martes, 15 de agosto de 2006

Mi primer amigo en el Cielo

Ayer en la noche, ya muy cansado, me enteré de una noticia. Falleció hace casi una semana, en París, a los 91 años, Alberto Wagner de Reyna. "¿Y quién es este señor?", me dirán algunos. Pues, bien, ¿qué quieren que les diga? Podría empezar por varios frentes a hablarles de él y a decirles quién fue, solo que no sé por dónde empezar. 
 
En cuanto a su currículum, agarren una silla y siéntense, porque es impresionante. Tuvo estudios tanto en Derecho como en Filosofía, por la Pontificia Universidad Católica del Perú, y fue considerado como uno de los filósofos peruanos más reconocidos en el mundo y como uno de los representantes más connotados del existencialismo cristiano en el Perú y América Latina. No solo eso: también fue miembro de la Academia Peruana de la Lengua (su nombre aparece en la Ortografía de la lengua española de 1999). Pero tampoco solo eso: además fue embajador, y desempeñó funciones diplomáticas en Brasil, Portugal, Suiza y Chile, y creo que en otros países también. Y no paramos ahí: también fue miembro del Consejo de la Universidad de las Naciones Unidas en Tokio. Y si todo eso les parece poco, les cuento que fue nada menos que miembro del Consejo Pontificio para la Cultura. (Les dije que se sentaran).
 
Pero cuando yo lo conocí, no sabía nada de esto. Este humilde corrector de textos conoció a este tremendo señor a partir de un trabajo que tuve que hacer por encargo de cierta editorial: corregir la reedición de uno de sus libros: La poca fe. Y fue uno de los trabajos más placenteros de mi vida, si bien, a la vez, uno de los más duros, aunque esto último por razones ajenas a la escritura. Dado que tengo que coordinar siempre mucho con el autor de los textos que corrijo, fue ahí cuando lo conocí. El correo electrónico (don Alberto vivía en París) nos permitió trabar contacto y amistad. Ahí nos conocimos. Ahí me conoció, don Alberto, aunque, por las palabras que me dedicó, es claro que se llevó una impresión falsa de este tremendo pecador:
 
Es una suerte para mi el haberlo conocido a raiz de  esta colaboracion, y me es una satisfaccion el estar en relacion  con usted, un catolico convencido y militante e interesado en lo cultural y la comunicacion. Tengo amigos en el Peru, en la PUCP y en  el Inst. Riva Aguero, y ahora cuento con uno mas, y por anadidura interesado en mi trabajo.(1)
 
A mí me alegró mucho más, don Alberto, haberlo conocido a usted, alguien que me dio ejemplo, una vez más, de que se puede ser un intelectual católico cabal, y sacar no diré la cara, sino las garras por la fe, que es algo que tanto necesita el mundo de hoy.
 
Tenemos, pues, la misma razon de vida: servir al Senor, y  con ello a nuestros projimos. Cumplimos  de este modo el fin de nuestra existencia: la gloria de Dios. El amor a Cristo,  y en El a todos los demas : he alli el camino, que es Cristo mismo. Sin beaterias pero tambien  sin «respeto humano», y siempre ---como decia Louis Veuillot--- «de acuerdo con  el Papa y la gramatica».(2)
 
¡Por supuesto que sí!: de acuerdo con el papa siempre, y de acuerdo con la gramática. En el mundo de hoy necesitamos eso, de ambos: del papa y de la gramática, de los milagros y de los santos; pero también del periódico, de la Internet... de todo un poco. (Este último comentario es una paráfrasis de un excelente comentario de la autora del blog "Caminando":  http://www.eltestigofiel.org/blogs/index.php?blog=18&title=apuntes&more=1&c=1&tb=1&pb=1).
 
