jueves, 31 de agosto de 2006

¡Mi mamá no perdona!

Mi mamá puede ser todo lo dulce que quieran. De hecho, por ahí alguna persona que leyó algunos posts anteriores me hizo un comentario en esa línea (a la vez que me sorprendió que hubiera gente que leyera esto) . Pero el asunto tampoco es como para cantar victoria antes de tiempo. ¡Ah, no! Porque de que le entran sus quince minutos, le entran... ¡y todos salimos corriendo!
 
Y, bueno, esta vez no le entraron sus quince minutos. Pero estuvimos cerca (¡uf!). Les cuento. Aquí en el Perú le llamamos terma  al calentador de agua. Es ese aparato que hace que cuando te bañes el agua salga calientita. En mi casa se usa uno que es un tanque de agua con una resistencia eléctrica enorme. Dicen que es el aparato más caro de la casa, y supongo que es verdad. Y por esa razón siempre procuramos tenerlo apagado, salvo en las mañanas, que es cuando todos quieren agua caliente. Incluso nos hemos comprado un temporizador que hace que se encienda a las 4 de la mañana y se apague a las 9. Para no consumir, ¿vio?
 
La cosa es que, hace un par de días, eran ya mucho más de las 9 de la mañana cuando mi mamá se fue a lavar las manos... y el agua salió caliente. Rápidamente la sonrisa se le congeló en la cara, las cejas en su frente comenzaron a caer y a arquearse hacia el centro, y la palidez invadió su rostro. ¿Cómo? ¿Qué dice? Ya, sí, tá bien, tá bien... toy exagerando. Pero se puso un poco verde, eso sí.
 
La cosa es que mil veces mi mamá nos ha insistido en que apaguemos la terma luego de usarla, me refiero a las ocasiones en las que la encendamos manualmente. Y nunca falta quien se olvida de apagarla. Y mi mamá siempre es la que detecta este tipo de cosas. Y, pues, llega un momento en que ni con Valium la tranquilizas. Ayer, después de sentir el agua caliente en las manos, comenzó a soltar lo que para nosotros eran los primeros signos de alarma.
 
---¡Mira, pues! ¿Quién dejó la terma prendida?
 
En casa solo estábamos mi hermana y yo. Y apenas oímos esa pregunta sabíamos que la vida no volvería a ser igual. Incluso mi hermana intentó escapar. Pero era demasiado tarde. Mi mamá había ido a fijarse en el temporizador, que está al lado de la llave eléctrica que enciende la terma.
 
---¡¿Ya lo ven?! ¡Prendida! ¿Quién la prendió y no la apagó?
 
En realidad, yo tengo poco de qué preocuparme. Mi mamá ya ni me interroga a mí porque sabe que ni el más crudo invierno limeño hará que me bañe con agua caliente. Siempre prefiero el agua fría. Así que la única sospechosa por ahora era mi hermana. Pasado su sobresalto inicial, sin embargo, se logró recomponer, y con la tranquilidad que da la inocencia hizo su descargó:
 
---Yo no fui.
 
Eso dejó como únicos sospechosos a los ausentes, ambos distraídos empedernidos: mi papá y mi otra hermana. Los dos habían salido a trabajar, por lo que no había cómo preguntarles. Pero eso no importaba. La paciencia de mi mamá había llegado a su límite. Días y días de estériles advertencias, repetidas escenas de sugerencias, quejas, órdenes y juramentos... Ya no más. Se supone que la terma había estado encendida desde el día anterior. Y eso dejó a mi madre hecha un huracán. Y muy decidida.
--- Ya. Ahora van a ver cómo no se les va a olvidar...
 
Y desapareció buscando un lapicero y un papel. Yo me olvidé del asunto. Conmigo no era, ¿ven? Pero luego de un rato bajé, y en la mesa de la cocina, donde dejamos todas las notas familiares (recados telefónicos, encargos de darle de comer al perro, etc.), encontré la siguiente nota, una de las más divertidas que le he leído a mi mamá, que, ciertamente, es una maestra el género (le encanta escribir notas):
 
¿Quién prendió la terma hasta hoy lunes?
¿Desde cuándo la han prendido?
Son S/. 10.= extra en Edelnor.*
Pasa a la caja con tus S/. 10.=
L.
 
