martes, 27 de febrero de 2007

Piropeau

Siguiendo con el tema de los piropos, ahora resulta que me tocó a mí, ¡ja, ja, ja! Les contaré.
 
Aunque antes tengo que explicarles que en mi país pronominalizamos el verbo ganar. Y, bueno, me dirán: "¿Y dónde está la novedad?". Es cierto: en otros países hispanohablantes también se pronominaliza este verbo. Sin embargo, en el Perú al pronominalizarlo y al regirlo con algunas preposiciones como con  o a, le añadimos algunos significados que en otros países no tiene.
 
Uno de esos significados es, como recoge la Real Academia Española, 'captar la voluntad de alguien'. En este caso se suele regir con la preposición a, pero no solamente. Por ejemplo:
 
---Oye, ¿y conociste a la familia de tu enamorada* ayer?
---Sí.
---¿Y qué tal te fue?
---¡Excelente: me gané a su mamá, hermano!
 
En este ejemplo el hablante quiere decir que logró poner a la mamá de su lado.
 
Sin embargo, también hay otro significado, como 'reconocerse favorecido con las buenas cualidades de una cosa o persona':
 
---Oye, ¿y conociste a la familia de tu enamorada ayer?
---Sí.
---¿Y qué tal te fue?
---¡Excelente! ¡Me gané con su mamá: es súper buena gente!
 
En este caso el hablante quiere comunicar su alegría porque ha descubierto que le tocó una excelente futura suegra.
 
Hay otros significados para este verbo en mi país, pero para lo que nos interesa basta con esto.
 
Bueno, se entendió, ¿verdad?
 
Entonces pasó a contarles qué pasó. Para esto debo presentarles a... emm... a Fulanita.** Fulanita fue mi enamorada cuando ambos todavía estábamos en el colegio, o sea, cosa de, ejem, mrsspschientos años atrás (¡nah!, apenas trece). Ahora está casada y vive fuera del Perú, pero por esas cosas de la vida hemos retomado el contacto hace un tiempo y mantenemos una simpática y sana amistad por correo electrónico. Ejem, por favor, fíjense bien en que dije "sana".
 
La cosa es que el otro día le pedí un favor. En el mismo país en el que ella está vive un amigo común con el que me interesaba comunicarme. Entonces le envié un correo. Esto le escribí:
 
Habla, Fulanita:

Un féivor: ¿puedes reenviarle este mail al amigo J.? Dile que se lo envié ayer, pero que me rebotó. Y si me puedes conseguir una dirección de él que funcione te ganas conmigo :-)

Un abrazo.
 
Como ven, ahí está el famoso uso del verbo ganar, bien pronominalizadito. Lo regí con la preposición con, pero el sentido era evidente: yo estaba empleando la primera acepción que les enseñé: le estaba diciendo a Fulanita que si me hacía ese favor iba a "capturar la voluntad" de este humilde posteador, o sea, se iba a congraciar conmigo. Un chiste, ¿vio?
 
Sin embargo, la pícara de Fulanita me hizo reír mucho con su respuesta, que aprovechó la polisemia para hacer un hábil juego de palabras... y lanzarle un piropo a este feo:
 
holas!!!!
sorry la demora...ya le envie el mensaje a J.

espero que te sirva....

cuidate mucho...disfruta del verano allá, jeje!!!

P.D: Hace tiiieeeeeempo me gane contigo, pero ahora no se
puede!!!!jajaja
 
¡Ja, ja, ja! O sea que me piropearon, ¿han visto? ¡Ja, ja, ja! Pero no se preocupen, que sé que mi amiga Fulanita no es ninguna descocada corruptora de humildes posteadores. O sea, que lo que dijo lo decía en el más puro tono de broma. Y por si quedara duda, les copio lo que me puso inmediatamente después:
 
...(mentira es pura broma!!)
 
¡No, pues!, qué forma de matarle luego la autoestima a uno, ¿no? ¡Ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, el otro día hablaba por aquí de la importancia de los piropos en la vida, y de lo interesantísimo que es el ejercicio de descubrir los que Dios nos dirige. Un piropo hace sonreír, halaga, alegra el día. Ahora bien, ¿por qué no mirarlo al revés? ¿Qué acaso no podemos hacer sonreír a Dios con algún acto nuestro, igualito que cuando de niños le llevábamos a papá la tarjeta mal pintada por nosotros mismos en el jardín de infantes y lo hacíamos casi llorar de alegría?
 