La amistad con don Alberto trascendió los estrechos (a la vez que amplios) límites de su gran libro. Nos seguimos escribiendo tiempo después, si bien algo pausadamente. Saludos por Navidad, por Pascua, algún intercambio de noticias... Uno de los recuerdos más bonitos de mi vida fue su gentil invitación ---al final de aquel 2003--- al almuerzo que cada fin de año año solía ofrecer a todos los que de una u otra manera colaboraron con él. Él, en París, claro ---se le hacía muy difícil viajar con 90 años a cuestas, pues su mente se llevaba toda la lucidez que sus fuerzas destinaban a su cuerpo---; pero nos recibió su atentísima hija, en un almuerzo fabuloso, lleno de invitados de lujo ---a quienes no mencionaré sencillamente por modestia---, entre quienes el único lunar era yo. 
 
Don Alberto escribió La poca fe hace mucho tiempo, pero quiso reeditarlo para que las nuevas generaciones se enteraran de lo que tenía que decir: que Dios está cerca del hombre, que nuestra única razón de vivir es estar con Él.
 
Hace poco cumplí setenta y cinco años de mediocres servicios a la vida. No he de hacer por ello testamento, pues nada tengo que dejar. Han pasado por mi mente hartas cosas, riquezas del saber y del espíritu. Las he retenido algún tiempo, les he dado suelta después; me han quedado olvidos y recuerdos. [...] || [...] sí, recuerdos y más recuerdos. Entreverados y dispares, y a ratos disparatados, aunque son cada vez menos, pues por los forados de la memoria entran ladrones y se llevan lo mejor, como botín, al olvido. Ignoro si a alguien puedan interesar. Sin embargo, he querido reunir estas remembranzas, no en forma anecdótica y deleitable para divertir a posibles lectores curiosos, sino escogiendo las más importantes y susceptibles de agruparse (como casas pueblerinas en torno a la torre de la iglesia) alrededor de lo más valioso que he tenido ---y tengo--- en mi existencia: la fe. No es este, pues, un libro para amenizar, aunque refleje el júbilo profundo y comunicativo de ser creyente. Tampoco busca mostrar lo poco que sé ---lo mucho que ignoro--- ni tiene por fin que se acuerden de mí en mi ausencia. Intenta ---modestamente--- invitar a dar un paseo por diversos campos (a menudo áridos, nunca exentos de savia refrescante) en que se columbran perspectivas que ---en mi sentir--- concurren a una visión de la fe cristiana que corresponde a las preocupaciones del hombre de hoy, en permanente trance de interrogante.(3)
 
Ya quisiera yo, algún día, poder decir lo mismo, don Alberto. Atesorar mis recuerdos y hacer que den fruto en un testimonio cristiano indudable, para poder decir ---no tanto amparado en mi propia seguridad sino en el abrazo misericordioso del Padre al siervo "bueno y fiel" que hizo lo que tenía que hacer--- que cumplí la labor, luché el buen combate, llegué a la meta. Como usted nos contó a varios de sus amigos en las reflexiones que hizo cuando recibió el sacramento de la unción de los enfermos:
 
Fue una experiencia espiritual y existencial extraordinaria, que relato porque quisiera que otros fieles de mi edad ---he pasado los 90--- pudieran tambien disfrutar de ella. Por lo pronto, me embargo un sentimiento de seguridad, de paz interior, al saberme debidamente preparado para presentarme  ante el Senor. (Si fuera mujer, diria que me contaba entre las virgenes prudentes que entraran con el novio a la sala de fiestas.)
 
Ya nada me importa y venga lo que venga, se que Cristo me encontrara en servicio activo, con las cuentas saldadas, debidamente arreglado, dando gloria a Dios y garantizado por sus promesas solemnes de reconocerme como discipulo en la momento decisivo. No era una «seguridad» del satisfecho propietario  que tiene sus
almacenes llenos de riquezas, sino la tranquilidad del hijo que confia plenamente en el amor de su padre.
 
A esta vivencia espiritual se anade una segunda sensacion: el haber logrado la plena realizacion de las potencialidades de mi vida. Soy alguien que ha cumplido totalmente su tarea;  que ha redondeado victoriosamente su existencia terrenal; que ha triunfado en la vida. Pues  que mayor satisfaccion que haber ganado el Cielo, por la misericordia de Dios?!(4)
 
A eso tenemos que llegar: a cumplir el plan de Dios, a desplegar todos los talentos que nos dio para su mayor gloria y servicio de los hermanos. ¡Vaya tarea! Y vaya si Alberto Wagner de Reyna la cumplió. Era para mí un lujo tener un amigo así.
 