¡Ja, ja, ja! Cuando la leí no pude aguantar la risa. ¡Ni mi propia madre nos perdona! ¡Ja, ja, ja! Creo que no hace falta decir que ese "pasa por caja" significa 'ven y págame, quienquiera que seas'. ¡Ja, ja, ja! ¿Han visto cómo están las cosas en mi casa?: ¡ahora se nos cobra por ser hijos! ¡Ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, el asunto me dejó pensando en cierto estilo de pedagogía. De hecho, esa era la justificación que mi mamá esgrimía para su nota: "Con esto no se les va a olvidar". Y es que no es mala pedagogía conseguir ---o mover a alguien a hacerlo--- un bien por medio de algo que nos cueste esfuerzo o nos sea particularmente desagradable; incluso por medio de algo que quizá en primera instancia nos cause dolor (ojo que no estoy hablando de realidades inmorales: estoy hablando de realidades desagradables, dolorosas o incómodas, que no es lo mismo. El fin bueno no justifica los medios inmorales). Ya cité antes la comparación que hacía C. S. Lewis entre Dios y los dentistas. Y, efectivamente, a veces Dios se sirve de ciertos acontecimientos desagradables para educarnos, o nos mueve a conseguir algo con esfuerzo. Y, claro, a veces ese esfuerzo nos puede costar, porque somos engreídos, caprichosos, amodorrados o simplemente porque nuestro hombre viejo suelta sus pataletas.
 
Ahora bien, debo aclarar una cosita: estoy hablando de ciertas cosas incómodas o doloras, pero no de realidades objetivamente malas. Dios NUNCA busca o quiere el mal para nosotros. El mal en el mundo ocurre por múltiples causas (acción humana, leyes naturales, ley del abajamiento, mysterium iniquitatis...), causas ajenas a la voluntad divina. Pero de que Dios sabe sacar cosas buenas de estas cosas malas, sabe. Y lo hace. Y de que siempre quiere nuestro bien, también. Sin embargo, ese es otro tema. Aquí me estoy refiriendo a cuando Dios nos lleva a conseguir algo mediante esfuerzo. El dolor o el esfuerzo no son lo mismo que el mal, ni lo implican necesariamente. Son cosas muy distintas. Y así creo que también se debe entender mi comentario pasado sobre Lewis y la "inofensividad" de Dios: no quise decir "Dios no es inofensivo" refiriéndome a que es maligno; no, señores: me refería a que Dios no es inofensivo porque nos hace trabajar, nos exige, nos mueve de la modorra. Y eso, al que menos, le fastidia.
 
Y es que es padre, pues. ¿Qué esperaban? Es un padre recto, justo, amante y compasivo. No es un abuelo remilgado, consentidor, fofo y permisivo. Él nos educa. Y tiene su estilo, fíjense.
 
 
* Edelnor = compañía que nos brinda el servicio de electricidad.

sábado, 26 de agosto de 2006

Una papa más a la sopa

Tá bien, tá bien, para que se comprenda el siguiente post deberé venderme un poquito y empezar por confesar algo. Y es que gordo gordo no soy, ¿ven? Bueno, ya, tá bien, seamos sinceros: digamos que soy delgado. Bueno, ya, ya... como uno no miente... Entonces confieso con todo: soy realmente flaco. Y, bueno, ¿qué tan flaco? Bueno, bueno, no voy a entrar en descripciones; solo digamos que flaco. Por ahí entre un grupo de malhablados circula el rumor de que cuando llueve no me mojo... Pero ya sabemos todos que esas son habladurías de envidiosos (especialmente de una de mis hermanas, que cuando vamos a la playa y me saco la camiseta se queda mirando mi cintura y me dice entornando los ojos: "Estúpido").
 
Y, bueno, la cosa es que hace poquito justo hablaba de amigos del colegio. Les cuento que P. es una chica que estudió conmigo en esa época. P. y yo hace poco retomamos contacto, y nos comunicamos de vez en cuando. Ella ahora vive en Japón, está casada y es madre de dos niñitos que son un sol. P. escribe desde su celular, por lo que sus mensajes suelen ser cortitos y sin tildes. Yo le contesto con e-mails y ella los lee en su teléfono.
 
