martes, 30 de diciembre de 2008

Feliz Navidad


Se hizo hombre por amor a nosotros.
Nació del Espíritu Santo y del sí de María.
Espero que su nacimiento te cambie la vida
y la mía también.


Porque la Navidad no tiene nada que ver con la magia
ni con los sueños
ni con Valeria Mazza,
te deseo una feliz y santa Navidad.



martes, 9 de diciembre de 2008

Caja del Amor 2008

Ahora que hemos comprobado que quedan todavía cuatro lectores por aquí, los invito nuevamente a participar de un proyecto que todos los años unos amigos y yo venimos realizando para ayudar a familias pobres, y que este año también: la Caja del Amor.
 
Ya expliqué en ediciones anteriores de qué se trata el asunto; incluso una vez añadí un reportaje gráfico simpaticón. Esta vez repetimos nuestro objetivo de ayudar a 200 familias pobres de una de las zonas más pobres del Perú: Cerro de Pasco.
 
Se trata de que una persona o una familia que pueda hacerlo, adopte  a una familia pobre pasqueña en la noche de Navidad. La familia donante compra una Caja del Amor y la llena con los víveres necesarios para una digna cena navideña (hay una lista que se ha preparado para tal efecto). Llevaremos las cajas llenas a Cerro de Pasco el día 20 de diciembre y las repartiremos en una actividad con liturgia y catequesis, pues el sentido de la Navidad no es el asistencialismo, sino el nacimiento del Salvador.
 
Así que anímense, amigos: a pesar de que falta muy poco para la Navidad, aún hay tiempo para participar. De hecho, nos falta ayuda para llegar a la meta. Pueden participar todos los lectores de este coso, los limeños, los de provincias y los del extranjero. Se puede participar llenando una caja o enviando alguna donación. Tan solo envíenme un correo a la dirección que aparece en el perfil.
 
Por lo pronto, les dejo unas fotitos del año pasado. Salud y a prepararnos para una feliz Navidad.

martes, 2 de diciembre de 2008

Eemmm... ¿hay alguien por aquí?

Escribo para pedir disculpas a los cuatro lectores de este blog (cinco contigo, mi amor). No son disculpas por la larga ausencia ---que estoy en mi derecho--- sino por no avisar. 
 
Es que ahora que he pasado por delante de la tienda y la he visto solitaria y lamentable ---cerrada la puerta, apagada la luz---, pensé que hubiera sido más cortés no retirarme sin antes colgar encima del picaporte uno de esos cartelitos que dicen que no se abrirá en un buen tiempo. Sí, claro, eso hubiera sido mejor, algo como "Cerrado por reestructuración", "Cerrado por mantenimiento" o "Cerrado por viaje".
 
Ahora bien, el asunto es que si no puse nada no fue por desconsiderado o malagente, sino porque no sabía qué poner.
 
Porque este blogcito ni se reestructuró ni nada, y de mantenimiento tan solo tuvo que se mantuvo en el blogspot.com sin que lo clausuraran. ¿Qué podía poner entonces?
 
¿Cómo? ¿Qué dicen? Ah, ¿que si me fui de viaje? Pues, oye, ahora que lo pienso, eso sí pudo haber sido, sí...
 
Porque de alguna manera resulta que sí emprendí un viaje. Pero el gran problema es que ---como suele suceder en estos casos--- ni me lo propuse ni supe que lo haría, y para cuando vi que era probable que terminara embarcado, resulta que ya estaba marinerísimo cruzando el océano en un barco hermoso que me lleva a diario por costas nuevas, plenas de esa luz del amanecer que hace nuevo lo viejo y rasga el velo de la soledad para descubrir los secretos más bonitos de la vida.
 
Eeemm, en otras palabras, el autor de este blog se enamoró.
 
Se enamoró de una judía de Belfort, que a pesar de ser judía, es más católica que él, y que aunque parezca increíble, está más loca que él, porque un buen día se dejó convencer por el flaquito intrépido que le hablaba de sístoles y diástoles, y del sol, la luna y la estrellas, y aceptó subirse al barco llevada de su mano ---¿o fue al revés?--- para ver a dónde los llevaba Dios. Claro, no sin el esfuerzo que este tipo de cosas requiere, pequeño parto del alma y del espíritu que alumbra una alegría que remece la boca del estómago a cada instante, gracias al Cielo.
 
Y mientras caminaba de la mano con mi judía del Belfort ---porque cuando no vamos en barco, vamos caminando, que en estas cosas no se puede parar---, felices tomando jugos de frutas y deteniéndonos en cada sagrario para agradecer al de arriba por habernos juntado aquí abajo, cuatro vocecitas atrapadas en el contador de visitas y una nariz que habla ---el único escritor del mundo que en vez de reclamar porque lo plagiaron me reclama cada semana que por qué no lo plagio--- cuatro vocecitas y una nariz, decía, me susurarron despacito al oído: «¿Y el blog, imbécil?».
 
