El otro día conté un poco sobre el perro de mi vecino y las escasas aptitudes de guardián del de mi familia. Recordé todo esto porque hace un rato salí a comprar algo, y me encontré nuevamente con la mirada de Yago, el perro del vecino. Y recordé algo que pasó justo el día que nos robaron, hace cerca de un año.
Ese día habíamos salido todos, como siempre. Y la primera en llegar, en la tarde-noche, fue mi mamá. Uno de los vecinos vino nervioso a decirle:
---¡Señora, se han metido a su casa!
Y contó que vio a alguien forcejeando con la puerta, y finalmente entrando a nuestro humilde hogar. Entonces, tras entrar en su propia casa para llamar a la policía, este vecino fue directo a la nuestra y ---valiente--- entró tras el ladrón gritando y armando escándalo. Dice que sintió unos pasos apresurados, y luego a alguien corriendo por el techo. Y ya no hubo más.
Resultó ser que los ladrones eran unos novatos. No se llevaron casi nada de mi casa, no sé si porque no les dio el tiempo o sencillamente porque no les dio la imaginación. No es que mi casa sea un paraíso de la tecnología, un museo de joyería o un depósito de dinero. Nada que ver. Es una casa normal. Pero pudiéndose haber llevado más cosas, solo se llevaron un televisor viejo ---que estábamos pensando tirar a la basura--- y el DVD. Ah, y una frazada (sí: una frazada... "[...] que tú y yo estamos locos, Lucas"). Ni tocaron el microondas (sí, el famoso microondas) ni el otro televisor, ni la computadora ni ningún artefacto, y ---gracias al Cielo--- tampoco se les ocurrió pasar por el cuarto de este pecador, donde mi laptop estaba simplemente para recoger (al día siguiente me compré un cable de seguridad).
La cosa es que a todo esto ustedes se estarán haciendo la misma pregunta que nos hicimos nosotros en ese momento: "¿Y Toby?". Pues bien, gracias, hombre. Toby estuvo entregado a su placer favorito, y de más está decir no solo que no ladró o llamó a la policía, sino que ni siquiera sintió algo. Nada. Y felizmente que así fue, porque de haber sentido tal vez se hubiera dedicado a observar en silencio y con curiosidad a los extraños (así mira mi perro) en su faena de desvalijar la casa, y eso sí que hubiera sido humillante. Así es Toby: amigable, ¿vio?
No se vayan a confundir. Yo quiero a mi perrito. La cosa es que es así: para guardián no sirve. Tiene otros dones, digamos.
La cosa es que ese día, luego de que todos llegamos a casa, nos dedicamos a hacer lo que siempre se hace en estos casos: analizamos lo sucedido, conversamos con los testigos y luego de plantear algunas hipótesis y sacar conclusiones, dimos por concluido el asunto. Agradecimos a los vecinos, dimos algunos apretones de manos y besos, y cerramos la puerta. Pero con Toby afuera.
Y es que con tanto revuelo no nos dimos cuenta de que mi perrito estaba a sus anchas: puerta abierta, ningún control, libertad total. Salió tal vez cuando llegó el primer vecino, y se quedó afuera husmeando, oliendo, marcando territorio y cazando algún alimento exótico. Ya saben: perros. Estaba en el Paraíso. Con el ajetreo ninguno de nosotros se dio cuenta. Así que despedimos a los vecinos y cerramos la puerta lo mejor que pudimos (estaba rota), y nos entregamos a otras cosas (siempre hay algo que hacer en mi casa).
Algo de una hora después, nuestro vecino, el dueño de Yago, salía de su casa a comprar algo por ahí. Y lo primero que vio al salir fue a Toby, sentado en la puerta de nuestra casa, con expresión medio tristona, queriendo entrar pero sin saber cómo. Y lo que luego nos contó este vecino que pensó y dijo todavía me hace reír : enterado del pobre desempeño de mi perrito durante el robo, miró al Toby cabizbajo y abandonado en la calle, y le dijo:
---Ay, Toby, ¡ya te despidieron!
¡Ja, ja, ja! Ay, todavía me hace reír esa escena. Aún hoy cuando miro a Toby me acuerdo de eso. Aunque, ya con franqueza, creo que cuando el vecino nos lo contó, sí nos planteamos el asunto en serio: le dábamos su indemnización por tiempo de servicios y lo mandábamos a buscar mundo.
Fuera de bromas, seguro que en algunos contextos la cosa es así de sencilla: no trabajas bien, y te vas; no cumples, y te vas. De patitas a la calle. Pero hay un contexto en el que eso no se cumple, sino que ocurre todo lo contrario.
La misericordia de Dios es infinita. ¿Qué sería de nosotros si cuando nos arrepentimos en vez de misericordia recibiéramos nuestro merecido? En vez de eso, el perdón llega como un bálsamo que renueva y cura las heridas, por más duras y feas que estas sean.
No es la ley del talión de un dios despiadado; es la misericordia libérrima e infinita de un padre amoroso. Disfrutar de la dulzura de su misericordia cuando lloramos nuestros pecados es quizá la alegría más grande que se pueda experimentar, la paz más dulce, el amor más tierno. Los animo a hacer la prueba.
Y lo alucinante es que no hay límites para esa misericordia. ¿Cree alguno que su pecado es demasiado fuerte para ser perdonado? ¿Cree alguno que ya no tiene salvación para enderezar lo que va cuesta abajo? Me impresiona mucho aquella ocasión en que el amigo de Jesús, Lázaro, ya había muerto. ¿Recuerdan la escena? Lázaro tenía ya cuatro días de muerto. Ya estaba podrido. Ya apestaba. Y, sin embargo, Cristo lo devolvió a la vida.
