viernes, 29 de setiembre de 2006

Noblesse oblige

No. Para los que se preguntan si por fin subí una foto mía a este blog, lamento decirles que aún no ha llegado la hora. El que sale aquí no soy yo. Yo uso anteojos y mi barba no es tan tupida.

Este Toby, el perro de la familia; aunque cuando en casa hace alguna travesura y estamos todos molestos, le llamamos Tobías. Pero da lo mismo, porque en esos casos nunca se aparece para dar la cara. Toby tiene 14 años ya, y en realidad está bastante bien conservado para su edad. Salvo su inexpugnable sordera, hace todo lo que hacía hace diez años: corre, trota, huele, se queja y, sobre todo, duerme. Porque Toby duerme como si se le fuera la vida en ello. Duerme como si tuviera una oportunidad única que no pudiese recuperar jamás; como si alguien le hubiera dicho que en el Cielo de los perros no se duerme nunca. Por eso creo que Toby aprovecha para dormir en la tierra todo lo que no podrá dormir en el Cielo.

Y ese invariable hábito de mi perro lo hace, por cierto, bastante inútil para guardián. Obviamente, cuando recién llegó y vio que había que impresionar a los dueños, algo ladraba cuando veía a algún extraño. Pero una vez que comprobó que tenía asegurados un plato de comida y un sitio caliente para dormir, dio por concluida esa etapa de su vida. Y reveló su verdadera vocación: supervisor. Él mira de lejos todo lo que pasa. Cuando joven, acercaba su hocico curioso a cuanto asunto se desarrollaba en casa: nos miraba ver televisión (era gracioso ver al único miembro de la familia que en vez de mirar la televisión miraba para el otro lado), nos miraba comer, nos miraba discutir... Todo le suscitaba una profunda curiosidad, y siempre se acercaba dignísimo a ver qué pasaba. Catorce años después creo que ya se acostumbró a nuestras actividades y ya descubrió de qué se tratan todas. Nuestra vida ya no tiene misterios para él. Así que ahora ni siquiera se levanta de su cama. Cuando por ventura se da cuenta de que estamos haciendo algo, simplemente levanta una ceja y con uno de sus ojos supervisa un momento. Tal vez luego su memoria recuerde que esa actividad nuestra ya la vio antes, y que ya la tiene clasificada. Entonces vuelve a cerrar el ojo y baja la ceja. Y sigue durmiendo. No hay nada que hacer: para nada perro guardián.

El perro del vecino, en cambio, tiene un nombre un poco más viril. Se llama Yago (sí: Yago). Es un perro negro, grande y de aspecto fiero, si bien cuando uno lo trata le descubre una bondad de esas que hay pocas. Y es que Yago intimida, pero cuando lo conoces, descubres que te cae muy bien. Y hasta te das cuenta de que es un perro noble.

Y a eso iba: desde que hace cosa de un año se metieron a robar aquí en casa ---y luego de ver la inutilidad del ejemplar que teníamos por guardián---, Yago decidió tomarse el trabajo de cuidar no solamente la casa en la que vive, sino también la nuestra. Digamos que nos adoptó. No lo sé, lo imagino seguramente viendo a mi perro luego del robo ---absolutamente anulado a un costado--- y moviendo su enorme cabeza negra de un lado al otro: "Ay, ay, ay... Si tienen a ese enano por guardián, tendré que hacerlo yo". Y desde ese día Yago cuida su propia casa y la nuestra. Cada vez que alguien entra o sale de mi casa se escuchan unos pasos como golpes de tambor en la galera de un barco vikingo. Es Yago que se acerca corriendo por el techo de la casa vecina: llega al borde y se queda mirando la nuestra, a ver quién entra o sale. Mira un rato, atentísimo (a ver si le tomo una foto un día para que vean que de verdad mira con atención), y luego de comprobar que todo está en orden, se va tranquilo, caminando imperturbable (sí, porque si es alguien que no conoce comienza a ladrar como para llamar a fin del mundo). A veces le hago un saludo militar para fastidiarlo. Me mira con gesto grave y luego se da vuelta y regresa a cumplir sus demás deberes. Vaya perro. Solo le falta tocar el pito, tipo sereno, para decirnos que todo está en orden.