Y sí, el blog.
 
Oops.
 
Porque al lado de las vocecitas susurrantes y de la nariz parlanchina, una voz de terremoto resonó también haciendo temblar las ventanas de las casas mientras FI y yo ---sí, ejem, porque la acabo de llamar por teléfono y entre risas y sonrojos me pidió que si no hay más remedio por aquí la llame FI--- mientras FI y yo, decía, caminábamos por alguna calle sanborjina. Terrible la voz, terrible y buena: «¿Y el blog, imbécil?».
 
Yo tengo mi corazoncito y mi mentecita, ¿vio?; y si bien puedo hacerme de la vista gorda y hacer oídos sordos todo lo que quiera a las cuatro vocecitas reclamantes (estoicas y amigas) y a la nariz parlanchina (hermano del alma), no puedo hacerlo con la voz de trueno; menos aun cuando es la misma voz que un día me ordenó abrir una cuenta en Blogger para contar las cosas que me pasan con Él... y menos aun cuando Él es el dueño del blog y Él es quien paga, ejem.
 
Así que aquí estamos, marcando la reapertura de la pequeña tienda. La gran novedad es que ahora, a pesar de que en el mostrador seguirá habiendo un solo hombre, allá en la trastienda, detrás de la cortina, habrá una bella y piadosa mujercita (e intrépida también) que le hará compañía y le ayudará a mantener el negocio andando... el negocio de su vida, digo, y el de su alegría. Ah, y de cuando en vez, de seguro que asomará la carita por la cortina y aparecerá viviendo alguna de las aventuras del flaco del mostrador :  total, si él escribe aquí «algunas historias», como dice arriba al lado del título, ahora resulta que ella es también parte de su historia.
 
Ya es tarde para poner el cartel de "Cerrado por viaje", sí, sí... Hmm, pero ya que llegué, tengo una idea mejor: "Reabierto por enamoramiento y por llamada de atención del Jefe". Sí, así suena mejor.
 
Fuera de bromas (aunque no es broma), bienvueltos todos, cuatro lectores, a esta humilde tiendecita. Como siempre, no hay ofertas: aquí el precio de la verdad no admite nunca rebajas. Pero para los clientes amigos hay limonada y galletitas, un café moka y tal vez un whisky. Eso sí, si me demoro en atenderlos, será porque estaré felizmente ocupado.

miércoles, 4 de junio de 2008

Dios existe: yo me lo encontré*

A cierta judía de Belfort, que sabe que esto es real

no solo porque se lo conté primero, sino porque también le pasó.

 

 

Un tesista angustiado se mata haciendo ochenta llamadas telefónicas a los docentes que le falta contactar para su investigación. Debe acabar su lista de todas maneras el día de hoy, a como dé lugar, o si no, no habrá investigación.

 

Con dedos esperanzados, marca el siguiente número de su lista.

 

---Telefónica del Perú le informa que el número que usted ha marcado no existe... Telefónica del Perú le informa...

 

Con dedos nerviosos, el tesista marca esta vez el otro número (el del celular) de la misma persona.

 

---¿Aló?

---Aló, buenas tardes, ¿con la profesora Fulana Fulánez?

---Equivocado.

---¿Este es el número tal?

---Sí, pero no es de la profesora Fulana Fulánez.

 

Con dedos angustiados, el tesista marca otro teléfono.

 

---¿Aló? ¿Colegio República Bolivariana?**

---Sí, señor.

---Deseo comunicarme con la profesora Fulana Fulánez.

---¡Uhhhh! ¡Dónde estará! Probablemente esté en clases...

---¿No tendrá su teléfono por ahí?

---No, joven.

 

Un tesista desesperado está a punto de colgar.

 

---¿Sabe qué, joven? Puede buscarla a la hora de salida.

---¿Y a qué hora es eso?

 

Un tesista con un rayito de esperanza mira su reloj: 12:45 p. m.

 

---A las 12:45.

 

Un tesista abatido se ve enfrentado a tomar una decisión en segundos. Humillado, se pone espiritualmente de rodillas y pide: "Señor, tienes que ayudarme".

 

Un tesista animado por un extraño impulso mete apresuradamente en un maletín un ciento de cuestionarios, unas cuantas copias de encuestas para docentes y todos sus blocs de notas (a estas alturas, tiene cerca de cuatro llenos): no hay tiempo para meterse a distinguir qué cosa sirve y qué no. Corriendo, se lanza a la calle y para el primer taxi que pasa:

 

---Al colegio República Bolivariana. ¡Rápido!

