domingo, 29 de octubre de 2006

El Señor de los Milagros

Es la procesión más grande del mundo. Es la muestra de amor colectiva más grande del mundo. Miles y miles de personas apretujándose, apiñándose, incomodándose y sofocándose para estar cerca de Él, para mirarlo, para rezarle y cantarle; para mostrarle su amor y pedirle su caridad; para pedirle un milagro, para agradecerle. Miles y miles de personas que caminan no mirando dónde pisan sino arriba, adelante, a una imagen, de camino por las calles de Lima al santuario donde se la guarda: el símbolo más claro de que caminamos aquí en la tierra guiados por el Hijo a la casa de Dios.

Hay de todo: curiosos, observadores, turistas, vendedores; pero también penitentes, conversos, padres enseñándoles a sus hijos desde pequeñitos, gente rezando mientras camina, gente que canta, devotos trepados a los árboles como Zaqueos modernos esperando el paso de su Señor. Hay de todo. Pero, sobre todo, está Él. Por Él vinimos hasta aquí, y aquí nos quedamos.

En el camino se escucha de todo, eso sí. ¡Vaya si de todo!


---¡Ay, joven, no me empuje!
---¡Señora, si no quiere que la toquen, ¿qué hace viniendo a la procesión?!


---A mí mi papá me hizo cargar la imagen allá en Arequipa(1) cuando yo tenía como 12 ó 13 años. Fue una de las primeras experiencias religiosas de toda mi vida. Y me marcó mucho hasta ahora...

(Sí, me imagino que marcó al amigo. ¿Se imaginan lo que será para un niño cuando le explicas que está cargando la imagen de su amigo Jesús? ¿Y cuando le recomiendas que haga de cuenta que lo está cargando de veras?).


---¿Qué hacen esos vendedores de globos ahí? ¿Venden globos en plena procesión!
---A mí no me importa; solo sé que me van a aplastar aquí: a veces el río de gente avanza; a veces para.
---Ya sé qué pasa: cuando ese niñito muestra su globo verde, avanzamos; cuando el de allá muestra su globito rojo, paramos.
---Idiota...


---¡Ay, todos me están apretando!
---Mira, por allá la gente avanza un poco más rápido.
---¡Sí, claro! ¡Ni que fuera la vía expresa de la procesión!


No hay nada que hacer : el peruano es un vacilón.

Fuera de bromas, es un privilegio del corazón tener esta imagen aquí. La pintó un esclavo angoleño hace cientos de años, y por ella el Señor quiso quedarse también con nosotros, amparándonos como una madre a su hijo temeroso cuando hay temblores,(2) concediéndonos sus dones cuando nos volvemos hijos necesitados. Escogió este pueblo pobre, sencillo y lacrimoso para venir a poner su tienda. Y qué honor que así sea. "Qué incomparable ternura y caridad",(3) qué muestra de amistad.

Vengo de ahí hace unas horas, y aún me queda el sobrecogimiento en el cuerpo. Ojalá que me dure toda la vida.


(1) En distintas ciudades del Perú y del mundo se han hecho réplicas de la imagen limeña, y se la saca en procesión: Arequipa (Perú), Roma (Italia), Nueva York, Miami, Los Angeles (EE. UU.), etc. (se puede ver una lista aquí).
(2) El otro nombre con que se conoce a la imagen es el de Señor de los Temblores, tanto porque Lima es una ciudad sísmica (y octubre, el mes de la imagen, es particularmente un mes muy "movido") como porque la imagen se ha mantenido incólume en la pared original en la que fue pintada a pesar de los muchos terremotos que destruyeron la ciudad.
(3) Pasaje del pregón cantado en la vigilia pascual.

viernes, 20 de octubre de 2006

Batman y Robin

Fue hace tiempo, pero lo recordé. Juro que es verídico... bueno, como todo lo que relato por aquí.
 
Tarde de invierno. Momento postsiesta. Recién bañado, recién cambiado. Hay que comenzar la segunda parte del día: una pila de textos esperan corrección. Kike baja por el café moka de rigor.
 
Radio de la cocina encendido. Kike calienta el agua y prepara la taza: cuatro de azúcar, polvito marrón, chorrito de leche... vamos, prepara el café.
 
