martes, 11 de julio de 2006

Mamá devolucionaria

Pasa que mi mamá ha estado está semana algo cabezona por algunas cosas que han estado pasando por aquí ---y, bueno... todos, en realidad---. Y si bien por ahí ha estado con un humor de aquellos, también ha tenido de lo otro: unas despistadas peor que Woody Allen. Y cuando viene y te las cuenta, así como quien cuenta una travesura, vaya si es tierno.
 
Así que viene mi mamá a la cocina mientras yo desayuno. Yo estoy tomando mi café pasadito, que me encanta, y me dice, como quien viene de ponerle una cáscara de plátano en la silla al profesor:
 
---A que no adivinas...
 
Es gracioso ver a tu mamá con una sonrisa de niña de seis años. Te da ganas de seguirle la corriente, muerto de ternura. De decirle: "A ver, mamá, siéntate en mis rodillas y cuéntame tranquilita". Así que yo, con todo el gusto del mundo, porque el café estaba riquísimo, y porque era mi mamá, le sigo la corriente.
 
---¿Qué pasó?
---¿No sabes qué pasó con la carne?
---Pues... no ---yo estaba despistado y la cosa prometía.

Así que arrancó mi madre a contarme los detalles. Que fue al mercado a hacer las compras para el mejunje del día. Que va y que compra esto y aquello y estotro. Y regresa a casa apurada, pensando en mil cosas, en el problema aquel, en la cocina, en la comida, en los niños que debía recoger a tal hora...

---Y de pronto ---me dice--- me doy cuenta de que no estaba la carne.
---¿Cómo que no estaba?
---Pues no estaba. No estaba por ningún lado. La busqué y la busqué... y nada. Ni en la refrigedora, ni en la mesa... No estaba.
 
Y yo ya me imagino por dónde va la cosa... je, je... En fin. Me aguanto una sonrisa y escucho.
 
---¡Había dejado la carne en el mercado! ---concluyó.

Ya la ven a mi mamá que, como es incapaz de decir una grosería ---al contrario de su hijito, (¡mamita linda, te vas a ir al Cielo con zapatos y todo!)---, salió apurada y simplemente preocupada al mercado con una idea fija: había dejado la carne donde la señora que se la vendió.
 
---Señora: ¡dejé mi bolsa de carne aquí!

¿Se imaginan la cara de la vendedora?
 
---¿Cuál bolsa?
 
Y dale mi mamá a explicar. Y estuvieron un buen rato así. Ella insistiéndole en que por ahí debía de estar. Y la venderora que no, que cuando eso pasa ella las guarda, que luego las vienen a reclamar, pero que esta vez no encontró nada. Y mi mamá que sí, y la otra, que no. Al final resultó que la vendedora era una mujer inteligente. ¿Para qué hacerse problemas? Iba a ganar más manteniendo a su cliente contenta y agradecida que peleando por una cuenta mal pagada. Así que no la hizo larga: pesó nuevamente el mismo pedido que mi madre había llevado unas horas antes y se lo dio gratis.
 
Unos minutos después, mi madre llegaba a casa con su nuevo paquete de carne. O sea: operación rescate concluida.

---Y vine y dejé la nueva carne en la congeladora y listo, me olvidé del asunto ---mi mami es súper práctica.
---¿Y qué pasó?
---¿Que qué pasó? Que al día siguiente yo estoy aquí, en la mañanita, cocinando, y de repente comienzo a oler a podrido detrás de la lustradora...
 
¡Ja, ja, ja! Y todo lo que sigue ya se lo pueden imaginar. Resulta que, al llegar del mercado el primer día, había dejado la carne detrás de la lustradora. ¡Sí, detrás de la lustradora, quién sabe por qué! Y listo: se olvidó. Literalmente. Solo se dio cuenta dos días después, cuando ya la carne se había podrido... ¡ja, ja, ja! ¡Vieran cómo mi mamá no paraba de reírse cuando me lo contaba! Lo bien que le hizo reírse así.
 
