viernes, 28 de marzo de 2008

Vecinos bíblicos

A mi amiga G., testigo más o menos ocular de estos hechos.
Y aunque se merece algo mejor, sabe que va con cariño.
 
 
Yo tengo unos vecinos que son bíblicos. No, porque sean evangélicos, protestantes o alguna parte del cuerpo de Jehová. Sencillamente son bíblicos.
 
Corrección: un enjambre de vecinos bíblicos.
 
Sí, porque lo que hay detrás de la mía no es una casa; tampoco un edificio ni un conjunto de familias. Es un panal.
 
Exactamente detrás de mi casa tengo por desgracia un edificio infestado por una sola familia que ha hecho colonia en sus tres pisos. Y como el patriarca del clan no es muy viejo todavía, el resultado son sus dos hijas en edad reproductiva y sus cuchucientosmil cachorros bullendo alrededor de ellas todo el santo día de Dios.
 
O sea ---por si no he sido lo suficientemente claro---, esa casa está repleta de lo que para un tesista desesperado y con tiempo en contra es la peor de las pesadillas: hierve de niños en edad peligrosa; me refiero a esa edad en la que tranquilamente pueden provocar el advenimiento del Juicio Final pero no se les puede acusar de nada.
 
En aquel enjambre viven Olenka, Alejandro, Chiara, Jesús, Grecia, Stephanie, Mauricio y Sebastián. No, no es la nómina completa de alumnos de algún colegio. Ah, y me olvidaba del cuarto que alquilan allá arriba: entonces sumen a la lista a Katiuska y a su hermanita. Sí, nombres de todas las naciones: ¿no les digo que el Juicio Final?
 
¿Creen que con semejante bomba de tiempo un humilde tesista puede escribir siquiera un par de líneas de la investigación que le servirá para dominar al mundo? Y lo peor es que de vez en cuando la bomba estalla. Porque más o menos cada diez minutos Jesús le pega a Grecia u Olenka le quita sus cosas a Chiara o Alejandro bota su mamadera o Chiara, Grecia y Jesús destrozan el cuarto de una de las mamás o cualquier cosa parecida, y entonces todos se agarran a trompadas y se sacan los ojos como si quisieran darle la razón a Darwin. ¿Creen que diez niños pueden vivir en paz en la misma casa y mantener silencio durante diez minutos?
 
A mí me da risa la publicidad que National Geographic Channel hace a su programa top de marzo, dedicado a presos en cárceles de alto riesgo:
 
        Hombres violentos y peligrosos...
        junto a más hombres violentos y peligrosos...
        encerrados veinticuatro horas al día...
        en el mismo lugar.
        Imagínate lo que puede pasar.
 
Sí, señores de National Geographic, sí me lo imagino... y créanme que no es nada.
 
Pero si tiene alguna ventaja vivir con este modelo de átomo detrás de mi casa es saber que son bastante bíblicos. Y no porque acostumbren leer la Biblia en familia todos los días o algo así. No. (En realidad, tengo mis dudas de que sepan qué es una Biblia). Son bíblicos porque cuando tras haberle pegado salvajemente a su hermanito de cinco años, Grecia ---que ya tiene tres--- corre por toda la casa a esconderse de la ira parental, recrea el drama de la experiencia humana ante el pecado; porque cuando la escucho trepada en la ventana gritando "¡Yo no lo quise hacer! ¡Yo no lo quise hacer!", al más puro estilo de san Pablo en la Carta a los Romanos cuando pone "Realmente mi proceder no lo comprendo; porque no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco" (Rm 7, 15b), la mamá, que la busca con la correa en la mano gritando "¡Ven acá porque va a ser peor!", apela más bien a la concepción veterotestamentaria de la justicia, al más puro estilo de Ezequiel: "Ejecutaré contra ellos terribles venganzas, furiosos escarmientos, y sabrán que yo soy el Señor, cuando les aplique mi venganza" (Ez 15, 27).
 
No, no hay nada que hacer: mis vecinos son rebíblicos.
 
Fuera de bromas, este doloroso mecanismo que comento es el pecado: así de absurdo, pero así de dolorosamente cierto. Sabemos qué está bien, pero no lo hacemos; antes preferimos el mal, y luego sentimos un profundo dolor por ello... o a veces tenemos un corazón tan embrutecido que ya ni eso sentimos. Pero el resultado es el mismo: somos infelices. San Pablo sigue la cita que comenté diciendo angustiado: "¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?" (Rm 7, 24). Yo sé quién libra: el que acaba de resucitar. ¿Qué mejor momento que este para pedirle libertad?
 
 
Update: se acaban de comprar un perro, mis vecinos. Sí, de los que están bebitos y chillan todo el día. Con los diez niños por dueños, no le doy más de tres días de vida. Y si vive un día más y sigue chillando, lo mato yo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Christus resurrexit! Vere resurrexit!



En verdad resucitó el Señor.
Y qué alegría infinita,
tanta
que nos será dada otra vida
para gozarla
esta vez sin fin.


Ha resucitado,
y si entendiéramos
lo que eso significa...
Ahora es posible ser feliz,
en verdad lo es.
Y si no me crees,
es porque, para empezar,
no le crees a Él:
«Si Christus non resurrexit,
stulta est fides vestra» (I Cor 15, 17).


Les dejo un regalito por Pascua y por reapertura: es un saludo de puño y letra de Juan Pablo II, escrito apenas una semana antes de ir a quedarse con el Señor para siempre.



(Estemmm... pst... si alguno no sabe latín, la postal dice:
'¡Quédate con nosotros, Señor!
En la solemnidad de Pascua 2005').