La radio habla: dos personas se pelean dentro de ella. Kike se pregunta cómo entrarían en un espacio tan pequeñito.
 
---¡Eso no era así!
---Yo comprendo tu parecer, pero...
---¡Pero nada! Es que quedó demostrado abiertamente hace mucho tiempo. Todos lo sabían. En realidad...
---En realidad nada. Junto con todos esos otros personajes subrepticios de la misma época...
---Pero es que no hablamos de nada oculto: ¡era evidente!
---Mira...
---¡Es que nada! Era evidente que Batman y Robin eran gays y eran pareja. Y que Robin era el pasivo. Precisamente, cuando Bruno Díaz recogió a Robin...
---Eso no es seguro... muchos dicen que Robin...
 
El agua hierve. La cabeza de Kike también. Se dispone a apagar la radio. Suena el teléfono. Camina pesadamente a contestar. Ah, no... era la radio.
 
---Tenemos la llamada de un oyente. ¿Aló?
---¿Aló?
---Sí, amigo, adelante, estás al aire.
---Buenas tardes, señor. Mire, con todo el respeto que se merecen estos dos señores, me parece que es hora de que dejen de hablar sandeces.
 
Kike levanta una ceja. Ya no apaga la radio. Ya decía él que no podía haber desaparecido toda la cordura de la faz de la tierra mientras dormía la siesta. Algún resto quedaba.
 
---Sí, adelante, señor, continúe.
---Mire, yo respeto a esos dos señores que están ahí hablando...
 
"Ahí dentro del aparatito de radio ---piensa Kike---. ¿Cómo habrán entrado?".
 
---...pero realmente es lamentable que nos hagan perder el tiempo así, con una discusión tan estúpida...
 
"¡Por fin, Señor! Tal vez todavía encuentres fe sobre la tierra cuando vengas por segunda vez".
 
---...ya es hora de que dejen de ocuparse en bobadas. Pongámonos serios...
 
"Serios, esa es la palabra, hombre. Bien dicho".
 
---...están discutiendo tonterías, que si Batman era homosexual, si Robin era homosexual; si Batman era el activo o Robin el pasivo...
 
"Postmodernismo se llama... Y tiene razón: ni Dios lo entiende".
 
---...discusiones estúpidas, porque todo el mundo sabe que los homosexuales eran Bruno Díaz y Alfred, el mayordomo, está comprobado desde hace tiempo...
 
Súbitamente la radio se apaga. De un manazo.
 
El café está listo. Un poco más amargo que de costumbre, empero.
 
Kike sube las escaleras con su taza en la mano, haciendo equilibrio. Y mientras lo hace, prestando mucha atención a que no se le derrame el líquido, piensa que ya sabe cómo entraron esas personas en un espacio tan pequeñito como el aparato de radio: porque el tamaño de sus cerebros se lo permitió.
 
Fuera de bromas, hay cosas más importantes en la vida de las cuales ocuparse. ¡Por el amor de Dios!

domingo, 15 de octubre de 2006

El humor en la Biblia

El otro día hablaba del humor del Señor Jesús y, en general, del humor presente en la Sagrada Escritura. Normalmente tendemos a pensar que la Biblia es un libro demasiado solemne y aburrido. Nada que ver. Si uno lo mira con un poco de atención descubrirá que tiene partes muy divertidas, y que de seguro Jesús y sus apóstoles se la pasaron en grande.
 
Me comprometí a hablar de ello en esa ocasión. Y aquí, medio que a pedido del público ---porque hubo público, ¡eh!---, y cumpliendo la promesa, citaré algunas partes de la Biblia como ejemplos, partes que a mí me parecen bastante divertidas cuando las leo. Van solo como una lista pequeña. No pretende ser exhaustiva ni nada. Son solo los primeros ejemplos que vinieron a mi mente cuando pensé en el asunto. Ah, y bueno, tampoco piensen que esto es stand-up comedy. O sea: sí es gracioso, pero Jesús no era un comediante, ¿vio? Era el hijo de Dios hecho hombre, ni más ni menos. Vino para salvarte, hombre, no para divertirte. Pero en el camino se divertía, eso sí.
 
Vamos allá.
 