El asunto es que hace poco P. me pidió fotos de mis hermanas. Ya saben: las conoció, y luego de once años quiere ver cómo han crecido. Y yo que le mando las fotos, y aprovecho para enviarle una mía. Y su respuesta no se hizo esperar: que muy bonitas mis hermanas, que tal se parece a mi mamá, que tal es igualita a mí, solo que con cabello largo... Hasta que llegó el comentario sobre mi foto. Y el mensaje que me envió me hizo reír hasta más no poder. Aquí se los paso, con su estilo de escritura celularesca y todo:
 
Hazme un favor, trata d alimentarte mejor y de descansar un poco mas!!
 
¡Ja, ja, ja! ¡Ay, mi Dios! ¡Cómo me ha hecho reír esta mujer! ¡Ja, ja, ja! ¿Tan mal estaré? Deben de ser las trasnochadas para postear por aquí. ¿Ven como me tiene el blog? ¡Ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, da ternura saber que, a pesar de la distancia y a pesar del tiempo, hay gente que se preocupa por uno de un modo sano y bueno. Gente que por la estima que nos tiene y por el recuerdo de experiencias compartidas en común nos guarda amistad, calor humano, generosidad y un pedacito de su corazón. Pero pienso luego en Dios. Y pienso en que, si así me quiere una persona que alguna vez tuvo amistad conmigo, ¿cuánto más me querrá todo un Dios, tres personas cuya sustancia es el amor? Una vez leí algo que me dejó pensando: "Dios ama a cada uno más que todas las madres del mundo juntas". Esa frase me dejó pensando... por trece años, desde que la leí. Y ojalá que lo siga haciendo durante el resto de mi vida.
 
Ah, y sí, P.: prometo echarle una papa más a la sopa.

martes, 22 de agosto de 2006

El amigo Juan

El otro día hablé por aquí de la actitud de cierta persona (y, bueno, sí...era mi mamá) que actuó decentemente al devolver a una vendedora lo que esta le había regalado por pena ante una tragedia que mi mamá le relató, algo que le había ocurrido con la carne, etc. (no sean flojos: denle clic al link). La cosa es que la tragedia al final no había sido tragedia sino un "olvido involuntario" (esta frase se está poniendo de moda, no vieran) de la referida madre de este humilde posteador. Y que cuando la referida madre se dio cuenta, se rió hasta más no poder, y luego ya con cara de vergüenza fue a contarle todo a la vendedora del mercado y a pagarle por lo que le había dado de gracia el día anterior. Al final era culpa de mi mamá, ¿vio?
 
La cosa es que en esa ocasión hablé de que por qué no iniciábamos una revolución de honestidad, algo así como para voltear al mundo patas arriba siendo honrados: hacer que arriba sea arriba, y abajo sea abajo, como debería ser, y no que arriba es arriba cuando me conviene, o abajo sea abajo para que te partas porque a mí me conviene o algo así.
 
El asunto es que con todas esas recordé algo. El caso del empleado de una aerolínea que se encontró nada menos que cuatro mil dólares en efectivo y otros tantos más en cheques al portador en el avión que revisaba luego de un aterrizaje.
 
¿Se imaginan encontrarse ante esa situación? Cuatro mil dólares listos, en billetitos, y otro montonón de plata en cheques listos para cobrar, tal vez sin preguntas. Hay que estar hecho de cierta madera, seamos francos, para ir a devolver esa plata sin esperar nada a cambio. Y este empleado lo hizo. Pueden leer la noticia aquí. (Lamentablemente, como soy un cero a la izquierda en vainas avanzadas de computación, no sé cómo enviarlos directamente a la noticia. Les ruego que bajen hasta la cuarta noticia y leerán sobre el caso).
 
Pues bien. Alguien preguntará: "¿Y cuál es el asunto?". Y yo digo: "¿Cómo que cuál es el asunto? ¿Les parece poco el hecho?". Pero, bueno, bueno, como hay de todo en este mundo, uno tiene paciencia, pues, con la gente que no se sorprende con nada, y tengo preparado bajo la manga un plan B. ¿No se sorprendieron con la noticia de la devolución? Pues bien, a ver si se sorprenden con esta: ese tipo es mi amigo. Ajá: a ver ahora... Es cierto: se llama Juan Acosta, estudió conmigo en el colegio, estuvimos en el mismo salón y su mamá es amiga de mi mamá. Y, para colmo, nos encontramos hace unos meses en una fiesta de reecuentro de la promoción a la que él mismo llevó un whisky etiqueta dorada, y nos tomamos un vaso juntos. Claro que fue meses antes de lo de los cuatro mil dólares, que si no, nos desaparecíamos con esa plata y en vez de un whisky hubieran sido diez... después de apanarlo por sonso, claro.
 