Fuera de bromas, cuando uno ve a Yago y el trabajo que se toma en cuidar una casa que no es la suya, uno llega a interpretar su gesto como solidaridad. Porque uno siente algo dentro. Tanto que ya nosotros nos sentimos medio que en deuda con él. Estoy seguro de que si algún día le pasara algo, mi familia pondría plata para llevarlo al veterinario. Con decirles que mi papá de vez en cuando le tira un pan o algo para comer...

Y es que la solidaridad mueve en nosotros fibras bastante profundas. Y por una razón bastante sencilla: la solidaridad es una forma de amor, y nosotros hemos sido creados para el amor. Saquen cuentas: hemos sido creador por un Dios que es tres personas, tres personas que se aman todo el tiempo. Y como hemos sido creados a imagen y semejanza de esa comunidad de amor, es obio que para realizarnos tenemos que amar de la misma manera. Para más inri, los que hemos nacido en una cultura cristiana tenemos una razón más para dar un respingo cuando nos topamos con una experiencia que nos habla de solidaridad o nos la exige. Y es que en algún lugar del corazón sabemos que Alguien fue solidario con nosotros hasta el extremo de la cruz. Y eso conmueve a cualquiera.

Hay un viejo proverbio francés que alguien me explicó como medieval: noblesse oblige 'nobleza obliga'. La nobleza lo obliga a uno a actuar así, solidariamente, compasivamente, amorosamente. Me refiero a la nobleza de nuestro origen.

Yo no sé del perro del vecino, pero nosotros sí que podemos vivir la solidaridad. Y tal como va el mundo hoy, ¡a cada momento!

Les cuento que el proyecto de la Caja del Amor, del que hablé el otro día, está avanzando y creciendo. Luego de analizar la realidad de Cerro de Pasco, nos hemos trazado la meta de llegar a 200 familias. Sí, leyeron bien: 200 familias. Eso es mucho, pero no tanto como para ayudar a todos los que quisiéramos. Cerro de Pasco es una región muy golpeada.

Sin embargo, algo podemos hacer. Los invito a colaborar a quienes aún no se deciden. Simplemente manden un correo aquí, o escriban a la dirección del perfil. Ayúdennos a que esta Navidad sea distinta para una de esas familias. Recuerden que, como dijo san Pablo (y no sé qué boxeador famoso): "Hay más alegría en dar que en recibir".

6 comentarios:

Kike dijo...

Y, sí, san Pablo tiene en común con Jack La Motta lo de toro... digo, por lo indómito, ¿vio? (cf. Hch 16, 35-37).

Maestro, un gustazo.

3L_b4g0 dijo...

y también existe la connotación de mas ke vencedor... con la familia del boxeador...

mmm...

interesante lugar...

Thnx for coming by...

Saludos desde la locura

3L_b4g0 dijo...

por cierto lo de ver la vida de manera sobrenatural... genial...

Supernatural dicen los gabachos, pero lo importante es ke sabemos que hay una realidad mas allá de lo que podemos percibir con nuestros sentidos...

Siempre es bueno encontrarse gente con visión

Nuevamente...

Saludos desde la locura

Kike dijo...

Estimado hermano, graicas por darse un saltito por aquí. Y, sí, por aquí hay gente con visión: yo uso anteojos.

Ja, ja: "gabacho" es una palabra que aprendí hace poquito, y no necesariamente de buena manera. Ya ve que uno es loco...

Fectivamente: hay una realidad más allá de nuestros sentidos... gracias a Dios.

Vuelva, vuelva. Hay limonada y galletitas cuando guste.

Anónimo dijo...

Prechiocho el cancito!!!
Gracias por tu solidaridad kike, sé que estás...
Besotes!

Kike dijo...

Síii.... guapo, mi perro. Lástima que los dueños no salimos a él, ¡ja, ja, ja!

Y, sí, Checha: estoy. Nada más llama.