vez fue bastante estresante, pero la segunda vez que la reemplacé la cosa pintó mejor.
 
La cosa es que cuando fui al baño, recordé que fue ahí donde vi uno de los avisos más coquetos que he visto en mi vida. Era una larga advertencia (larga para un baño, al menos), una de cuyas frases ---que fue la que me descalabró totalmente--- rezaba así:
 
El papel higiénico es para uso interno de los empleados de la empresa.
 
¿Díganme si no me lo voy a pasar bomba en este trabajo?
 
Fuera de bromas... No, esta vez "fuera de bromas": nada. ¡Si hay cosas que son simplemente para reír! ¿O para llorar?

jueves, 13 de julio de 2006

"E pató, pató"

"E pató, pató, ente tui yo... pató, pató, ente tui yo...". Hoy Carolina ---ya la presenté por aquí--- estuvo cantando reggaetón. ¡Alucinante! Y hasta me enseñó a bailar, porque cuando comencé a mover mis brazos torpemente, siguiéndole la corriente (okey: el baile no es mi fuerte, ¿está bien?), me miró muy severa y me corrigió rápidamente:
 
---No. Así no. Eso se baila así, con... con...
 
Y luego sus siguientes palabras fueron ininteligibles, pero se ponía las manitos encima de la frente y, mientras se movía al compás de su "pató, pató", me daba a entender que vio a alguien usar un sombrerito mientras bailaba.
 
¿Qué? ¿Qué dicen? ¿Que qué tengo yo con Carolina que a cada rato la menciono? ¡No, nada, hombre...! Pero digamos que estoy esperando que crezca unos veinte añitos... je, je...
 
Fuera de bromas (y, por favor, que quede claro que lo anterior es una broma: no me vayan a tomar ahora por pervertido o cosa así), es lindo ver la ternura e inocencia de un niño, pero un tanto peligroso que desde chiquito esté expuesto a cosas tan perturbadoras como el reggaetón, ¿ve? Digo, por la letra y el baile... Bueno, por ahora no hay problema, porque con las justas entiende lo que dice. Pero luego... esperemos que haya alguien ahí para acompañarla. Siempre hablamos de la pureza e inocencia de los niños: pero ¿qué acaso es algo privativo de ellos? Nada que ver: podemos ayudarlos a que no pierdan estas cualidades nunca o, mejor aun, a transformarlas en virtudes.

martes, 11 de julio de 2006

Mamá devolucionaria

Pasa que mi mamá ha estado está semana algo cabezona por algunas cosas que han estado pasando por aquí ---y, bueno... todos, en realidad---. Y si bien por ahí ha estado con un humor de aquellos, también ha tenido de lo otro: unas despistadas peor que Woody Allen. Y cuando viene y te las cuenta, así como quien cuenta una travesura, vaya si es tierno.
 
Así que viene mi mamá a la cocina mientras yo desayuno. Yo estoy tomando mi café pasadito, que me encanta, y me dice, como quien viene de ponerle una cáscara de plátano en la silla al profesor:
 
---A que no adivinas...
 
Es gracioso ver a tu mamá con una sonrisa de niña de seis años. Te da ganas de seguirle la corriente, muerto de ternura. De decirle: "A ver, mamá, siéntate en mis rodillas y cuéntame tranquilita". Así que yo, con todo el gusto del mundo, porque el café estaba riquísimo, y porque era mi mamá, le sigo la corriente.
 
---¿Qué pasó?
---¿No sabes qué pasó con la carne?
---Pues... no ---yo estaba despistado y la cosa prometía.

Así que arrancó mi madre a contarme los detalles. Que fue al mercado a hacer las compras para el mejunje del día. Que va y que compra esto y aquello y estotro. Y regresa a casa apurada, pensando en mil cosas, en el problema aquel, en la cocina, en la comida, en los niños que debía recoger a tal hora...

---Y de pronto ---me dice--- me doy cuenta de que no estaba la carne.
---¿Cómo que no estaba?
---Pues no estaba. No estaba por ningún lado. La busqué y la busqué... y nada. Ni en la refrigedora, ni en la mesa... No estaba.
 