Es muy común que cuando en una oficina, por ejemplo, hay dos personas que se llaman igual, a una le pongan un sobrenombre para distinguirla de la otra. O tal vez a ambas. Por ejemplo, en un foro en Internet en el cual participo teníamos a una Cecilia. Un día llegó otra Cecilia, y la comenzamos a llamar Cecilia la Nueva. Esto, obviamente, motivó las protestas de la primera Cecilia, quien de inmediato nos preguntó: "¿Y yo qué soy: Cecilia la Vieja?", je, je.. Al final no supimos bien cómo solucionar el asunto, y ahora la primera es simplemente Cecilia, y la otra, Cecilia la Otra. 
 
Y es que, precisamente, a la hora de aplicar esos sobrenombres la gente suele ponerse muy creativa ---cuando hay confianza y cariño--- , y hace gala de mucho humor. En el tiempo de Jesús las cosas no eran diferentes. En el grupo de sus doce también había sobrenombres. Y los apóstoles sí que se pusieron originales. A uno, por ejemplo, le llamaban Tomás el Mellizo (Jn 11, 16). ¿Y eso? Bueno, es que dicen que era igualito a Jesús, je, je... Y como había dos llamados Santiago, a uno de ellos le llamaban el Menor (Mc 15, 40). ¿Y eso por qué? ¡Pues porque era bajito! ¡Ja, ja, ja! ¿A que no eran creativos? Debió de ser muy gracioso andar con Jesús y todos ellos en esa época.
 
Y esto lo consignaron por escrito los evangelistas, como ven. Sí que eran graciosos. Y es que a veces perdemos de vista que los evangelios no son como una película que nos muestra la realidad como si estuviéramos ahí. No. Son relatos de testigos de los acontecimientos, relatos que pasan por el tamiz personal de su propia escritura, lo que implica su sazón, su sabor, su gracia para contar las cosas. Todo ello, obvio, inspirado por el Espíritu Santo, eso sí.
 
Por ejemplo, tienen a san Marcos, un evangelista muy peculiar, pues es el más sencillo de todos. Tipo de pueblo, campechano, sencillísimo; san Marcos no se hacía problemas para narrar. De hecho, su evangelio es el más cortito: no usa metáforas complicadas, no usa un lenguaje rebuscado. Al contrario: utiliza el lenguaje de la gente, un lenguaje muy popular, muy barrio, como decimos en mi país. Denle una leída y van a ver.
 
Por ejemplo, una que cuenta que a mí me parece genial, y que siempre (y digo siempre) me hace reír cuando la escucho en misa, es cuando relata la transfiguración del Señor, es decir, cuando Jesús se muestra en toda su gloria y divinidad a tres de sus más íntimos amigos. En ese momento san Marcos no tiene ningún reparo en contar ---para que lo entiendan--- que cuando ocurrió aquello los vestidos del Señor "se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero* en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo" (Mc 9, 3). ¡Ja, ja, ja! ¡Díganme si el tipo no era del pueblo, al punto de que cuando el mismo Dios se aparece ante la vista de los hombres no encuentra mejor manera de describirlo que diciendo que ningún lavandero del mundo dejaría sus vestidos así de blanquitos! ¡Ja, ja, ja!
 
Otro a quien podemos citar por aquí es al evangelista san Juan, que es el que más palabras de Jesús ha recordado. Este no resistió la tentación de contar una anécdota estupenda al respecto de la curación de un ciego de nacimiento. Claro, Jesús lo curó. Pero como el Maestro no andaba guiándose por interpretaciones absurdas de la ley, se dio el trabajo de curarlo en sábado. Y es que el sábado era un día en que, según los preceptos farisaicos, estaba prohibido realizar algún trabajo. Y curar a un efermo era trabajo (!).
 
Así que, una vez curado, los fariseos llamaron al hombrecito para interrogarlo: "¿Quién te curó?". "¿Y cómo lo hizo?". El pobre ex ciego les contaba con mucha sencillez: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo" (Jn 9, 15). ¡Ja, ja, ja! ¡Así de sencillo! Ese hombre sí que no se hacía problemas para contar las cosas.
 
Los que sí se hacían problemas, en cambio, era los fariseos, pues estaban indignados y querían comprometer a Jesús como sea por el delito de hacer escándalo. ¡Incluso (y esto ya raya en la caricatura: parece un concurso de cabezas duras) llegaron a dudar de que hubiera sido ciego de verdad! Por eso la historia sigue con que llamaron a los padres del ciego para testificar.
 