Vamos, no es tan difícil. Ahora que estamos en Cuaresma creo que podemos hacer un esfuerzo por hacerlo sonreír de cuando en cuando: alguna acción, alguna oración un día, sentarte y desempolvar tu Biblia y darle una leída (recomiendo un pedazo del Evangelio según San Marcos, por ejemplo, o un salmo), algún ejercicio de privarse de algo aprovechando que en este tiempo se nos invita a hacer ayuno. (Ojo: el sentido de ayunar o hacer abstinencia no es el de ser faquires. Se trata, por un lado, de poner medios para domar un poquito el cuerpo, que a veces bien salvaje lo tenemos; por otro lado, se trata también de pequeños sacrificios que podemos ofrecer a Dios como si fueran una oración, incluso podemos ofrecerlos por el bienestar de alguien que queremos, de nosotros mismos o por alguna otra intención). Algo, decía, cualquier cosa. Pero algo.
 
En este tiempo de Cuaresma la Iglesia propone tres medios privilegiados para el encuentro con Dios: el ayuno, la oración y la caridad. Aquí un ejercicio para esta semana: escoge uno de ellos y promete algo sencillo al respecto. Verás la diferencia.
 
 
* En el Perú le llamamos enamorada o enamorado a la pareja con la cual todavía no existe un compromiso formal de matrimonio. Solo cuando este compromiso existe, entonces el prometido o prometida pasa a llamarse novio o novia.
** Me dio permiso para contar la historia, pero no para publicar su nombre, je, je...

miércoles, 21 de febrero de 2007

Un miércoles como hoy

Acaba de empezar el día cuando escribo esto. Dentro de algunas horas me ocurrirá lo mismo que hace un año: iré a un lugar repleto de gente y alguien me recordará que voy a morir. Alguien me recordará que soy de barro, que soy frágil y que no me sostengo a mí mismo. Que todo lo que estoy siendo, viendo y viviendo pasará, y que entonces todo tendrá tanto sentido como una calavera.
 
Un sacerdote embarrará sus dedos en un poco de ceniza mezclada con agua y marcará mi frente con una cruz. Tierra y agua. Técnicamente: barro. Barro que me recuerda que soy de barro. Barro hecho, además, con las cenizas de las mismas palmas que usé hace poco menos de un año para aclamar por la calle que el Salvador había venido por fin, igualito como quienes hace dos mil años cantaron hosannas a Jesús por las calles de Jerusalén para gritar tan solo una semana después "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Casi casi a propósito para recordarme mi hipocresía y mi maldad.
 
Hoy miércoles empieza oficialmente la Cuaresma en la Iglesia católica. Empieza un tiempo de cuarenta días antes de la Pascua, que nos sirve para alistarnos a celebrar el acontecimiento más grande de nuestras vidas. Es un tiempo que nos sirve para recordarnos que nada de lo que vemos a nuestro alrededor es lo suficientemente importante como para definir nuestro destino. En cambio lo que hagamos con nuestra vida sí. Y basta mirarnos con un poco de franqueza para darnos cuenta de que ---aun sin grandes tragedias--- no necesariamente nuestra vida anda siempre bien encaminada.
 
"Polvo eres y en polvo te convertirás", me dirán hoy en la liturgia de imposición de la ceniza, rito con el cual se abre este tiempo. La frase me ayuda a darme cuenta de quién soy y hacia dónde camino, y a ver que lo que único que vale la pena en la vida, y a partir de lo cual se ordena lo demás, está arriba. Más bien, viendo arriba es que debo ordenar mi vida aquí abajo.
 
Reordenar la vida: de eso se trata la Cuaresma. En otra palabra: conversión. Volver a Dios. Y no me digas que no lo has abandonado.
 
Hoy no es obligatorio asistir a la liturgia de imposición de la ceniza. Pero vaya si ayuda. En cambio sí es obligatorio guardar abstinencia y ayuno. La abstinencia consiste en privarse de comer carne, de beber licor, de tener relaciones sexuales y demás cosas de las que nos podamos privar hoy para guardar la sobriedad del día. Para observar el ayuno basta con comer normalmente una sola vez al día; las otras dos comidas pueden ser un cuarto de la ración que normalmente consumimos. O, si se prefiere, nada.*
 
La Iglesia recomienda que en este tiempo nos impongamos espontáneamente otros días de abstinencia y ayuno. Cuantos queramos. ¿Cuál es el sentido? Pues el que dije: recordarnos que lo fundamental no está ni en la tierra ni en nuestro cuerpo; lo fundamental está en otro lado. Lo fundamental es Otro y nuestro encuentro con Él.
 