Y yo ya me imagino por dónde va la cosa... je, je... En fin. Me aguanto una sonrisa y escucho.
 
---¡Había dejado la carne en el mercado! ---concluyó.

Ya la ven a mi mamá que, como es incapaz de decir una grosería ---al contrario de su hijito, (¡mamita linda, te vas a ir al Cielo con zapatos y todo!)---, salió apurada y simplemente preocupada al mercado con una idea fija: había dejado la carne donde la señora que se la vendió.
 
---Señora: ¡dejé mi bolsa de carne aquí!

¿Se imaginan la cara de la vendedora?
 
---¿Cuál bolsa?
 
Y dale mi mamá a explicar. Y estuvieron un buen rato así. Ella insistiéndole en que por ahí debía de estar. Y la venderora que no, que cuando eso pasa ella las guarda, que luego las vienen a reclamar, pero que esta vez no encontró nada. Y mi mamá que sí, y la otra, que no. Al final resultó que la vendedora era una mujer inteligente. ¿Para qué hacerse problemas? Iba a ganar más manteniendo a su cliente contenta y agradecida que peleando por una cuenta mal pagada. Así que no la hizo larga: pesó nuevamente el mismo pedido que mi madre había llevado unas horas antes y se lo dio gratis.
 
Unos minutos después, mi madre llegaba a casa con su nuevo paquete de carne. O sea: operación rescate concluida.

---Y vine y dejé la nueva carne en la congeladora y listo, me olvidé del asunto ---mi mami es súper práctica.
---¿Y qué pasó?
---¿Que qué pasó? Que al día siguiente yo estoy aquí, en la mañanita, cocinando, y de repente comienzo a oler a podrido detrás de la lustradora...
 
¡Ja, ja, ja! Y todo lo que sigue ya se lo pueden imaginar. Resulta que, al llegar del mercado el primer día, había dejado la carne detrás de la lustradora. ¡Sí, detrás de la lustradora, quién sabe por qué! Y listo: se olvidó. Literalmente. Solo se dio cuenta dos días después, cuando ya la carne se había podrido... ¡ja, ja, ja! ¡Vieran cómo mi mamá no paraba de reírse cuando me lo contaba! Lo bien que le hizo reírse así.
 
Pero aquí viene la cosa. Yo acabo de escribir: "todo lo que sigue ya se lo pueden imaginar"... Pero hay una cosa que tal vez no. Y yo tampoco me la imaginé... Aunque, bueno, en realidad, sí; sí me la hubiera imaginado si me hubiera detenido a pensar un minutito más. Pero mi mamá no me dio tiempo, porque completó de inmediato su travesura de niña contándome el colofón con la mayor naturalidad del mundo, sin ningún afán de vanidad; simplemente contando el final que para ella era lo más lógico en una aventura como está.
---¡Ay, cuando luego regresé donde la vendedora para explicarle y pagarle completo por el nuevo paquete de carne que me dio, se me caía la cara de vergüenza!

Y está bien que se le cayera la cara de vergüenza, pero a mí la mía se me llenaba de orgullo, ¿vio? Es que yo me quedé solo con la primera parte: fue donde la vendedora a disculparse, explicarle y pagarle lo justo.
 
Y es que no solo me llena de orgullo porque es mi mamá, sino que me llena de orgullo ver que todavía hay seres humanos así en el mundo. Y que uno de esos seres humanos me crió. A ver si nos armamos una revolución así, ¿qué les parece? Honestidad al máximo: una actidud "devolucionaria".
 
Fuera de bromas, ¿no ven la importancia que tiene "beber" estos ejemplos de la vida de los propios padres? ¿Seremos tan cretinos como para pretender que nuestros hijos aprendan valores en los libros del colegio mientras nos ven a nosotros hacer trogloditeces a los demás? No señores: el que no sea lo suficientemente valiente como para no tener el arrojo de ser coherente, que mejor no se meta a ser padre. Ni a ser nada, ¿vio?, mejor aun. Un padre tiene el deber de que su hijo llegue a ser santo, ni más ni menos. Y a ver cómo lo logramos si no somos así.
 