Los viejos del ciego, sin embargo, no sabían nada y no se querían mojar. Así que de nuevo todo volvió a cero. Y los tercos fariseos volvieron a llamar al ex ciego. Y me imagino que este se comenzaba ya a impacientar...
 
Llega el ex ciego y le hacen las mismas preguntas de la otra vez. Y san Juan no se guarda para nada de contar todo lo exasperante que fue el momento, y cómo el pobre ex ciego se impacientaba y ya trataba a los fariseos como si nada. Si no, miren este diálogo (Jn 9, 24-30):  
 
Lo llamaron por segunda vez [...] y le dijeron: "Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". Les respondió: "Si es un pecador, no lo sé. Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo".
 
¡Ja, ja, ja! ¡Qué tal respuesta! ¡Súper práctico el tipo!
 
Le dijeron entonces: "¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?".
 
¿Se imaginan al ex ciego pensando: "¡Caaara... cas! ¿Otra vuelta?". Y efectivamente, eso les dijo. Pero esta vez les soltó una puya:
 
"Se los he dicho ya, y no me han escuchado. Por qué quieren oírlo otra vez? ¿Es que quieren también ustedes hacerse discípulos suyos?".
 
¡Ja, ja, ja! Este tipo sí que era un vacilón. Y san Juan también, ¿vio?, por relatarnos toda la historia con lujo de detalles. Pero ahí no acaba todo. Porque los fariseos al oír esa respuesta, que definitivamente les sonó a burla, estallaron en cólera.
 
Ellos lo llenaron de injurias y le dijeron: "Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés".
 
"Oy, sí, qué miedo" debió de pensar el ex ciego. Los fariseos siguieron:
 
"Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ese no sabemos de dónde es".
 
Y nuestro amigo, siempre según nos lo presenta san Juan, se armó de valor y les espetó una frase soberbia, genial, que les terminó de dar la bofetada a los supuestos maestros de la religión, a los intérpretes de Dios, a quienes sabían todo sobre lo divino:
 
"Eso es lo extraño: que ustedes no sepan de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos".
 
¡Ja, ja, ja! ¡No, hombre, si ese ex ciego se las traía!: "Eso es lo extraño...", ¡ja, ja, ja! ¿Y san Juan? Vaya tipo: no se aguantaba contarla tal cual sucedió, ¡eh!
 
Y luego me dicen que la Biblia no tiene humor. ¡Por favor! No, hombre, si Dios debe de tener un sentido del humor formidable, y como Él la inspiró... A ver si nos pasa un poco, más bien, para hacer este blog más entretenido.
 
Fuera de bromas, el humor es una cosa dulcísima que a veces se toma en sorbos pequeños; a veces, en cantidades industriales deviniendo en una borrachera que nos alegra todo un día o toda una semana. ¡Y vaya si es importante! Y no tengo ninguna duda de que Dios tiene su humor. Piensen en los cómicos más famosos o divertidos que conozcan, para todos los gustos, para todos los colores: los nacionales y los internacionales; los antiguos, los nuevos; desde Juan Verdaguer hasta Julio Sabala, o desde los Les Luthiers hasta Enrique Pinti. Todos ellos pienso que nos remiten a algo más. Los reflejos de nuestra cara, estómago y garganta cuando nos reímos nadie nos los enseñó: nacimos sabiendo reír, porque creo que la risa guarda el eco de una voz más profunda en nuestro interior, la huella de quien nos hizo... que sí que sabe reír, que es plenamente feliz, con la felicidad eterna por la que suspiramos.
 
¿Conocerán los lectores de este humilde coso algunos otros ejemplos de risas en la Biblia?
 