Pero ¿qué digo "era"? El lujo para mí "es" todavía. Porque don Alberto sigue vivo. Eso me dice mi fe. Eso me dice mi esperanza. Y eso me dice el amor de Dios. Don Alberto sigue vivo, junto al Señor, en el Cielo. Y, fíjense: es mi primer amigo en el Cielo. Claro, a ver, momentito, moderemos: me refiero a que es el primer amigo que he hecho aquí en la tierra que llega al Cielo. Casi todos los demás amigos que tengo en allá los hice después de muertos. Don Alberto, usted ya llegó allá, pero nos conocimos acá. Caballero, nomás: va a tener que apoyarme... ¡ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, ahora le toca acordarse de mí, de su amigo. Si ya era yo fastidioso en la tierra, ¡imagínese lo que seré ahora que usted está en el Cielo! Ya verá que no lo dejaré en paz, je, je... Y es que ya sabemos que al que pide, se le dará, y yo pediré mucho porque necesito mucho. Soy un huérfano en la fe, miserable y pecador, y el gran milagro de que yo llegue al Cielo lo deberá hacer Dios, porque si no... Y para eso, cuento con su ayuda. Por haberse muerto primero (¿ya ve?), ahora de usted depende (bueno, ya sé, ya sé: de mí también) aquel abrazo que pretendo con todas mis fuerzas darle en el Cielo, al lado de nuestro Señor. Haremos un nuevo almuerzo, esta vez allá, ni bien nos encontremos los tres, y seré yo entonces quien le agradezca los servicios prestados.
 
 
(1) Wagner de Reyna, Alberto.  Comunicación personal. (Don Alberto escribía sus correos electrónicos en texto plano y sin tildes. Cuando nació no había ni siquiera televisor; no lo culpo por no acostumbrarse del todo a los caprichos de las computadoras, si bien era un medio que manejaba bastante mejor que muchos de mis contemporáneos).
(2) Ibídem.
(3) Ídem. La poca fe. Lima: Fondo Editorial PUCP, 2003. Preámbulo.
(4) Ídem. Manuscrito inédito. Comunicación personal.

20 comentarios:

Ursula dijo...

Qué bueno que hayas tenido la experiencia de conocer a alguien tan ilustre... muchas experiencias de su vida quedarán contigo y las aplicarás para tu vida propia... siempre hay personas que nos marcan y que no olvidamos...
Saludos Kike y gracias por tu visita

Kike dijo...

Pos sí, alguien muy ilustre. Aunque, en realidad, lo que más admiraba de este señor no eran sus títulos o sus cargos; era el modo en que vivía su fe. Ahí estaba el vacilón ;-)

Gracias a ti por la visita, y cuando quieras.

Ecazes dijo...

Don Alberto: ruegue por nosotros.

Kike dijo...

Amén.

Gracias por la visita, E.

Raquel dijo...

Gracias por la visita.... Yo vendré por aquí de vez en cuando! Vengo cargada de pilas de las vacaciones :D

Kike dijo...

¡Hombre, qué gusto! Me refiero a lo de las pilas, porque me acabo de comprar un aparatito que necesita pilas y...

¡Ja, ja, ja! Mentira, chiste idiota. Me alegro de que vengas renovada. Y, claro, pase por aquí cuando quiera, cuando quiera. Saludazos.

Jose Menchon dijo...

Gracias por la visita. Sin duda que visitaré tu blog a menudo!!!!

Saludos

Kike dijo...

Hombre, gracias a ti, José. Y, dale, claro, pase, nomás, venga cuando quiera. Y traiga amigos :-)

Un abrazo.

Raquel dijo...

Muchas gracias por las palabras que me escribiste sobre la muerte de mi amiga. Lo valoro mucho. Doy gracias a Dios que me acompaña de día y de noche, en persona y por email, en mi país y en otros... ;)

Un fuerte abrazo!

Kike dijo...

¡Hombre!, de nada, de nada. Para eso están los amigos, para apoyarse e interceder.

Un fuerte abrazo también.

AleMamá dijo...