Fuera de bromas, estoy orgulloso de mi amigo. Recuerdo que en el grupo de Internet que conformamos varios de la promoción lo felicitamos por el hecho. Y por ahí alguien preguntó algo muy interesante: "¿No es medio patético tener que felicitar a alguien por ser haber sido honrado? ¿No es así como la gente, en realidad, tiene que ser?". Y es absolutamente cierto. Sí que es medio ridiculón felicitar a alguien por haber hecho lo que se supone que tenía que hacer. Pero como el mundo, ya vieron, anda de cabeza, hay que hacer algo de fuerza para que vuelva a su cauce normal. Y se felicita cada palancazo que da alguien para que eso ocurra. Gracias a Dios que hay tipos como Juan.

sábado, 19 de agosto de 2006

Queso al crédito

Escribía un mail de lo más campante. De pronto, suena el timbre. Estaba solo. Corrí a ver quién era. ¡Y lo que vi y escuché me pareció algo de lo más increíble del planeta! Resulta que era para venderme queso fresco. Así le llamamos por aquí a ese queso blanco muy salado que se usa en las comidas... Era para venderme ese queso a domicilio... ¡y al crédito! ¡Qué pintoresco, Dios mío! La falta de trabajo y el ingenio en mi país son... son... ¿preocupantes? ¿Desbordantes? Son, simplemente.
 
Este fue el diálogo que se armó. Es primera vez que escucho de este "sistema" con el queso.
 
¡Din, don!
 
Abro la ventana de la casa.
 
---¿Sí?
---Buenas. Estamos pasando por aquí dejando queso. Queso fresco, de Cajamar... [no terminó la frase porque la interrumpí de la sorpresa, pero quiso decir Cajamarca, un lugar célebre por sus quesos, por aquí].
---¿Dejando? ---por un momento pensé que era algo gratis. Como tenemos encima las campañas de los candidatos a alcalde...
---Queso fresco, de Cajamar... Sí, dejando... Al crédito.
 
No pude evitar sonreír. La chica insistió: debía terminar la idea que, sin lugar a dudas, le parecía un boom de ventas.
 
---Dejamos al crédito, sin inicial.
 
Ahora sí, ya casi sin poder contener una carcajada mayor, luego de recuperar un ratito la cordura ---solo un ratito--- intento deshacerme de ella.
 
---No, gracias.
---Okey, ¿todavía no se anima?
---No ---digo sonriendo, pero no por amabilidad, como probablemente imaginó ella.
---Muy bien. En otra ocasión. Hasta luego.
 
Cierro la ventana y me voy pensando en el adverbio de su pregunta: "¿Todavía no se anima?", y me respondo: "No. Ni ahora ni nunca".
 
Debí preguntarle acerca de los intereses.
 
Fuera de bromas, y lejos del juicio sobre el ingenio del método y la conveniencia o no de dar queso al crédito ---estoy seguro de que la pobre chica se va a ir a la ruina---, preocupa que exista una situación laboral y económica tan difícil que haya que hacer cosas como esa (bueno, suponiendo que mi vendedora esté en una necesidad, y que esto del queso al crédito ---y sin cuota inicial--- no sea un proyecto de universidad o qué sé yo). De todos modos, la falta de trabajo es una cuestión seria. Y si se puede hacer algo, hay que hacerlo. Sin embargo, como bien dice un amigo: "La primera responsabilidad social es la de ser santos". Por último, agradecer a Dios si tenemos uno. Un trabajo, digo, no un queso.

martes, 15 de agosto de 2006

Mi primer amigo en el Cielo

Ayer en la noche, ya muy cansado, me enteré de una noticia. Falleció hace casi una semana, en París, a los 91 años, Alberto Wagner de Reyna. "¿Y quién es este señor?", me dirán algunos. Pues, bien, ¿qué quieren que les diga? Podría empezar por varios frentes a hablarles de él y a decirles quién fue, solo que no sé por dónde empezar. 
 