 
* Un batanero  es una persona que tiñe o lava paños. Muchas traducciones consignan esta palabra tal cual; algunas otras, empero, ponen lavador.

miércoles, 11 de octubre de 2006

O sí o sí

El otro día hablé por aquí de mi tía que acababa de venir de visita de los Yunaites, aquella que le regaló a todo el mundo cremas de Victoria's Secret. Como ya vuelve este viernes al que ahora es su país, la invitamos a pasar por casa anoche para cenar. Y fue una velada lindísima, dulce y muy cálida, llena de anécdotas sobre la familia y los primos allá, sobre su trabajo, sobre la idiosincracia y la política estadounidenses, y sobre algunas anécdotas e historias que le ocurrieron a mi tía con la gente mexicana que conoció durante el año que vivió en California. Para mí fue muy bonito, pues por México siento un especial cariño y una suerte de entrañable curiosidad; de hecho, es un país que espero con mucha ilusión poder visitar algún día.
 
Esta vez mi mamá se demoró un poco a la hora de decidir qué cocinar, pues mi tía nos había comentado que ya aprendió a comer como allá : poco en la mañana, poco al mediodía y fuerte en la tarde; en la noche ya no comía casi nada. De hecho, cuando recién vino nos contaba que en la noche apenas si comía algo de fruta y un yogur. De hecho nos lo contó feliz, pues mi tía siempre ha sido gordita, y aunque ahora lo sigue siendo, se le ve bastante bien, pues ya está en un peso controlado.
 
Así que mi madre, nerviosa, estuvo pensándoselo mucho antes de decantarse finalmente por un pollo al horno y una ensalada rusa para la cena. Fue una buena elección, porque su ensalada se llevó todos los elogios. Siempre le queda bien, pero esta vez impresionó a la concurrencia.
 
La cosa es que llegó la hora del postre. Y mi mamá, como no sabía qué comería mi tía, fue precavida: preparó una mazamorra morada ---un dulce típico de Lima, muy rico--- y una ensalada de frutas con yogur. Bueno, al menos esa era su intención, porque al final las frutas se quedaron en intención, je, je... Así que era digamos que yogur solo.
 
Bueno, acabada la cena le pregunta a mi tía:
 
---Dime, I., ¿quisieras mazamorra morada o yogur?
 
Mi tía abrió los ojos como platos, y una gota de sudor cayó por su frente. Hacía tres años que no comía tanto en la noche, y esta vez se empujó nada menos que entrada y plato de fondo. Casi asustada, como si le hubieran dicho "Oye, ¿por qué no nos corremos una maratón? ¿Voy por tus zapatillas?", respondió:
 
---No, L., un ratito, por favor... Dame un ratito...
 
¡Ja, ja, ja! Mi tía pidiendo time-out!  Era gracioso. Todos nos reímos, y seguimos haciendo sobremesa un rato más. Los minutos pasaban, reíamos, conversábamos, debatíamos, nos alegrábamos... Todo muy lindo.
 
Pero con mi mamá y la comida no se juega, ¿vio? Exactamente treinta minutos después, mi mamá volvió a la carga: el tiempo ya había sido suficiente, que la invitada se dejara de vainas:
 
---¿Ahora, I.? ¿Ya te sirvo? ¿Quieres yogur o mazamorra morada?
 
Mi tía volvió a abrir los ojos: no, a esa mujer no se le había olvidado... ¡Ja, ja, ja! Así que un poco con resignación y otro poco con la patita embarrada en la tentación de volver a probar un postre limeño, le dice a mi madre:
 
---Una mazamorra, L., por favor.
 
Y mi madre, que para estas cosas se pinta sola, sin pensarlo ni un segundo dijo como impulsada por un resorte, como lo más natural del mundo:
 
---Ya: entonces primero la mazamorra y después el yogur.
 
¡Y mi pobre tía casi se desmaya! ¡Ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, cuando por fin pude parar de reír me quedé pensando en la actitud de mi madre. De hecho que obedece en parte a ciertos genes ancestrales que hay por acá, y mucho más presentes todavía en el interior de mi país ---y de seguro que en el interior de muchos otros---, que mueven a los anfitriones a buscar empachar de comida al visitante. Pero yendo un poco más más allá, creo que incluso esa actitud telúrica  obedece a un principio más de fondo: al criterio de hospitalidad, la idea de "permíteme, por favor, hacerte un bien. Yo quiero que estés bien".
 