He pasado por acá dos veces :)
Muy lindo. ¿Alguien tendrá palabras así cuando nos vayamos a los noventa o a los cuarenta y ocho como uno que falleció hace poco?

Kike dijo...

Hmmm... pues yo no lo sé. Yo las únicas palabras que quisiera oír son "Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor"... O eso o: "Bueno, pues, ya, pasa, pasa, que mi mamá no sabes cómo me ha fastidiado con tu asunto"... ¡Ja, ja, ja!

Espero que ese de 48 no haya sido alguien cercano a ti. Y si lo fue, avísame, que pediremos por él.

Acerina dijo...

Conmovedor...

Kike dijo...

Hola, Acerina:
Conmovedor, sí... pero alegre, dentro de todo. Muy alegre.

Je. Me has dado qué pensar... y estoy seguro que sin proponértelo ni saberlo. ¡Gracias!

Saludazos y vuelva cuando quiera: hay limonada y galletitas. Ah, y café moka si hace frío.

Anónimo dijo...

Pucha Kike, de verdad que este señor es un santo!! no hay duda, lo que escribe es de aquellos que son los intimos del Señor. Este testimonio me hace ver que yo tambien puedo y debo ser santa. Asi mi querido, espero que me prester ese libro que corregiste.

Kike dijo...

Pues sí, querida hermana. Rézale, para que veas :-)

esperanza dijo...

He leído varios de tus artículos y todos me han parecido súper buenos y muy bien escritos.
Me llamó especialmente la atención este del sr Wagner.... tu pata.
A pesar de que el lugar donde nos toca o nos ha tocado trabajar no siempre esté lleno de gente creyente, Dios se encarga de poner en el camino del cristiano a otros más como él para alentarlo, para instruirlo y animarlo. Creo que eso fue lo que Dios hizo al poner en tu camino (o quien sabe si a ti en el suyo) a un hombre como él. Como dices, no son los títulos lo que impresiona sino su calidad humana, su clara y sencilla visión del amor de Dios. No puedes culpar a quien sienta un poquitín de sana envidia por haber tenido la bendición de contarte entre los amigos de semejante hombre (me incluyo primera), y ahora más que está cerca a Dios para darte una manito a ti y a sus demás amigos que hayan percibido la santidad cotidiana de mr Alberto Wagner.

Kike dijo...

Gracias por tus palabras, Jhenny. Y sí, para mí fue una gran bendición haber conocido a don Alberto.

Saludazos.

Jorge D. dijo...

Mira tú: que andaba yo viendo qué ponías de mensaje de Navidad, y en eso veo este post con nombre curioso, y que después veo que era sobre Wagner de Reyna.
Yo, filósofo, felíz de encontrar algo de esto; y yo, escéptico buscando, más satisfecho todavía. Ya algo había leído de él, pero como que no me terminaba de convencer. Ahora sí, con el testimonial, ya me han venido unas ganas increíbles de revisar más al hombre. Ya con él son dos los filósofos cristianos "contemporáneos" que tengo para leer (la otra es Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, que hace unos lindos trabajos de Fenomenología y de Mística) Lo interesante en la filosofía de los dos, y de todo filósofo decente, es que nada de lo que hacen escapa a su propia vivencia (así, con su término filosófico)
Una vez más, gracias por el post (que me viene como regalo de Navidad), aunque lo reciba yo así de atrasado (adelantado); pero bueno, lo tomo fresquito más que frío, como el gazpacho :P
Saludos como se debe por estas fiestas, que hay algunos (creo que habemos) que sí las toman como fiestas, y segun lo que veo en el blog más que algunos son muchos. Felíz Navidad a ti, a toda tu familia y a la mujercita de la trastienda... y veremos que se trae el proximo año también.

Kike dijo...

Hola, Jorge:

Uy, pues qué alegría haberte dado en la yema del gusto. Y para que te convenzas más de que el asunto puede ser providencial, te cuento que Alberto Wagner también era adepto a la fenomenología. Me animo a recomendarte el libro que cito en el post, pues está lleno de anotaciones filosóficas sobre la manera del autor de entender la filosofía y la fenomenología. ¡Feliz Navidad!