Para muchos de nosotros, católicos, quizá, pero que hemos olvidado ya tantas cosas desde nuestra primera comunión, mucho de esto nos debe sonar a medieval o a abuelita beata de misa de siete. Pues bien, en ese caso va este consejo: el mejor ayuno que puedes hacer en este tiempo es el ayuno del pecado. ¿Mientes mucho? ¿Sacas una tajada de cada monto de dinero que pasa por tus manos? ¿Le sacas la vuelta a tu enamorada? ¿Te gusta visitar esos sitios de Internet para cierto tipo de adultos? Pues dejar de hacer estas cosas ahora en Cuaresma es el mejor ayuno que puedes hacer. Y cuando acabe la Cuaresma renunciar a todas estas cosas te será más fácil: tu Cuaresma habrá tenido sentido porque te habrás convertido.
 
Hoy este blog no trae humor. Por sintonizar con el tiempo, ¿vio? En Cuaresma se nos invita a ser más sobrios. Sin embargo, sobriedad no es lo mismo que tristeza (denle una mirada a Mt 6, 16-18). Así que mañana (es un decir) todo volverá a la normalidad. Pero igual algo se nos ocurrirá para recordarnos a todos, aquí y allá, el tiempo en el que estamos.
 
 
El otro día que se nos mandará guardar ayuno y abstinencia es el viernes santo.

jueves, 15 de febrero de 2007

Piropo culinario

Por el recién acaecido día de los enamorados y de la amistad, les dejo un piropo... Bueno, tal vez no un piropo piropo... pero sí algo que se le parece.
 
Ayer almorzaba con un matrimonio que ya tiene varios años. La esposa había preparado una riquísima ensalada ad hoc, un contrapunto de tomate y palta.*  Nada muy sofisticado, ya ven, pero estoy seguro de que espectacular. Digo estoy seguro  porque este humilde posteador está apenas recuperándose del estómago, así que tuvo que prescindir de la dicha ensaladita; sin embargo, atestigua que la señora suprascripta es un as en el tema de la comida.
 
Bueno, la cosa es que acabado el almuerzo, en plena sobremesa, el esposo comienza a asestarle los últimos asaltos a la ensalada. ¡Pum, paf, tas!, cucharada tras cucharada, como para terminar de degustar el sabor. Y de pronto, la esposa, que estaba de pie a un costado, deshaciéndose de los restos de comida en los platos, le lanza una pequeña advertencia.
 
---Cuidado con la ensalada, que todavía falta gente.
 
Era verdad. Tan solo habíamos almorzado nosotros tres, y faltaban los demás hijos del matrimonio.
 
El esposo, voraz como el demonio de Tasmania, comenzó a sacar cuentas en voz alta.
 
---A ver, ¿quiénes faltan? Faltan P., C., S....
 
Era astuta su técnica: pasar revista a los comensales; deducir la cantidad que consumiría cada uno de lo que aún quedaba de ensalada, y con ello demostrar que todavía podía despacharse a placer. Buena táctica. Sin embargo, la esposa no lo entendió así.
 
---Deja de comértela. Mira, entre los dos ya nos comimos demasiado. Solo queda un cuarto de ensalada.
 
Jo, hubieran visto las caras del esposo y la mía. "¡¿Quéeee?!", gritamos al unísono. Y es que en la bandeja quedaba mucho más de la mitad de lo que había originalmente. Es decir, entre ambos, esposo y esposa, apenas si se habían acabado un cuarto de toda la ensalada, aproximadamente.
 
Bueno, el asunto es que, si de dan cuenta, el esposo ya tenía todo listo para ganar la partida. Lo único que tenía que hacer era hacer contarle a la esposa, que seguía de espaldas, que había suficiente ensalada. ¡Y con eso ganaba! Y, para colmo, me podía poner a mí de testigo. Bingo: ya tenemos un ganador.
 
Sin embargo, algo debemos de tener los peruanos contra la victoria, porque el esposo echó por el drenaje su ventaja al soltar la siguiente perla: 
 
---Claro, como YO soy el que está dando las últimas cucharadas, ya me echa la culpa de que se va a acabar...
 
Jo, ¡díganme si no fue un autogol fenomenal! Qué manera de echar a perder una partida ya ganada.
 