Y disculpen ahora la filinada, pero por algo es mi blog: gracias, mamá, por esas lecciones que hemos bebido de tu sombra desde pequeñitos. Ahora vuelvo a comprender con mayor claridad por qué yo también tengo a veces esos arranques de "babosería", como se suele llamar en un país como este a la honestidad y a la franqueza. Ahora entiendo mejor por qué a veces no me contengo y les increpo a los cobradores del microbús ---a veces con una cierta violencia, para divertirme un poco---: "¡Oye, me has dado vuelto de más!" (¡si vieran las caras que ponen!).
 
Gracias, mamá, por ese tremendo ejemplo, y a pesar de que me has advertido muchas veces que ni lo sueñe, igualito te voy a llevar a tus nietos (cuando existan, claro, ¡tranquilita!) para que les enseñes lo mismo. Sí, sí, ya sé, ya sé: obviamente solo cuando ni quien sea mi mujer ni yo podamos atenderlos. Pero no te hagas la loca: bien que estás deseando que llegue ese momento. ¡A mí con cuentitos...!

jueves, 6 de julio de 2006

Que el viento no se lleve mi número

Ayer conté aquí una historia de lo que me ocurrió cierta vez con una niñita llamada Carolina. Aquí, por fin, se las presento:

En realidad, eso ocurrió hace ya casi dos meses. Ayer, sin embargo, lo recordé porque volví a acompañar a mi madre a recoger a Carolina y a sus amiguitos. Cuando la recogimos, recordé todo aquello que había ocurrido, y de inmediato pensé en cómo redactarlo para ponerlo por aquí. Y, pues, como uno es medio periodistón, y quiere cruzar fuentes y confirmar datos, quise confirmar ahí mismo la edad de Carolina.

---Carolina, ¿cuántos años tienes?

Ya saben la típica respuesta de los niños. Toman sus dedos y los juntan y te los muestran, uno por cada año cumplido. Carolina juntó el pulgar y el meñique, y me enseñó tres deditos orgullosos.

---¡Así! ---me dijo orgullosísima. Siempre los niños están orgullosos de la edad que tienen, y mientras más años tienen, más orgullosos. Mientras más se alejan de aquella lindísima edad, más contentos están. Pobres... no saben nada de la vida. Felizmente que algunos todavía nos esforzamos por ser niños... digo, por lo inmaduros que procuramos ser... je, je...

La cosa es que las ventanas de la camioneta estaban abiertas porque, aunque sea absolutamente de locos, en pleno invierno está haciendo un calor extraño en Lima. Pero dentro de la camioneta corría un aire que ni les cuento, ¡porque mi mamá corría...! La cosa es que entraba viento a la camioneta. Y Carolina lo sintió. Entonces ella, que tenía su brazo extendido hacia mí, con sus tres orgullosos deditos, se dio cuenta y, asustadísima, los guardó rápidamente debajo de su axila, al tiempo que gritaba: "¡Se va a volar mi número!".

¡Ay, mi Dios del Cielo! ¡A ver si los niños no nos hacen reír así! ¡Ja, ja, ja! ¡Qué ternura, hombre! La sonrisa que me mandé la fotografiabas y ahí mismo me moría diciendo "Listo: cumplí. Ya pueden recogerme".

Fuera de bromas: Dios también fue niño. ¿Qué de ocurrencias así habrá tenido? A ver si nos hacen un Código da Vinci de esas vainas, más bien, en vez de estar perdiendo el tiempo en ver si se quedó con María Magdalena y tanta tontería más.

miércoles, 5 de julio de 2006

"Aquella niña..."*

Esto que voy a contar me pasó hace tiempo, pero hoy lo recordé por algo que contaré luego.

Mis padres trabajan haciendo movilidad escolar, es decir, llevando a algunos niños a la escuela. Según las regulaciones por aquí, el conductor siempre debe ir acompañado por algún adulto responsable que atienda a los niños mientras él conduce. Cosas de seguridad. Normalmente es mi papá quien acompaña a mi mamá en estos menesteres, pero hoy me tocó a mí.