Qué dulce pensamiento. Buscar el bien del otro, con un gesto tan sencillo pero tan esencial (en todo el sentido de la palabra) como darte de comer. La gratuidad hecha gesto concreto; el corazón en la mano metaforizado en la bandeja que se te alcanza para que te sirvas; llenar tu corazón de fuerzas y de cariño, todo al mismo tiempo. Qué hermoso que algunas costumbres que tocan el fondo de lo humano estén presentes en la cultura. Justo en estos días me preguntaba por qué la hospitalidad es un valor cristiano, y encontré la respuesta en esto, en que es cristiano porque es auténticamente humano. Si vino Dios a la tierra a enseñarnos cómo ser hombres, todo lo que nos haga más hombres nos acerca a Dios.
 
"Quiero que estés bien, por eso te doy de comer". Y mucho, porque en mi país se cree que mientras más coma uno, mejor estará. De hecho, mientras más gordito sea el niño, más felices están las madres por aquí. Yo todavía recuerdo a mi madre diciéndome una y otra vez cuando era pequeño que comiera para que fuera un niño gordito y sano.... ¡Ja, ja, ja: la tremenda frustración debió de sentir la pobre cuando un par de décadas después el hijo le salió como le salió!

viernes, 6 de octubre de 2006

El guardián despedido

El otro día conté un poco sobre el perro de mi vecino y las escasas aptitudes de guardián del de mi familia. Recordé todo esto porque hace un rato salí a comprar algo, y me encontré nuevamente con la mirada de Yago, el perro del vecino. Y recordé algo que pasó justo el día que nos robaron, hace cerca de un año.
 
Ese día habíamos salido todos, como siempre. Y la primera en llegar, en la tarde-noche, fue mi mamá. Uno de los vecinos vino nervioso a decirle:
 
---¡Señora, se han metido a su casa!
 
Y contó que vio a alguien forcejeando con la puerta, y finalmente entrando a nuestro humilde hogar. Entonces, tras entrar en su propia casa para llamar a la policía, este vecino fue directo a la nuestra y ---valiente--- entró tras el ladrón gritando y armando escándalo. Dice que sintió unos pasos apresurados, y luego a alguien corriendo por el techo. Y ya no hubo más.
 
Resultó ser que los ladrones eran unos novatos. No se llevaron casi nada de mi casa, no sé si porque no les dio el tiempo o sencillamente porque no les dio la imaginación. No es que mi casa sea un paraíso de la tecnología, un museo de joyería o un depósito de dinero. Nada que ver. Es una casa normal. Pero pudiéndose haber llevado más cosas, solo se llevaron un televisor viejo ---que estábamos pensando tirar a la basura--- y el DVD. Ah, y una frazada (sí: una frazada... "[...] que tú y yo estamos locos, Lucas"). Ni tocaron el microondas (sí, el famoso microondas) ni el otro televisor, ni la computadora ni ningún artefacto, y ---gracias al Cielo--- tampoco se les ocurrió pasar por el cuarto de este pecador, donde mi laptop estaba simplemente para recoger (al día siguiente me compré un cable de seguridad).
 
La cosa es que a todo esto ustedes se estarán haciendo la misma pregunta que nos hicimos nosotros en ese momento: "¿Y Toby?". Pues bien, gracias, hombre. Toby estuvo entregado a su placer favorito, y de más está decir no solo que no ladró o llamó a la policía, sino que ni siquiera sintió algo. Nada. Y felizmente que así fue, porque de haber sentido tal vez se hubiera dedicado a observar en silencio y con curiosidad a los extraños (así mira mi perro) en su faena de desvalijar la casa, y eso sí que hubiera sido humillante. Así es Toby: amigable, ¿vio?
 
No se vayan a confundir. Yo quiero a mi perrito. La cosa es que es así: para guardián no sirve. Tiene otros dones, digamos.
 
La cosa es que ese día, luego de que todos llegamos a casa, nos dedicamos a hacer lo que siempre se hace en estos casos: analizamos lo sucedido, conversamos con los testigos y luego de plantear algunas hipótesis y sacar conclusiones, dimos por concluido el asunto. Agradecimos a los vecinos, dimos algunos apretones de manos y besos, y cerramos la puerta. Pero con Toby afuera.
 
Y es que con tanto revuelo no nos dimos cuenta de que mi perrito estaba a sus anchas: puerta abierta, ningún control, libertad total. Salió tal vez cuando llegó el primer vecino, y se quedó afuera husmeando, oliendo, marcando territorio y cazando algún alimento exótico. Ya saben: perros. Estaba en el Paraíso. Con el ajetreo ninguno de nosotros se dio cuenta. Así que despedimos a los vecinos y cerramos la puerta lo mejor que pudimos (estaba rota), y nos entregamos a otras cosas (siempre hay algo que hacer en mi casa).
 