Y es que quizá no lo sepan, pero en ese momento el esposo acababa de aplicar algo que en cierto enfoque psicológico se llama proceso distorsionado de pensamiento. Ocurre que, hasta cierto punto, los aspectos de la realidad que experimentamos tendrán repercusiones en nosotros de acuerdo con la lectura que de ellos hacemos. Y nuestra manera de leerlos no pocas veces es equivocada. De esta guisa, con frecuencia terminamos distorsionando la realidad y sufriendo en vano.
 
En el caso concreto de nuestro amigo el esposo, había aplicado un proceso llamado personalización, una distorsión del pensamiento por la cual nos volvemos ---sin saberlo--- el centro y el motivo de todo lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿Nunca has entrado a un lugar y has visto a un grupo de gente que se pone a cuchichear y has terminado pensando que están hablando de ti? ¿Nunca has estado en un sitio y al volver la mirada has visto a gente del sexo opuesto riendo y has pensado que se reían de ti? Si alguna vez algún profesor te reprobó en algún curso, ¿nunca te entró la tentación de decir "Me reprobó porque me odia"? Si ha sido así, es porque probablemente también aplicaste este proceso distorsionado a la hora de leer el acontecimiento: erróneamente te pusiste a ti como la explicación de un suceso cuyo origen, bien visto, no tenía nada que ver contigo.**
 
En fin, el tema es que el esposo soltó esa bomba: "Claro, como yo soy el que está dando las últimas cucharadas, ya me echa la culpa". ¡Y es que nadie le había echado la culpa de nada! Pero así somos los seres humanos, complejitos, je. El tema es que, si bien tengo la suficiente confianza con ese matrimonio como para decirles un par de cosas claras, la verdad es que yo estaba bastante cansado. Acababa de llegar de la universidad agotado y medio frustrado por el tema de buscar información para mi tesis (la culpa la tienen las feministas). Así que, abrumado por el tema, lo único que atiné a decir fue algo como esto:
 
---¡Puf! ¡Los dos están fuera de la realidad!
 
Y seguí comiendo mi pollo de dieta.
 
Sin embargo, algo de lo que dije debió haber movido la maquinaria en la mente del esposo. Porque después de un rato, luego del magnífico ejemplo de cómo perder una partida resuelta a tu favor, se le ocurrió una linda manera de arreglar las cosas. Hizo un momento de silencio y luego, dirigiéndose a la esposa, lanzó la siguiente flor:
 
---Bueno, eso te pasa por hacer cosas ricas.
 
¡Ja, ja, ja! ¡Qué bueeeena! A eso le llamo yo salvar la situación. Y, supongo que si los hubiera dejado solos, hasta románticos se ponían, ¡ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, elogiar a alguien por algo bueno que hizo o por algo hermoso que es parte de sí es una gran cosa. Le da sabor a la vida. Aunque ya lo sepa. Si yo sé que soy generoso, por ejemplo, vivo con ese dato y me alegro. Pero si luego alguien viene y me lo dice y agradece explícitamente, ¡qué bien se siente! Y la alegría es doble. (Y hasta triple, porque bien mirado, la persona que elogia también se alegra).
 
Y es que los seres humanos somos así. Tenemos la necesidad natural de sentirnos valorados y apreciados en lo que somos. Y los piropos (en sentido amplio) son un bonito modo de satisfacer esas necesidades en el otro. ¿Ves algo bueno? No basta con gozar de ello; dilo.
 
Y el tema aquí es que Dios también tiene piropos con nosotros. Tiene gestos de ternura, de emoción y de alegría para con nosotros, para sorprendernos y alegrarnos. Tiene un modo único y muy suyo de decirnos que nos quiere y que a sus ojos somos realmente valiosos. Solo hay que saber verlo. Con un entrenamiento nada complicado y algo de silencio, se puede descubrir muy fácilmente.
 
Ayer fue el día de los enamorados en las ciudades occidentales modernas. Seguro habrás pensado en cosas como qué regalaré, qué me regalarán, por qué nadie me regala nada o qué de especial haré hoy por la otra persona. Excelente. Pero ¿te habrás dado el tiempo para pensar en el eterno Enamorado y en los piropos que te lanza? Si no lo has hecho, ¿lo harías en los próximos cinco minutos? Inténtalo y descubrirás los piropos de Dios.
 