 

Cualquier docente sabe que la hora de salida de los estudiantes no es su hora de salida del trabajo. Un docente debe conversar aún con los alumnos distraídos, coordinar cosas con otros, levantar la moral a algunos cuantos... Además están las coordinaciones propias de la labor y, finalmente, el marcado de tarjeta o firmado de registro de salida. Todo ello puede demorar su salida algo de 15 ó 20 minutos, por más apurado que esté. El tesista se aferra fuertemente a esa esperanza... y a la cadena del Cristo que pende de su cuello.

 

Ocho minutos después, un tesista agitado mira con aprehensión al taxista que detiene el auto frente a la puerta de un colegio en una de las zonas peligrosas de la ciudad.

 

---¿Este es?

---Sí ---dice el taxista. Y se va.

 

Un tesista con el corazón a mil se acerca a un portero con cara de pocos amigos. Decenas de alumnos salen por una pequeña puerta por la que él se esfuerza en dejar que todos salgan pero que nadie entre.

 

---Buenos días, busco a la profesora Fulana Fulánez.

---¿A quién?

---¿Es este el colegio República Bolivariana?

---¡No! ¡Ese está por allá! ---dice el portero señalando vagamente varias cuadras abajo.

 

Un tesista al borde de un infarto se aleja maldiciendo y repasando mentalmente el número de monedas que tiene para ver si otro taxi está a su alcance. Cruza la pista, atiende sin oír las indicaciones de una municipal de tránsito y se planta en el paradero.

 

---Madrecita, ayúdame, por favor: que no se vaya la profesora. Ave Maria, gratia plena. Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus...

 

Un tesista a cuatromil por hora toma la primera combi que encuentra y cuenta los segundos ---eternos--- que le toma recorrer los 900 metros hasta el colegio. Tras una eternidad, paga lo que puede y se baja corriendo.

 

Un tesista agitadísimo se enfrenta a otro portero con cara de pocos amigos. Debe de ser pariente del anterior. A su alrededor, ochocientos chiquillos entran y salen de la escuela. Parece un panal.

 

---Buenos días, busco a... ---un cierto resquemor lo agitó---. Espere: ¿es este el colegio República Bolivariana?

---Mmmsse...

---Busco a la profesora Fulana Fulánez.

---¿Y quién es usted?

---Mi nombre es Enrique G....

---Sí, ¿quién es usted?

 

¿No me había entendido? Ejem... quiero decir, ¿no entendió al tesista? Ah, claro: Henríquez y Enrique se parecen. De seguro se confundió.

 

---Le digo que me llamo Enrique G...

---Ya sé eso. Pero ¿quién es usted?

 

Ahh... este quiere decir de dónde vengo... perdón, de dónde venía el tesista...

 

---Vengo de la institución Tal.

---¿Tiene identificación?

 

¡Gracias al Cielo que el tesista prudente había sacado fotocopias del permiso de la institución Tal el día anterior! Mostrárselo al portero iba a ser pan comido.

 

De pronto, un tesista pálido mira a un portero sin nada de paciencia. Se acaba de acordar de que los permisos los dejó en la mochila con la que fue a la universidad el día anterior.

 

---Eemmmm... dejé la credencial en el otro fólder.

---O sea que no tiene identificación...

 

"Ayúdame, Diosito", repite mentalmente el tesista.


De pronto, una inspiración:

 

---Mire, aquí tengo el material de la Tal que vengo a entregar ---dijo el tesista con una chispa de lucidez en la mirada, al punto que le enseñaba al portero los cuestionarios con el logotipo de la Tal que su papá le sugirió que no dejara de poner. El tesista aún recuerda aquella escena: "Pero, papá, ¿crees que sea en verdad necesario?"; "Sí, hijo, tú pon nomás".

 

Un tesista momentáneamente aliviado mira cómo un portero escéptico, tras echar una mirada al logotipo, le abre el resto de la puerta y lo invita a pasar. El tesista agradece y corre a la oficina más cercana.

 

¿Y ahora qué? Un colegio enorme, frío e impersonal, con cientos de chiquillos revoloteando por aquí y por allá... ¿Cómo rayos encontrar a la profesora?

 

Pero ahora el tesista ya no duda. Mentalmente piensa en María, y sabe  que no habrá problemas. Por lo menos no serios.


Un tesista confiado se acerca a la primera oficina que encuentra.

 

---Disculpe, busco a la profesora Fulana Fulánez.

