Interrumpimos nuestra programación para dar una noticia de último minuto. Bueno, en realidad, una noticia de hace 3600 minutos. Después de 17 años de servicios a la vida, Tobías Gordillo pasó de este mundo al otro, y ahora juega en el Cielo y le lame las barbas al viejo y buen Dios.
Después de 17 años de vida activísima y de fregar la pita por aquí y por allá, la pregunta no es por qué murió Toby, sino por qué no se había muerto todavía.
Fuera de bromas, la razón de lo primero es bastante simple, en realidad: su desgastado corazoncito, diseñado para resistir unos 12 ó 13 años, aguantó 17 sin cansarse ni un segundo, tan solo al final; ya era hora, más bien, de pasar al modo stand-by.
La razón de por qué no se moría, esa sí no la puedo responder.
Tal vez lo hacía porque se daba cuenta de que aún necesitábamos de su compañía. Tal vez lo hacía le gustaba tanto estar con nosotros, que no veía razón para irse. Para mí, tuvo la delicadeza de morirse antes de que yo abandonara el nido para volar al sur en busca de nuevos pastos. Lo único que me brota ahora es la tranquilidad de que ya descansa en paz.
Ahora en el jardín de mi casa que tanto le gustaba, hay una nueva flor que marca el lugar donde desde ayer Toby duerme para siempre; no hay caso, él que siempre se orinaba encima de ellas, ahora no tiene más remedio que verlas crecer desde abajo. Pero desde arriba también, porque yo no sé del estatuto teológico de los animales, ni tampoco he leído sobre los novísimos de los perros (que nadie me critique por aquí por eso), pero tengo la ilusión de que al llegar al Cielo, el viejo Toby me reciba ladrando y moviendo la cola, y sonriéndome feliz para siempre. Al menos, tengo derecho a creer en mis ilusiones de vez en cuando.
Quiero terminar con un pasaje extraído del cuento de un viejo amigo. Recuerdo que me contó que lo envió a un concurso y lo estuvo preparando durante semanas, pidiendo opiniones, haciéndolo y rehaciéndolo, corrigiendo y borrando... y que a último momento se le ocurrió se hacer otro también, que escribió de una sentada y en media hora. Cosas de la vida, este último cuento suyo ganó el primer lugar, mientras que el que pongo aquí alcanzó solo una mención honrosa: cosas de la vida y de Dios, que a veces nos cambia los planes. Toby no iba a ser nuestro perro: en la caja en la que estaban él y sus hermanos, aún no sabemos qué nos hizo escoger a aquel negrito de pecho blanco en vez de alguno de los otros tres.
«[...] yo ya no lo escucho porque estoy llorando... llorando de alegría porque tú, querido amigo, tú estás en el cielo y algún día yo iré allá a ladrarte y lanzarme a tu cuello para lamerte la barba, cojo y todo brincaré entre las nubes moviendo la cola, mordiendo el aire perfumado y me echaré a tus pies para escucharte hablar de Dios y de la Virgen y de los santos... y sabré que la alegría ya nadie los la podrá quitar».(*)
(*) José Manuel Rodríguez. «El doce es fiesta, monseñor». En: Comisión Episcopal de Apostolado Laical. Quinto centenario de la llegada de la fe al continente americano. Tercer concurso de cuentos. Lima: 1992, 61-66.
8 comentarios:
Pobre Tobito... Le tocó descansar...
Me acuerdo cuando hablábamos y se escuchaban los ladridos de fondo... Y más de una vez lo vi in vivo por la web cam, cuando, temeroso, se aventuraba a apoyar la patita media baldosa dentro de tu habitación, amagando con entrar...
Sería lindo que agregues los links a las otras historias de Tobías, así quien quiera las relee.
Saludos por allá.
Kike : Lamento el fallecimiento de tu perrito..se ve que era muy simpático...de nuestras mascotas nos queda el recuerdo, muchas fotos y la Esperanza que exista un Cielo para ellas!!!Nos leemos prontito...
Mi pésame Kike. Ya tenés a uno más que te dará la bienvenida en la Gran Casa ;)
Un abrazo
Mi pésame, cada mascota es única y nos enseña mucho. Su cariño incondicional es algo que necesitamos siempre.
Que Toby interceda por nosotros desde el Cielo (yo también no aplico los deleites teológicos en estos casos jeje).
Saludos Kike :-)
ohh que penita... yo aún recuerdo cuando se murió mi primera y única perrita. Duele, como dicen, en el alma y bien adentro...
Una palmadita en el hombro...
Realmente ...es triste perder a los que queremos, sin ecepcion alguna, humanos o mascotas,... y "Don Tobicito",era todo un perronaje, con su manera tan suya de ser.....
voti
ya peee, seguimos esperando la segunda parte :-D
Ya me había olvidado de ese viejo cuento... un abrazo
Publicar un comentario