 
* En algunos países se le conoce como aguacate.
** En realidad son muchos más los procesos distorsionados que solemos utilizar. El desarrollo de este tema se lo debemos a dos psicólogos del siglo pasado: Albert Ellis y Aaron Beck. Si a alguno le interesa métale un Google a sus nombres.

sábado, 10 de febrero de 2007

Terquedad

He llegado a una conclusión: en las escuelas donde forman a las personas que trabajarán en servicio de atención al cliente de hecho que tienen un muñequito de tela con lentes que me representa, y que segurito está lleno de alfileres.  (Más bien, en estos días deben de haberme puesto un par adicional en la cabeza y en el estómago, porque desde que me enfermé el miércoles no ha parado de dolerme la cabeza hasta ahora).
 
Digo eso por esto, por esto y por esto. Y por esto también:
 
---¿Aló, buenas noches? Bienvenido a Obtuso.* Mi nombre es Fulanita de Tal. ¿Me da su nombre por favor?
 
¡Squiiiissshh!, ¡squiiiiiiiissshh!...
 
---Sí, hola. Me llamo Enrique G...
 
...¡squiiiissshh!, ¡squiiiiiiiissshh!...
 
---...ehhh, ¿sabes? ---seguí a duras penas---, creo que hay una interferencia en la línea. Casi no puedo oírte.
 
...¡squiiiissshh!, ¡squiiiiiiiissshh!...
 
---Sí, señor. ¿Cuál es su consulta?
 
¿Perdón? No importa: paciencia y buen humor.
 
---Sí, pasa que...
 
...¡squiiiissshh!, ¡squiiiiiiiissshh!...
 
---...hay una interferencia en la línea, Fulanita. No puedo...
 
...¡squiiiissshh!, ¡squiiiiiiiissshh!...
 
---...oírte bien.
 
Se hace una pausa. Una pausa pero no un silencio, porque por todos lados había squish squish.
 
---Sí, señor, ¿cuál es su consulta?
 
Vaya... bien perseverante  la chica.
 
---Sí, ocurre que ---hasta lo dije con dulzura, lo puedo asegurar por lo que más quieran--- hay una interferencia... Mira, no te puedo oír bien.
 
...¡squiiiissshh!, ¡squiiiiiiiissshh!...
 
Otra pausa. Con squish, por supuesto.
 
Pero paciencia. Hay que tratar bien a la gente.
 
---Ehh... ¿aló? ---pregunté inocentemente.
---Señor, ¿me va a decir cuál es su consulta?
 
Correcto. Toda paciencia tiene un límite.
 
---¡NO TE VOY A DECIR NADA! ¡¡TE ESTOY DICIENDO HACE RATO QUE HAY UNA INTERFERENCIA EN LA LÍNEA QUE NO ME DEJA OÍRTE!! ¡¿ESTOY HABLANDO CASTELLANO O QUÉ?!
---Ehhh... un momentito, señor. ¿Me permite un momento para poder verificar en el sistema qué puede estar ocurriendo?
---Sí, por supuesto, Fulanita ---dije con mi mejor sonrisa. 
 
¿Apostamos sobre lo del muñequito? Ya me empiezo a preocupar...
 
Fuera de bromas, admirable la terquedad de la chica. Admirable pero insufrible. Pero admirable, de todos modos. Un amigo solía decir que tenemos que ser "tercamente perseverantes". La terquedad, bien encauzada, es algo que podemos poner a nuestro favor para alcanzar objetivos en la vida, sobre todo, el gran objetivo, el único que vale la pena: ser santos.
 
 
(*) ¡Por supuesto que no pondré el verdadero nombre de la empresa de telefonía celular a la que llamé! ¡Hombre!, ¿qué me creen? El objetivo de este blog no es dejar mal paradas ante la opinión pública a algunas empresas (servicio que no necesitan, dicho sea de paso). Le puse, sí, un nombre equis, que oooobviamente no tiene nada que ver con el verdadero.

martes, 6 de febrero de 2007

Pretexto

(Nota bene : en el presente diálogo, y por razones de fuerza mayor ---la preservación de mi integridad física, sin ir más lejos---, mantendré en reserva la identidad de los involucrados mediante la elisión casi total de los verba dicendi, porque si revelo que se trata de mi propia familia se me vienen todos encima y entre los cuatro me crucifican. Así que no lo diré.
 
Ah, me olvidaba: en mi país, a las telenovelas se les dice novelas).
 