 

Una empleada con una formidable cara de aburrimiento lo mira de pies a cabeza. Luego, sin decirle nada, se da la vuelta y sigue dedicándose a lo suyo.

 

Un tesista en suspenso comienza a evaluar si es más conveniente asesinar a la empleada poco a poco para que sufra si mejor rápidamente y de un solo golpe cuando, de pronto, aquella sale de la oficina ---siempre sin decir nada--- y toma un fólder de una mesa en la que cinco o seis profesores marcan sus tarjetas de salida.

 

---Está saliendo del 5.° C. Bueno, debe de estar saliendo, al menos... Es que es salida ---dice.

 

Un tesista con un nudo en la garganta se relaja, y en vez de asesinar a la empleada, le regala su mejor sonrisa.

 

---¡Gracias! Pero, dígame, por favor, ¿se habrá ido ya la profesora? ¿Ya firmó?

---No. Aún no se va: no está su firma aquí.

---Eso significa...

---...que sigue en el colegio ---sentencia la empleada.

 

Un tesista aliviado lanza un suspiro de alivio. Pero, de improviso, una sombra de inquietud cubre su rostro: ¿y ahora qué? ¿Debía esperarla al lado del reloj marcador de tarjetas o debía ir a buscarla por el patio? ¿Cómo la reconocería? ¿Qué haría?

 

---...a lo mejor me planto con un cartelito, tipo aeropuerto: "Fulana Fulánez".

---¿Cómo dice, joven?

---Ups... ¿hablé en voz alta?

---¿No la conoce, joven?

---Eemmm.... no, la verdad que no.

---Yo tampoco, joven. ¿Y ahora qué hacemos?

 

A un tesista desolado no le queda otra mirada más que la de un perrito triste, que posa sin fijarse en la empleada que lo ayuda. Esta, al verla, se aproxima al grupo de seis o siete docentes que marcan tarjeta, y absolutamente al azar se allega a quien tiene más a tiro y hace ademán de preguntar.

 

El tesista, perplejo, se imagina lo que ocurrirá: la empleadita preguntará a cada una de esas personas si es Fulana Fulánez hasta que algo pase. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta dar con la correcta?

 

La perplejidad del tesista, de pronto, por alguna razón se convierte en férrea confianza en algo más allá de sus propias fuerzas: "Tú lo puedes todo", piensa mentalmente.

 

---Disculpe, profesora ---dice la empleada a la primera mujer que ve---: ¿cómo se llama usted?

---Fulana Fulánez ---responde una mujer con expresión tranquila.


Súbitamente, un tesista conmovido estalla en sonrisas atropelladas y temblores de alegría. Repentinamente invadido por una ternura estremecedora ---de esas que desarman---, termina por reír tanto que no se le entiende cuando se acerca a la profesora Fulana Fulánez y dice "Buenos días, profesora, mi nombre es Enrique G. y vengo por...".

 

Quince minutos después un tesista feliz se dirige a la salida del colegio. De pronto, tiene otra intuición: "Son dos las profesoras que no pude ubicar. El portero me dijo que la otra, Luna Lunera, está de descanso hoy. Veré si por lo menos puedo obtener su teléfono".

 

Un tesista empilado se dirige a la oficina de la empleada generosa que lo ayudó hasta ahora.

 

---Disculpe, ¿por casualidad sabrá dónde puedo obtener el teléfono de la profesora Luna Lune...?

---¿A quién buscas, perdón?

---A Luna Lunera.

---¡Ah, pero si es ella! ---grita de pronto la empleada señalando detrás de mí, digo, del tesista---. ¡Es ella, la que se está yendo por allá! ¡Corra a alcanzarla, joven!

 

Quince minutos más tarde, un tesista increíblemente feliz sale de un colegio ubicado en una de las zonas más peligrosas de la ciudad tras haber tachado en su libreta ---henchido de satisfacción--- los nombres de dos profesoras. Son tres salones, un gran logro de un colegio del que necesitaba solo dos. Excelente. Ni a pedido.

 

El tesista, inmune ya a cualquier preocupación, presa de una alegría que hace recordar a la prometida en cierta página del Evangelio,*** camina despreocupado por la avenida principal. Está en una de las zonas más peligrosas de la ciudad, pero ya no le importa nada: sabe que nada malo le pasará.

 

Dios existe: yo me lo encontré (también).

 

 

* Cualquier lector avisado sabe que el título de este post le debe todo al libro del mismo nombre del extraordinario André Frossard. Lo recomiendo 100 %.

** Eemmm... he cambiado el verdadero nombre del colegio para proteger la privacidad de blablablá.

*** "Y yo les daré una alegría que nadie les podrá quitar" (Jn 16, 22).