Algo de una hora después, nuestro vecino, el dueño de Yago, salía de su casa a comprar algo por ahí. Y lo primero que vio al salir fue a Toby, sentado en la puerta de nuestra casa, con expresión medio tristona, queriendo entrar pero sin saber cómo. Y lo que luego nos contó este vecino que pensó y dijo todavía me hace reír : enterado del pobre desempeño de mi perrito durante el robo, miró al Toby cabizbajo y abandonado en la calle, y le dijo:
 
---Ay, Toby, ¡ya te despidieron!
 
¡Ja, ja, ja! Ay, todavía me hace reír esa escena. Aún hoy cuando miro a Toby me acuerdo de eso. Aunque, ya con franqueza, creo que cuando el vecino nos lo contó, sí nos planteamos el asunto en serio: le dábamos su indemnización por tiempo de servicios y lo mandábamos a buscar mundo.
 
Fuera de bromas, seguro que en algunos contextos la cosa es así de sencilla: no trabajas bien, y te vas; no cumples, y te vas. De patitas a la calle. Pero hay un contexto en el que eso no se cumple, sino que ocurre todo lo contrario.
 
La misericordia de Dios es infinita. ¿Qué sería de nosotros si cuando nos arrepentimos en vez de misericordia recibiéramos nuestro merecido? En vez de eso, el perdón llega como un bálsamo que renueva y cura las heridas, por más duras y feas que estas sean.
 
No es la ley del talión de un dios despiadado; es la misericordia libérrima e infinita de un padre amoroso. Disfrutar de la dulzura de su misericordia cuando lloramos nuestros pecados es quizá la alegría más grande que se pueda experimentar, la paz más dulce, el amor más tierno. Los animo a hacer la prueba.
 
Y lo alucinante es que no hay límites para esa misericordia. ¿Cree alguno que su pecado es demasiado fuerte para ser perdonado? ¿Cree alguno que ya no tiene salvación para enderezar lo que va cuesta abajo? Me impresiona mucho aquella ocasión en que el amigo de Jesús, Lázaro, ya había muerto. ¿Recuerdan la escena? Lázaro tenía ya cuatro días de muerto. Ya estaba podrido. Ya apestaba. Y, sin embargo, Cristo lo devolvió a la vida.
 
Lo mismo ocurre, gracias al Cielo, en cualquier sencillo y pobre confesionario de este valle de lágrimas... y de alegrías tan grandes como esta.

martes, 3 de octubre de 2006

Su secreto de Victoria

El domingo tocó reunión familiar. Y cuando digo familiar, me refiero al familión, no a la familia de cinco miembros (seis con Toby) que somos nosotros. Y es que ha venido una tía de Estados Unidos a pasar unos días con nosotros, y decidió reunirnos para un desayunito de aquellos (o sea, un desayunazo) y para una visita todos juntos al cementerio a ver a los abuelos (lindo el asunto: con rezadita y todo). Y, bueno,  también nos reunimos ---supongo--- para celebrar que mi hermana menor acaba de regresar de Alemania, en un bonito viaje que la ha devuelto a nosotros ---por esas vueltas inexplicables de la vida--- con un dulce acento venezolano.
 
La cosa es que acabada la función (créanme: las reuniones de mi familia son un verdadero espectáculo... creo que estamos perdiendo plata al no cobrar entrada e invitar gente), acabada la función, decía, mi tía la viajera vino con unas bolsitas. Eran regalos que había traído. Tras advertirnos a los hombres que estábamos de malas porque debido al sobrepeso tuvo que dejar una maleta (en la que venían los regalos para nosotros), comenzó a repartir sus dones entre las sonrientes mujeres.
 
Y mi tía es súper práctica, ¿vio? Como no se hace problemas, para que nadie se pusiera celosa les trajo lo mismo a todas: unas cremas para nosequé, que se supone que eran lo top de lo top, y que dejó fas-ci-na-das a las mujeres de la tribu. Estupefactas, boquiabiertas, atontadas. Eran Victoria's Secret.
 