---¡De nuevo comerciales! ¡No han dado ni tres minutos!
---Al final Lety se va a quedar con Fernando, vas a ver.
---¡Y dale con lo mismo!
---Pero si ya se sabe, así tiene que terminar la novela.
---Además, es Televisa...
---Pero ¿cómo rayos van a hacer para que Don Mensolín...?
---Domenzaín...
---Sí, ya sé, pero así es como le dice Don Fernando, pues... A mí me da risa.
---Yo también me pregunto lo mismo.
---¿Qué?
---¿Cómo van a hacer para que el Aldo la deje a la Lety?
---Es que se les pasó la mano...
---¿Qué? ¿En qué?
---Han creado un personaje tan perfecto, un tipo bueno, atento, dulce, enamoradísimo y cortés, que ahora no podrán destruirlo así nomás. O le cae una bomba atómica encima o la novela no será creíble. En narratología ocurre que...
---¡Ahí está, complicándose la vida!
---¿Qué están viendo?
---Ven, ya empezó la novela.
---No, yo no veo esas cosas...
---¡JA, JA, JA! ---aquí sí todos intervinimos... quiero decir, intervinieron.
---Pero Lety no se puede quedar con Aldo: ¡es un aburrido!
---¿Aldo aburrido? Yo creo que la del problema es otra por aquí, ¡eh!
---Ay, ¿y Marcia con quién se irá a quedar?
---¿Marcia?
---¿Marcia?
---¿Marcia?
---Yo creo que con el publicista ese...
---¡JA, JA, JA! ---nuevamente todos, sin piedad.
---Al final todo va a acabar de un modo tontísimo: así como Marcia ha dado un paso al costado toda tontita ("Yo quiero que Fernando sea feliz"), igualito Aldo va a hacer lo mismo: "Yo quiero que Lety sea feliz"...
---Sí...
---Sí...
---Sí, yo creo lo mismo, y se va a quedar con la Carmila...
---Cuídame ese tonito...
---Claro, todo porque esa fea de Carmila te gusta...
---Dicen que los actores ya estaban cansados...
---En realidad, yo leí que ya ni querían seguir filmando...
---Sí, pues, pero Televisa quiso alargar la novela...
---Y dicen que hoy la mamá de Lety va a malograr todo.
---Malograr no sé: de repente es el catalizador que están esperando.
---Es una tontería...
---Han hecho que la novela avance lentísimo aburriéndonos con la gorda esa que se comía papitas fritas todo el día, y ahora, en la última semana, quieren correr...
---Bah...
---No sé por qué la vemos...
---Yo tampoco...
---¡Tú eres el que la ve!
---No, si tú eres quien se fanatizó: ¡a las 9:30 en punto vienes clavadito!
---¡Ya cállate! ¡Ya empezó!
---¡Oigan! ¡Ya empezóoo!
---¡Ya voy!
---¡Ya voooy!
 
Quiero advertir una cosa: nadie en mi familia ---ehhh, bueno, quiero decir, en la familia que aparece aquí--- es aficionado a ver telenovelas... ¿Que por qué lo digo? Ehhh... digamos que los conozco, y sé por qué lo digo.
 
Fuera de bromas, el amor necesita tan solo un campito para vivir y moverse a sus anchas. Se le hace un sitiecito, apenas, y ya luego él se encarga del resto. Y es que a veces cualquier mínimo pretexto basta para que se evidencie el cariño en una amistad auténtica, la ternura con la esposa o la enamorada, o el amor en la familia. Si no fuera así, ¿qué sentido tendrían actividades tales como sentarse a ver una puesta de sol juntos, conversar de fútbol o hablar de las últimas tendencias en maquillaje? En sí mismas, ninguno. Prueben a hacerlo con una persona que detesten, o con una persona que les sea indiferente cuando están realmente apurados. Nada que ver.
 
Pero cuando hay cariño, hasta el pretexto más estúpido se convierte en una linda ocasión de compartir, en un inicio, en un peldaño o en un pedacito de la hoguera en la que se acrisolará la amistad. Y, sobre todo, en un rito, el rito que celebra casi litúrgicamente la existencia de un vínculo más fuerte que lo que podemos ver, y que nos llama desde lo más hondo de nosotros mismos. Hemos nacido para encontarnos con los demás, y cuando así es, ¿qué importa si el pretexto es una copa de vino, un partido de fútbol, comprar un bolso nuevo o ayudar a la amiga a escoger unos zapatos? ¿Qué importa si es una telenovela si lo que está en juego el amor de familia? Si vieran cómo se divierta la familia de la que les cuento todos los días a las 9:30 p. m....
 
(Bueno, bueno, tampoco es para quedarse ahí, que hay cosas mucho más profundas y que generan más comunión. Pero por algo se empieza, ¿no?).