En cuanto a su currículum, agarren una silla y siéntense, porque es impresionante. Tuvo estudios tanto en Derecho como en Filosofía, por la Pontificia Universidad Católica del Perú, y fue considerado como uno de los filósofos peruanos más reconocidos en el mundo y como uno de los representantes más connotados del existencialismo cristiano en el Perú y América Latina. No solo eso: también fue miembro de la Academia Peruana de la Lengua (su nombre aparece en la Ortografía de la lengua española de 1999). Pero tampoco solo eso: además fue embajador, y desempeñó funciones diplomáticas en Brasil, Portugal, Suiza y Chile, y creo que en otros países también. Y no paramos ahí: también fue miembro del Consejo de la Universidad de las Naciones Unidas en Tokio. Y si todo eso les parece poco, les cuento que fue nada menos que miembro del Consejo Pontificio para la Cultura. (Les dije que se sentaran).
 
Pero cuando yo lo conocí, no sabía nada de esto. Este humilde corrector de textos conoció a este tremendo señor a partir de un trabajo que tuve que hacer por encargo de cierta editorial: corregir la reedición de uno de sus libros: La poca fe. Y fue uno de los trabajos más placenteros de mi vida, si bien, a la vez, uno de los más duros, aunque esto último por razones ajenas a la escritura. Dado que tengo que coordinar siempre mucho con el autor de los textos que corrijo, fue ahí cuando lo conocí. El correo electrónico (don Alberto vivía en París) nos permitió trabar contacto y amistad. Ahí nos conocimos. Ahí me conoció, don Alberto, aunque, por las palabras que me dedicó, es claro que se llevó una impresión falsa de este tremendo pecador:
 
Es una suerte para mi el haberlo conocido a raiz de  esta colaboracion, y me es una satisfaccion el estar en relacion  con usted, un catolico convencido y militante e interesado en lo cultural y la comunicacion. Tengo amigos en el Peru, en la PUCP y en  el Inst. Riva Aguero, y ahora cuento con uno mas, y por anadidura interesado en mi trabajo.(1)
 
A mí me alegró mucho más, don Alberto, haberlo conocido a usted, alguien que me dio ejemplo, una vez más, de que se puede ser un intelectual católico cabal, y sacar no diré la cara, sino las garras por la fe, que es algo que tanto necesita el mundo de hoy.
 
Tenemos, pues, la misma razon de vida: servir al Senor, y  con ello a nuestros projimos. Cumplimos  de este modo el fin de nuestra existencia: la gloria de Dios. El amor a Cristo,  y en El a todos los demas : he alli el camino, que es Cristo mismo. Sin beaterias pero tambien  sin «respeto humano», y siempre ---como decia Louis Veuillot--- «de acuerdo con  el Papa y la gramatica».(2)
 
¡Por supuesto que sí!: de acuerdo con el papa siempre, y de acuerdo con la gramática. En el mundo de hoy necesitamos eso, de ambos: del papa y de la gramática, de los milagros y de los santos; pero también del periódico, de la Internet... de todo un poco. (Este último comentario es una paráfrasis de un excelente comentario de la autora del blog "Caminando":  http://www.eltestigofiel.org/blogs/index.php?blog=18&title=apuntes&more=1&c=1&tb=1&pb=1).
 
La amistad con don Alberto trascendió los estrechos (a la vez que amplios) límites de su gran libro. Nos seguimos escribiendo tiempo después, si bien algo pausadamente. Saludos por Navidad, por Pascua, algún intercambio de noticias... Uno de los recuerdos más bonitos de mi vida fue su gentil invitación ---al final de aquel 2003--- al almuerzo que cada fin de año año solía ofrecer a todos los que de una u otra manera colaboraron con él. Él, en París, claro ---se le hacía muy difícil viajar con 90 años a cuestas, pues su mente se llevaba toda la lucidez que sus fuerzas destinaban a su cuerpo---; pero nos recibió su atentísima hija, en un almuerzo fabuloso, lleno de invitados de lujo ---a quienes no mencionaré sencillamente por modestia---, entre quienes el único lunar era yo. 
 
Don Alberto escribió La poca fe hace mucho tiempo, pero quiso reeditarlo para que las nuevas generaciones se enteraran de lo que tenía que decir: que Dios está cerca del hombre, que nuestra única razón de vivir es estar con Él.
 