Lo mismo ocurre, gracias al Cielo, en cualquier sencillo y pobre confesionario de este valle de lágrimas... y de alegrías tan grandes como esta.
18 comentarios:
Vine apurada, como siempre,¡saludos! muy bueno todo acá.
Mira lo que he debido poner: vsbnwgxz, ¿Sabes que ya tenemos un bastante buen antispam blogero acá? Quizás podrías borrar la verificación de la palabra.
Y es bienvenida, como siempre :-) Saludazos, vuelva cuando quiera.
Y lo del antispam... ¿en serio es bueno? La vez pasada se me metió un robotito y perdí un buen tiempo borrando cada uno de sus gracias.
De todos modos, creo que tiene su vacilón poner la palabrita :-)
¡Pobre Toby! Su oportunidad de brillar deteniendo a unos ladrones con poco talento y se lo pierde por estar dormido.
Y?
Cuando me rescataron al pobrecito de Toby?
Cuanto pasó en la calle?
sin su cama, desvelado el pobre...
holas...bueno me acorde de mi perra es grandota pero cuando viene un extraño no le ladra es mas los langüetea les mueve la cola es una perra amigable no guiardiana tal vez se comportan asì por el cariño que le damos.
saludos...
Zegim, Ecazes, Sandra:
¡Qué tal metáfora! Efectivamente, cuántas veces nos perdemos cosas por dormirnos...
Y, sí, bueno, el pobre Toby no se pasó mucho tiempo en la calle, déjenme decirles. Habrá sido cosa de una hora. Pero él feliz, ¿eh? Ya saben: explorando _terra incognita..._ Feliz.
La historia terminó con nuestro vecino, mi tocayo, tocando la puerta de casa para ver si reconsiderábamos el contrato de Toby. Y todos nos reímos (menos Toby) y lo aceptamos de vuelta.
Aunque, en realidad, todo fue mentira, je, je... Toby y yo nos pusimos de acuerdo hace un año para que le pasara eso, cosa que un año después, cuando yo tuviera un blog, pudiera hablarles de la misericordia de Dios. Porque ese era el tema, ¿vio? ;-)
En serio, queridos lectores, nadie habló de eso. A mí recordar esta anécdota de mi perrito ha poco me hizo pensar en eso. Y hoy que este humilde posteador se confesó por centésimadiezmilésimachinchugésimamillonésima vez, volvió a experimentar esa mismísima y gran alegría... de esas alegrías que alguien me prometió que nunca me quitarían. Fue en la mañanita... y hasta ahora me dura la sonrisa en el corazón.
Hola Kike! Oye, muy bueno tu blog! Me gustaría ponerte entre mis blogs amigos en Historias de Alemania. Escribes super bien! Un abrazo! Dale unas palmaditas a Toby de mi parte.
Marta:
Honor inmerecido que nos haces... ¡En serio!
Por supuesto que puedes poner el enlace en tu blog. Lo conozco de hace un tiempo, si bien no siempre he podido seguirlo.
Muchas gracias por el cumplido, y sí que le daré sus palmaditas a Toby de tu parte :-)
Hecho, de verdad que tu blog es muy bueno. Un abrazo!
Lunes, 9 de octubre.
--Toby, ven aquí.
(Toby no se mueve... es que es sordo).
Kike va hacia Toby.
--Mira, Toby, ayer una señora de Alemania me mandó saludos para ti, y debo darte unas palmaditas, ¿está bien?
Toby mira silencioso, pero se sienta al lado de Kike.
--Eso, Toby, muy bien. --Kike se sienta al lado de Toby. Ambos miran el horizonte desde el techo de la casa.
--Aquí tienes. Marta Salazar te manda saludos.
Toby mira el horizonte. Es sordo y no oye nada... pero se nota que está a gusto.
Nuevamente, muchas gracias por tus palabras. Bienvenida cuando guste.
Pobreeee!
Yo no soy muy animalera, pero me morí de ternura!
Besotes Kikito!
JAJAJAJA, eso me recuerda a mi difunto perro Juguete, que le gustaba dormir de lo lindo. Una vez, el gato del vecino paso por encima de èl, y ni siquiera se movio o se dio cuenta. Como extraño a mi perro :)
Checha:
Sí, recuerdo que no eres muy animalera (¡qué palabra, ja, ja, ja!); entonces me da más gusto todavía haberle hecho cosquillas a tu corazón. A mí me las hace lo otro de lo que hablé en el post :-)
Salve, Kike:
Pena por lo de juguete. De repente está en Cielo de los perros, precisamente, gozando ya de una vez de los beneficios de la misericordia de la que hablé :-)
Saludos a Toby, Kike.
Un abrazo y sigue escribiendo ;)
Hey Kike!!
Buen blog!!
¡Hombre, bla bla! Otra que me hace famoso al perrito, je, je...
Es curioso: sin querer hacerlo famoso, hice a mi perro más famoso que la ruda, y queriendo hacerla famosa, no hice a la misericordia de Dios más conocida (o comentada, por lo menos).
En fin, seguiré tu consejo. A ver si así se arregla la cosa :-)
¡Hey, Neonativa! ¡Gracias!
Vuelva cuando quiera, hay limonada y galletitas :-)
Publicar un comentario