Bueno. Está esta niña que se llama Carolina. Tiene tres años, y de más está decir que es una ternurita de ser humano: cabello castaño, ojos entre verdes y grises, cara redondita y una sonrisa que derrite hasta al Diablo. ¡Pero vaya: cuando está de mal humor: agárrate, Catalina!

Íbamos de regreso para llevarla a su casa. Ni bien salió del colegio nos enseñó a todos su enorme cara de enojo ---de furia, más bien---, cara de "si te acercas, te mato". ¿Qué fue? Concurso de pancartas en el colegio, pancartas alusivas al día de la educación inicial. ¿Y qué había sido? Pues que la pancarta de Carolina había sido escogida como una de las más bonitas, y tuvo que dejarla en el colegio para una exposición destinada a los padres. O sea: un premio, ¿no es obvio? Pero anda a explicarle eso a una niña de tres años. No: Carolina estaba indignadísima: le habían arrebatado su pancarta. (¡Y vaya uno a saber!: tal vez la pancarta se la hizo la mamá, ¿vio? Pero eso a un niño no le importa: es SU pancarta y punto. No hay derecho, simplemente).

La cosa es que entró a la camioneta con un humor de perros... rottweiller. Me siento a su lado y trato de consolarla. ¡Puf, vaya ingenuidad!... la mía, digo. No me hacía ni caso. Al contrario: me gemía y me gritaba; me amenazaba con sus gritos; me decía con su mirada de fuego que me callara de una buena vez. Yo insistía: hacer reír a los niños solía ser mi especialidad. Pero no contaba con que Carolina no estaba de humor para ser niña esa mañana. Ella era ya una viejita renegoncita de pleno derecho. Así que lo inevitable sucedió: en un momento ya no pudo más. Me había yo acercado a comentarle no sé qué, cuando ella volteó violentamente y me dio un manotazo. Mis anteojos volaron por la camioneta y fueron a dar bajo el asiento delantero. Horrible cosa, oiga.

Y vean, a mí me gustan los niños, ¿oquéi? Pero ya cuando se ponen en ese plan es una cosa más complicada, y me brotan un par de traumas de cuando era profesor en el colegio aquel de niños"difíciles" (por poner un adjetivo rápido). Y, bueno, también está el engreimiento y qué sé yo. (Sumen mil cosas más: yo en lo de tolerar frustraciones todavía tengo que trabajar un poco). La cosa es que me volví y, misma novia despechada, resolví no hablarle nunca más en toda mi vida ni aunque se volviera de grande algo parecido a Kim Bassinger (sí, sí... ya sé que Kim Bassinger ya fue; pero es que se me ocurrió por aquello del parecido físico, ¿vio?). O sea: ley del hielo.

Pero luego de un rato comenzó esta historia que me volteó los papeles totalmente. Que vamos en silencio un buen rato, y de pronto ella saca un cuento de su mochilita, como para entretenerse en algo y ya no tener que hacerme caso, o evitar la incomodidad de tener al lado a su víctima perfectamente silenciosa y resentida. Bueno: así interpretaría yo el comportamiento de alguien de mi edad. La cosa es que sacó el cuentito y... pues se acordó de que no sabía leer. ¡Tiene tres años! Así que se voltea y con todo el desparpajo del mundo, como si nada hubiera pasado ---que para eso, algunas mujeres se pintan solas, y yo no sabía que ya lo ejercitaban desde chiquitas---, me dice a boca de jarro: "¿Me puedes leer?".

Yo me hago como si conmigo no fuera. Ya sé que es una niñita, hombre: pero ya comprenden a qué me refiero con que me había dolido mucho su reacción de hace un rato. Carolina no se hace problemas e insiste sin hacer ninguna mueca: "¿Me puedes leer?".

Entonces uno se acuerda de la misericordia y esas cosas, ¿vieron? O sea: de ser coherente con la fe, de perdonar a los que nos hacen daño, de dar la otra mejilla... y, básicamente, de que es una niña, forgadseik. Así que le tomo el cuentito de las manos con delicadeza y le digo: "Esta bien. Pero con una condición: que no me vuelvas a golpear. No me gustó que me golpearas".