Hace poco cumplí setenta y cinco años de mediocres servicios a la vida. No he de hacer por ello testamento, pues nada tengo que dejar. Han pasado por mi mente hartas cosas, riquezas del saber y del espíritu. Las he retenido algún tiempo, les he dado suelta después; me han quedado olvidos y recuerdos. [...] || [...] sí, recuerdos y más recuerdos. Entreverados y dispares, y a ratos disparatados, aunque son cada vez menos, pues por los forados de la memoria entran ladrones y se llevan lo mejor, como botín, al olvido. Ignoro si a alguien puedan interesar. Sin embargo, he querido reunir estas remembranzas, no en forma anecdótica y deleitable para divertir a posibles lectores curiosos, sino escogiendo las más importantes y susceptibles de agruparse (como casas pueblerinas en torno a la torre de la iglesia) alrededor de lo más valioso que he tenido ---y tengo--- en mi existencia: la fe. No es este, pues, un libro para amenizar, aunque refleje el júbilo profundo y comunicativo de ser creyente. Tampoco busca mostrar lo poco que sé ---lo mucho que ignoro--- ni tiene por fin que se acuerden de mí en mi ausencia. Intenta ---modestamente--- invitar a dar un paseo por diversos campos (a menudo áridos, nunca exentos de savia refrescante) en que se columbran perspectivas que ---en mi sentir--- concurren a una visión de la fe cristiana que corresponde a las preocupaciones del hombre de hoy, en permanente trance de interrogante.(3)
 
Ya quisiera yo, algún día, poder decir lo mismo, don Alberto. Atesorar mis recuerdos y hacer que den fruto en un testimonio cristiano indudable, para poder decir ---no tanto amparado en mi propia seguridad sino en el abrazo misericordioso del Padre al siervo "bueno y fiel" que hizo lo que tenía que hacer--- que cumplí la labor, luché el buen combate, llegué a la meta. Como usted nos contó a varios de sus amigos en las reflexiones que hizo cuando recibió el sacramento de la unción de los enfermos:
 
Fue una experiencia espiritual y existencial extraordinaria, que relato porque quisiera que otros fieles de mi edad ---he pasado los 90--- pudieran tambien disfrutar de ella. Por lo pronto, me embargo un sentimiento de seguridad, de paz interior, al saberme debidamente preparado para presentarme  ante el Senor. (Si fuera mujer, diria que me contaba entre las virgenes prudentes que entraran con el novio a la sala de fiestas.)
 
Ya nada me importa y venga lo que venga, se que Cristo me encontrara en servicio activo, con las cuentas saldadas, debidamente arreglado, dando gloria a Dios y garantizado por sus promesas solemnes de reconocerme como discipulo en la momento decisivo. No era una «seguridad» del satisfecho propietario  que tiene sus
almacenes llenos de riquezas, sino la tranquilidad del hijo que confia plenamente en el amor de su padre.
 
A esta vivencia espiritual se anade una segunda sensacion: el haber logrado la plena realizacion de las potencialidades de mi vida. Soy alguien que ha cumplido totalmente su tarea;  que ha redondeado victoriosamente su existencia terrenal; que ha triunfado en la vida. Pues  que mayor satisfaccion que haber ganado el Cielo, por la misericordia de Dios?!(4)
 
A eso tenemos que llegar: a cumplir el plan de Dios, a desplegar todos los talentos que nos dio para su mayor gloria y servicio de los hermanos. ¡Vaya tarea! Y vaya si Alberto Wagner de Reyna la cumplió. Era para mí un lujo tener un amigo así.
 
Pero ¿qué digo "era"? El lujo para mí "es" todavía. Porque don Alberto sigue vivo. Eso me dice mi fe. Eso me dice mi esperanza. Y eso me dice el amor de Dios. Don Alberto sigue vivo, junto al Señor, en el Cielo. Y, fíjense: es mi primer amigo en el Cielo. Claro, a ver, momentito, moderemos: me refiero a que es el primer amigo que he hecho aquí en la tierra que llega al Cielo. Casi todos los demás amigos que tengo en allá los hice después de muertos. Don Alberto, usted ya llegó allá, pero nos conocimos acá. Caballero, nomás: va a tener que apoyarme... ¡ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, ahora le toca acordarse de mí, de su amigo. Si ya era yo fastidioso en la tierra, ¡imagínese lo que seré ahora que usted está en el Cielo! Ya verá que no lo dejaré en paz, je, je... Y es que ya sabemos que al que pide, se le dará, y yo pediré mucho porque necesito mucho. Soy un huérfano en la fe, miserable y pecador, y el gran milagro de que yo llegue al Cielo lo deberá hacer Dios, porque si no... Y para eso, cuento con su ayuda. Por haberse muerto primero (¿ya ve?), ahora de usted depende (bueno, ya sé, ya sé: de mí también) aquel abrazo que pretendo con todas mis fuerzas darle en el Cielo, al lado de nuestro Señor. Haremos un nuevo almuerzo, esta vez allá, ni bien nos encontremos los tres, y seré yo entonces quien le agradezca los servicios prestados.
 