Pero aquí viene la cosa. Yo acabo de escribir: "todo lo que sigue ya se lo pueden imaginar"... Pero hay una cosa que tal vez no. Y yo tampoco me la imaginé... Aunque, bueno, en realidad, sí; sí me la hubiera imaginado si me hubiera detenido a pensar un minutito más. Pero mi mamá no me dio tiempo, porque completó de inmediato su travesura de niña contándome el colofón con la mayor naturalidad del mundo, sin ningún afán de vanidad; simplemente contando el final que para ella era lo más lógico en una aventura como está.
---¡Ay, cuando luego regresé donde la vendedora para explicarle y pagarle completo por el nuevo paquete de carne que me dio, se me caía la cara de vergüenza!

Y está bien que se le cayera la cara de vergüenza, pero a mí la mía se me llenaba de orgullo, ¿vio? Es que yo me quedé solo con la primera parte: fue donde la vendedora a disculparse, explicarle y pagarle lo justo.
 
Y es que no solo me llena de orgullo porque es mi mamá, sino que me llena de orgullo ver que todavía hay seres humanos así en el mundo. Y que uno de esos seres humanos me crió. A ver si nos armamos una revolución así, ¿qué les parece? Honestidad al máximo: una actidud "devolucionaria".
 
Fuera de bromas, ¿no ven la importancia que tiene "beber" estos ejemplos de la vida de los propios padres? ¿Seremos tan cretinos como para pretender que nuestros hijos aprendan valores en los libros del colegio mientras nos ven a nosotros hacer trogloditeces a los demás? No señores: el que no sea lo suficientemente valiente como para no tener el arrojo de ser coherente, que mejor no se meta a ser padre. Ni a ser nada, ¿vio?, mejor aun. Un padre tiene el deber de que su hijo llegue a ser santo, ni más ni menos. Y a ver cómo lo logramos si no somos así.
 
Y disculpen ahora la filinada, pero por algo es mi blog: gracias, mamá, por esas lecciones que hemos bebido de tu sombra desde pequeñitos. Ahora vuelvo a comprender con mayor claridad por qué yo también tengo a veces esos arranques de "babosería", como se suele llamar en un país como este a la honestidad y a la franqueza. Ahora entiendo mejor por qué a veces no me contengo y les increpo a los cobradores del microbús ---a veces con una cierta violencia, para divertirme un poco---: "¡Oye, me has dado vuelto de más!" (¡si vieran las caras que ponen!).
 
Gracias, mamá, por ese tremendo ejemplo, y a pesar de que me has advertido muchas veces que ni lo sueñe, igualito te voy a llevar a tus nietos (cuando existan, claro, ¡tranquilita!) para que les enseñes lo mismo. Sí, sí, ya sé, ya sé: obviamente solo cuando ni quien sea mi mujer ni yo podamos atenderlos. Pero no te hagas la loca: bien que estás deseando que llegue ese momento. ¡A mí con cuentitos...!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy linda tu anécdota. Y me parece grandioso el reconocimiento a aquellos que nos enseñan a ser mejores en la vida! Te felicito y te dejo un saludo desde Argentina.
Mariela.

Kike dijo...

¡Muchas gracias! Y sí, tienes razón: mi mamá debería reconocerme... je, je... ;-)

AleMamá dijo...

Casi me he ido a la cama tres veces y tres me he quedado leyendo "el último" ¿no ve que escribe muy bien?
Kike, fuera de bromas, qué ganas de que un hijo mío dijera algo tan lindo como lo que cuentas de tu vieja; yo también soy "devolucionaria" y jamás he permitido comer a alguno de los míos dentro de un supermercado por ejemplo, a escondidas, ysi cuando eran muy chicos alguna vez ocurrió por lahora y el berrinche por hambre les dí algo les hice poner primero y con grandes gestos y explicaciones el envase vaciado para su cobro.
Es lindo oir que se toma en cuenta con los años lo enseñado. Saludos hasta pronto, espero.

Kike dijo...

Dios... pues no sé si esté bien que lo diga, pero tu comentario me halaga muchísimo. ¿Te quité tiempo de sueño? ¡Mi madre, eso no me lo perdono! Pero gracias... profundamente: gracias :-)

Y si tus hijos no te reconocen, ven que por casa tenemos sitio, je, je... Eso sí: tú compras la carne en el mercado, ¡eh! Te pones de acuerdo con la primera mamá :-)