Con ella no era. Carolina ni me miraba. Miraba por la ventana antentamente, como si el resultado de la lotería estuviera ahí y a ella le faltase un numerito. Yo insistí: a mí no me hacen esas cosas, ¿vio?: "Carolina, no me gustó que me golpearas. Me sentí mal. Muy triste".

Carolina seguía inmutable. Entonces resolví para mis adentros: "No tiene caso. Es una niñita. ¿Qué puedo esperar? Mejor leerle y punto". Pero entonces ocurrió. Sin avisar nada, con total brusquedad, casi con violencia, Carolina se vuelve de pronto hacia mí y se lanza decidida a mi rostro. Y mientras se agarra de mi cuello en un abrazo lindo, cálido y tierno, me estampa un beso en la cara y se queda tomándome un ratito más.

¡Ay, mi Dios! Todo se me volvió de arriba a abajo, y de abajo a arriba. ¿Creen que supe qué hacer? ¿Creen que supe qué pensar? ¿Creen acaso que se me ocurrió cómo reaccionar o hacer algo? Todas mis categorías destruidas; todos mis argumentos regados por el suelo; todo mi rencor y mi incomodidad destruidos de un zarpazo de ternura y calidez. Casi casi suelto una lágrima, les cuento, y por mucho rato no supe qué hacer (¡que ya es decir!).

Hasta ahora no recuerdo cómo terminó la historia, o sea, qué hizo su humilde servidor. Solo recuerdo que un rato después ya estaba yo leyéndole el cuento con el mayor de los cariños, con el beso aún latiendo en mi rostro, y con el corazón henchido de alegría y ternura. Pero, eso sí, prudentemente alejado de su brazo izquierdo... je, je...

Fuera de bromas, es impresionante ver a un niño de tan corta edad y ver cosas así, ¿no? Uno piensa: caramba, ¿quién le enseñó a molestarse así? ¿Quién le enseñó la frustración, la rabia, la indignación? ¿Quién le enseñó a manifestar sus emociones así? Porque de que estaba molesta, lo estaba. Pero luego uno se pregunta: ¿y quién le enseñó a ser tan tierna? ¿Quién le enseñó a pedir perdón? ¿Quién le enseñó que lo que hace a los demás puede dolerles? ¿Quién le enseñó a reflexionar, quién le enseñó la profundidad?

Los niños son un misterio porque nacen nuevecitos, tábula rasa. Bueno, bueno... ok: la eterna discusión nature Vs. nurture (en el más puro inglés, con anglicísimo "Vs." incluido). Pero algo de nature hay, ¿vio? Y es interesante reparar en eso. Los niños vienen de fábrica con el sello todavía a la vista de la imagen divina. Se ve clarito. Y aquello medio cursilón de que Dios está en la sonrisa de un niño... es totalmente cierto. Miren la ternura de esa niña. ¿Por qué conmueve? Porque algo en el fondo de nosotros reacciona frente a una ternura así. El eco de un silencio, de algo que falta. Pietr van der Meer hablaba de que la belleza es, no obstante, "[...] siempre trágica, porque es el canto inspirado por una carencia". Exactamente.

*Aquella niña: título de una canción de Frágil, un grupo peruano. Aprovecho para decir: lamentablemente, no tengo cámara digital. Pero a ver si me consigo una antes de fin de año para regalarles una fotito de Carolina.

lunes, 3 de julio de 2006

Aquí empezamos

Y, bueno... lo de "empezamos" es algo que yo me inventé. Porque en realidad empiezo yo solo, ¿ven? Pero... tal vez eso se pueda arreglar en el futuro.

Y, bueno, ¿de qué se trata esto? (creo que siempre empiezo mis blogs así, je...). De nada, de lo que está en el gorro de este blog: de algunas ---que ni son todas las que están, ni están todas las que son--- historias con moraleja. A ver si me logramos ver la vida sobrenaturalmente, que es lo más importante de todo. Y a ver si en ese empeño logramos ser útiles a alguien (nuevamente: ese "logramos" soy yo solo).

Y, bueno: también van algunas cositas que estarán por aquí solo porque me da la gana, que para algo es mi blog, ¿no?

Salud y buen viaje.