 
(1) Wagner de Reyna, Alberto.  Comunicación personal. (Don Alberto escribía sus correos electrónicos en texto plano y sin tildes. Cuando nació no había ni siquiera televisor; no lo culpo por no acostumbrarse del todo a los caprichos de las computadoras, si bien era un medio que manejaba bastante mejor que muchos de mis contemporáneos).
(2) Ibídem.
(3) Ídem. La poca fe. Lima: Fondo Editorial PUCP, 2003. Preámbulo.
(4) Ídem. Manuscrito inédito. Comunicación personal.

jueves, 10 de agosto de 2006

Cartas...

A mí me molesta cuando alguien dice "Te envié una carta"... y se refiere a un correo electrónico. Y es que cuando oigo la frasecita voy apurado a mi casa y pregunto: "¿Hubo carta para mí?". Y todos "¡Noooo, nooo!". Y entonces busco desesperado en el mueble donde dejamos la correspondencia, al costado del teléfono, debajo del teléfono, debajo de la puerta... Entonces viene el interesado:
 
---¿Y? ¿Ya leíste mi carta?
---¿Cuál carta?
---¿Qué? ¿Tu dirección no es talcosatalcosaarroba....?
 
Y entonces comienzo a ver todo de color verde.
 
Fuera de bromas, creo que llamando a cada cosa por su nombre hacemos un bien a la humanidad. Es que ayudamos a aquello que dijo Aristóteles, ni más ni menos, ¿vio? Digo, aquello de que la verdad es la adecuación de la mente al objeto. Y no al revés, que fue lo que ocurrió luego de Descartes. Porque por eso estamos como estamos: si cada uno va a llamarle al objeto como le da la gana... Mamita.

domingo, 6 de agosto de 2006

¡El Mesías! ¡El Mesías!

El otro día les presenté a mi amigo M. ---el fotógrafo ad hoc---, y a los flamantes esposos R. y S. El martes fue cumpleaños de M., y nos reunimos un rato en su casa junto a otra gente. También estuvieron R. y S. Y recordando el día de la boda y todo eso, S. me contó algo de lo que no me di cuenta por lo nerviosos que estuvimos todos ese día.
 
¿Se imaginan un carro de novia (con novia y todo) convertido en un Ferrari azul (sí, ya sé...) a cien por hora en una vía expresa limeña en la hora más congestionada? Pues así íbamos, modestia aparte, para intentar llegar a tiempo a la iglesia. La chica en cuestión iba en la parte de atrás; su aparentemente sereno padre iba a mi lado, delante. Pero quienes también iban con nosotros eran el paje y la damita de honor. La damita de honor tendría unos cinco años, e iba de lo más tranquila, como si en vez de ir a la boda de su tía hubiera estado yendo a su casa luego de un pesado día de trabajo: miraba los edificios y los carros como sin verlos, tranquilísima y dejándose llevar adonde la vida la condujera. Quien parecía, más bien, que hubiera estado yendo a Alemania a ver la final del Mundial era el paje. A sus cinco años, no paraba de hablar, emocionadísimo. Aunque, a decir verdad, su tema preferido era la destreza, fortaleza, aventuras y poder de los Power Rangers. Lo escuché divertido y enternecido los primeros minutos; algo hastiado los siguientes; un poco aturdido después; y verdaderamente desesperado por que se callara al último. Creo que al final la velocidad del auto o la preocupación de su tía cuando descubrió que había olvidado el buqué en casa ---sí, eso pasó: agárrense--- lo desplazaron del centro de atención y reconoció que tocaba estar tranquilito.
 
