Escribo para pedir disculpas a los cuatro lectores de este blog (cinco contigo, mi amor). No son disculpas por la larga ausencia ---que estoy en mi derecho--- sino por no avisar.
Es que ahora que he pasado por delante de la tienda y la he visto solitaria y lamentable ---cerrada la puerta, apagada la luz---, pensé que hubiera sido más cortés no retirarme sin antes colgar encima del picaporte uno de esos cartelitos que dicen que no se abrirá en un buen tiempo. Sí, claro, eso hubiera sido mejor, algo como "Cerrado por reestructuración", "Cerrado por mantenimiento" o "Cerrado por viaje".
Ahora bien, el asunto es que si no puse nada no fue por desconsiderado o malagente, sino porque no sabía qué poner.
Porque este blogcito ni se reestructuró ni nada, y de mantenimiento tan solo tuvo que se mantuvo en el blogspot.com sin que lo clausuraran. ¿Qué podía poner entonces?
¿Cómo? ¿Qué dicen? Ah, ¿que si me fui de viaje? Pues, oye, ahora que lo pienso, eso sí pudo haber sido, sí...
Porque de alguna manera resulta que sí emprendí un viaje. Pero el gran problema es que ---como suele suceder en estos casos--- ni me lo propuse ni supe que lo haría, y para cuando vi que era probable que terminara embarcado, resulta que ya estaba marinerísimo cruzando el océano en un barco hermoso que me lleva a diario por costas nuevas, plenas de esa luz del amanecer que hace nuevo lo viejo y rasga el velo de la soledad para descubrir los secretos más bonitos de la vida.
Eeemm, en otras palabras, el autor de este blog se enamoró.
Se enamoró de una judía de Belfort, que a pesar de ser judía, es más católica que él, y que aunque parezca increíble, está más loca que él, porque un buen día se dejó convencer por el flaquito intrépido que le hablaba de sístoles y diástoles, y del sol, la luna y la estrellas, y aceptó subirse al barco llevada de su mano ---¿o fue al revés?--- para ver a dónde los llevaba Dios. Claro, no sin el esfuerzo que este tipo de cosas requiere, pequeño parto del alma y del espíritu que alumbra una alegría que remece la boca del estómago a cada instante, gracias al Cielo.
Y mientras caminaba de la mano con mi judía del Belfort ---porque cuando no vamos en barco, vamos caminando, que en estas cosas no se puede parar---, felices tomando jugos de frutas y deteniéndonos en cada sagrario para agradecer al de arriba por habernos juntado aquí abajo, cuatro vocecitas atrapadas en el contador de visitas y una nariz que habla ---el único escritor del mundo que en vez de reclamar porque lo plagiaron me reclama cada semana que por qué no lo plagio--- cuatro vocecitas y una nariz, decía, me susurarron despacito al oído: «¿Y el blog, imbécil?».
Y sí, el blog.
Oops.
Porque al lado de las vocecitas susurrantes y de la nariz parlanchina, una voz de terremoto resonó también haciendo temblar las ventanas de las casas mientras FI y yo ---sí, ejem, porque la acabo de llamar por teléfono y entre risas y sonrojos me pidió que si no hay más remedio por aquí la llame FI--- mientras FI y yo, decía, caminábamos por alguna calle sanborjina. Terrible la voz, terrible y buena: «¿Y el blog, imbécil?».
Yo tengo mi corazoncito y mi mentecita, ¿vio?; y si bien puedo hacerme de la vista gorda y hacer oídos sordos todo lo que quiera a las cuatro vocecitas reclamantes (estoicas y amigas) y a la nariz parlanchina (hermano del alma), no puedo hacerlo con la voz de trueno; menos aun cuando es la misma voz que un día me ordenó abrir una cuenta en Blogger para contar las cosas que me pasan con Él... y menos aun cuando Él es el dueño del blog y Él es quien paga, ejem.
Así que aquí estamos, marcando la reapertura de la pequeña tienda. La gran novedad es que ahora, a pesar de que en el mostrador seguirá habiendo un solo hombre, allá en la trastienda, detrás de la cortina, habrá una bella y piadosa mujercita (e intrépida también) que le hará compañía y le ayudará a mantener el negocio andando... el negocio de su vida, digo, y el de su alegría. Ah, y de cuando en vez, de seguro que asomará la carita por la cortina y aparecerá viviendo alguna de las aventuras del flaco del mostrador : total, si él escribe aquí «algunas historias», como dice arriba al lado del título, ahora resulta que ella es también parte de su historia.
Ya es tarde para poner el cartel de "Cerrado por viaje", sí, sí... Hmm, pero ya que llegué, tengo una idea mejor: "Reabierto por enamoramiento y por llamada de atención del Jefe". Sí, así suena mejor.
Fuera de bromas (aunque no es broma), bienvueltos todos, cuatro lectores, a esta humilde tiendecita. Como siempre, no hay ofertas: aquí el precio de la verdad no admite nunca rebajas. Pero para los clientes amigos hay limonada y galletitas, un café moka y tal vez un whisky. Eso sí, si me demoro en atenderlos, será porque estaré felizmente ocupado.