Llovieron gritos de júbilo, anonadamientos y bocas abiertas en ángulos desafiantes; sonrisas, abrazos, "gracias, tía", "gracias, cuñada", "gracias, hermana"... ¡Mi Dios, nadie lo podía creer! Y los pocos hombres que quedamos atentos a lo que pasaba (muchos perdieron contacto con la realidad en aquella parte de "Mala suerte, muchachos: la maleta en la que venían sus regalos..."), los pocos hombres que quedamos atentos nos mirabámos cejiangulados y pensabámos que seguramente dentro de esos frasquitos debía de venir el resultado de alguna carrera de caballos, un riñón nuevo para alguien que lo necesitaba con urgencia o la fórmula para rejuvenecer unos veinte años... Porque ninguno entendía muy bien qué pasaba.
 
Las mujeres de la tribu habían caído en éxtasis. Se enseñaban unas a otras sus frasquitos, los abrían, los olían, vaciaban el contenido sobre sus extremidades... Sonreían alucinadas, se reían sin motivo, se abrazaban como si el Perú hubiera clasificado al Mundial (¡jo!)... Todas menos una: mi tía C.
 
Mi tía C. miraba tranquila, un poco con la misma expresión que teníamos los hombres. Para ella había venido su hermana, había comido pan con chicharrón y había repartido frasquitos. Punto. Y entonces alguien lo advirtió, y no tuvo ningún escrúpulo en revelarnos el misterio. Y es que a mi tía le regalaron el otro día también una crema de Victoria's Secret. Y cuando la vio dijo: "¿Qué es esto? ¿Su  secreto de Victoria? ¿Para qué sirve?". Sí, con el su  incluido, y con una indiferencia total.
 
Y es que mi tía C. es absolutamente indiferente a estas cosas. Tan desinteresada está en estos asuntos, que el otro día le regalaron nada menos que un bolso de Victoria´s Secret. Cuando mi prima contó esto, un suspiro se ahogó en las gargantas de todas las mujeres. Era un suspiro de envidia.
 
Pero la historia no había terminado.
 
---Le regalaron la bolsa, y ella la recibió y todos nos olvidamos del asunto ---contaba mi prima---. Pero luego de un tiempo volví a ver a mi tía. Y ¿qué creen? ¡Estaba usando su cartera de Victoria's Secret!
 
¡Dioses del Olimpo que se entretienen asustando a los mortales; destino esquivo que con tus leyes manipulas a los seres humanos a tu capricho; hado misterioso que zarandeas a los hombres a tu arbitrio, como barcos de papel con el viento...! ¡Nadie lo podía creer! Arriba se había vuelto abajo, y abajo era ahora arriba: ¿mi tía C. usando un bolso de Victoria's Secret? De todas las gargantas brotó la sorpresa:
 
---¡Nooo!
---¡Anda!
---¿En serio? ¿La flaca con su bolso de Victoria's Secret?
 
Y, sí, era la flaca llevando su bolso de Victoria's Secret... pero la sorpresa se convirtió en espanto cuando mi prima terminó la historia:
 
---Sí, era mi tía llevando su bolso de Victoria's Secret... ¡pero para hacer el mercado!
 
Y no lo van a creer, pero dentro de su bolso tan elegante mi prima encontró cebollas, papas, tomates y lechugas... todo metido a la buena de Dios. ¡Ay, de seguro que esa señora Victoria se revolvería en su tumba!
 
Fuera de bromas, el asunto me hizo pensar mucho. Y es que mi tía C. podrá estar todo lo desvinculada de la moda que quieran, pero qué suerte que haya gente así. Porque se trata de gente con una sencillez ejemplar para vivir, que no se preocupa innecesariamente por cosas superfluas. ¿Cuántas veces vivimos demasiado aferrados a este tipo de asuntos, al qué dirán, al qué pensarán, al qué pasará, al punto de descuidar lo fundamental, las cosas realmente importantes de la vida?
 
No me malinterpreten: algunas de esas cosas claro que tienen su importancia. Pero ya lo dijo uno que sabe más a alguien que cierto día se afanaba en su presencia por cosas importantes, sí, pero descuidando lo fundamental: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola" (Lc 10, 41a).