La cosa es que S. me contó un detallito que yo no sabía. Y, bueno, algunas personas saben por qué no pongo ni pondré una foto por aquí. Pero los que me conocen saben llevo una barbita que de vez en cuando me olvido de hacer recortar. (En algunos aeropuertos de EE. UU. pensaron que era iraquí. ¡Y me lo decían en mi cara!). Cuando estábamos todos los que dije subiendo al auto, ya para dirigirnos a la iglesia, el niño subió al final. Y no bien me miró, se volvió a su tía en voz quedita y le dijo totalmente sorprendido: "¡Tía, es Jesucristo! ¡Es Jesucristo!". ¡Ja, ja, ja! ¡Ay, mi Dios! ¿O deberé decir "Ay, mí mismo"? ¡Ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, este humilde posteador acaba de llegar de un retiro que tuvo, aprovechando el largo feriado por fiestas patrias. Y nuevamente se encontró con esa verdad: lo único que vale la pena en la vida es, precisamente, ser como Jesucristo. Con barba o sin barba: no importa. Les juro que no me parezco. Pero debo ser capaz, algún día, de decir lo contrario de mi interior. Al menos, esa es la idea. La idea para todos, digo, no solo para mí.
 
¿Cómo dicen? ¿Que qué alucinadas estoy hablando? Nada, estoy hablando clarito. ¿O a poco se creían que ser cristiano era simplemente ser buenito o creer en Dios? Ya lo dijo uno de los doce que acompañó a Jesús (al verdadero) un día: "No tienes mérito. Los demonios también creen". ¡No me digan que en serio creían que bastaba con eso! Bueno, no se preocupen: eso se arregla de un plumazo. Basta recordar palabras como estas: "No todo el que diga 'Señor, Señor' se salvará, sino aquel que haga la voluntad de mi Padre" (Mt 7, 21). Esas sí son palabras serias... totalmente fuera de bromas, ahora sí.

miércoles, 2 de agosto de 2006

Perdón

Pido perdón a todo el mundo por lo que viene ocurriendo con el blogcito este en estos días. Como ven, se vienen colando textos solos, misteriosos, repeticiones de posts anteriores. ¿Qué ha ocurrido? ¿Se volvió loco Kike? ¿Finalmente se le salió el único tornillo que le quedaba (ese que andaba suelto)? ¿Se trata acaso de una conspiración universal de la secta de los Misterati (esos de los que tratará el próximo Código da Vinci) para erradicar finalmente de la humanidad este humilde blog?
 
No, na' que ver. La cosa es más simple. Ocurre que uno no nace sabiendo cómo mantener un blog, ¿vio? Así que uno va probando y probando y aprendiendo hasta que le agarra el truco: «ensayo-error», que le llaman. Hace varios días envíe muchos mails de prueba (posteo con el mail-to-blogger) a este moderno medio de comunicación. Pero el moderno medio de comunicación no me respondía ni un pelo, así que respondí, con toda dignidad, como cualquier hombre hubiera reaccionado ante estos casos: a las patadas. Y comencé a enviar y a enviar posts y más posts, hasta ver si alguno sí aparecía publicado, por el amor de Dios. Finalmente, por ahí uno de tantos mails terminaba apareciendo luego de ir a "Ver blog", y al fin quedaba yo satisfecho. Igualito que tu papá cuando, al tratar de arreglar el televisor, lo termina arreglando a puñetazos, o como cuando desarmas la licuadora y al volverla a armar te sobran piezas. Algo así.
 
En fin, que por esas cosas de la vida y de estas vainas del blogger, toooodos aquellos mensajes que envié hace muuuucho tiempo, probando esto, han comenzado a llegar ahora, uno por uno... (¡sí, a la hora...!) y, no sabemos por cuánto tiempo seguirán llegando. ¡No, si ya hasta parece una novela de utopía negativa, de esas tipo Fahrenheit 451 o Un mundo feliz, o alguna de esas en las que las máquinas se rebelan contra el ser humano!
 
Fuera de bromas, qué buena cosa pueden ser medios de comunicación como estos. Sirven para encontrarnos, para difundir un mensaje, para pasar el rato o para conocer otras culturas y otra gente. Pero qué importante es que siempre estén supeditados al gobierno del ser humano, ¿no? No volvernos un esclavo de los caprichos de estos "cosos" (homenaje a Lacanna), sino que ellos estén a nuestro servicio. He dicho.