martes, 7 de abril de 2009

«Ay, amor de hombre...» II

En el capítulo anterior hablé de A., que es tan mejor amigo, que aun siendo medianoche me ayudó a ejecutar un plan para arreglar el enfadón que yo solito le había regalado a la damita de la trastienda unas horas antes. Mi plan implicaba flores, un regalo, su globito y demás cosas de esa guisa, así como aparecerse por su departamento a esa hora. Todo bonito... bonito y peligroso. Porque todo eso suena lindo en el papel, romántico y toda la cosa, pero ya dije antes por aquí que la realidad (la vida, la realidad que se nos muestra ante los ojos) es una mujercita caprichosa, y debe de ser también una mujercita bastante triste porque de romanticismo no entiende nada.
 
A esa hora, los únicos minimarkets abiertos en la ciudad de Lima son los de las estaciones de servicio, así que ahí nos dirijimos.
 
[NOTA DE LA REDACCIÓN: Dado el nivel de engorro de la presente historia, nadie en la redacción de Fuera de Bromas quiso comprometerse en escribirla. Para solucionar el problema nos hicimos del video de seguridad del establecimiento donde ocurrieron los hechos. Para ello solicitamos acceso a la cámara de seguridad con las debidas acreditaciones. Pero la cámara de seguridad dijo que a ella no la accesaba nadie, y que nos fuéramos todos a accesar a nuestras abuelas, junto con otra serie de recomendaciones. Más bien dijo que si queríamos algo de ella teníamos que dejarla dar su testimonio. Y a ese acuerdo llegamos: la cámara aceptó colaborar mediante un testimonio dictado a un miembro del FBI, que había acudido también a investigar el caso (sí, en serio). Y ese testimonio, el de la cámara, es el que aquí transcribimos tal como lo recogimos de la grabación del FBI. Así que cualquier responsabilidad, etc., etc.].
 
Testimonio A-24093-2008.11.XX
 
---Cuéntenos lo que vio por favor.
---Dos hombres más o menos bajitos ---uno flaco, flaco, flaco hasta los huesos, y el otro, un poco más panzón--- entraron a eso de la medianoche en la estación de servicio. Se bajaron de un auto blanco y entraron juntos al minimárket.
---¿Juntos?
---Sí, juntos. De frente se fueron a la sección de comestibles y comenzaron a buscar algo. Yo de inmediato tuve mis sospechas, ¿vio? Porque, ¿qué suelen buscar dos tipos a esa hora en un grifo?: una cerveza helada, unos cigarros, un sánguche, unos condones... Pero estos no; los dos se van de frente a buscar en la parte de dulcecitos... ¡y dulcecitos feminoides, para colmo!: un chocolate, un caramelito, una paleta. ¡Puaj! «Ah, no ---me dije---: aquí hay algo raro».
---Siga. ¿Y qué pasó?
---Entonces uno de ellos le dice al otro: «¡Aquí está!», y le enseñó un objeto.
---¿Pudo distinguir qué era?
---Era un paquete de dulcecitos de mazapán en forma de frutas: había un platanito, una mandarina, una manzanita... Yo vi que el otro asentía emocionado, contento y todo. Y, ejem, empecé a confirmar mis sospechas, ¿sabe?
---Limítese a contar lo que vio.
---Bueno, bueno. Lo que pasó luego fue que ambos se juntaron y conversaron un rato. Yo no sé qué estarían buscando en concreto, pero parece que lo de los mazapancitos no era suficiente.
---¿Suficiente para qué?
---¡Yo no lo sé, ya se lo dije! Solo veo que después se van a la sección de las flores.
---¿Flores a esa hora?
---Y, bueno, hay algunas que están todavía vivas y se venden. Los dos van y se ven bien interesados: revisan las flores, las miran, las huelen...
---¿Había alguien más con ellos?
---No, pero al fondo de la tienda, un cliente que los había estado observando desde que entraron comenzó a levantar una ceja sospechosa.
---¿Y dijeron algo?
---«¿Te gusta esta?», preguntó el panzón sonriendo, y el flaco se puso a chillar: «¡Sí, sí está excelente!». Y mientras decían eso, el cliente que comenzó a mirarlos levantó levantó la otra ceja también. Y frente a él, una señora que revisaba el pan de molde también comenzó a mirar a los hombres con la flor y los mazapancitos, y arrugó un poquito la nariz.
---¿Y qué pasó luego?
---Bueno, de ahí los dos se fueron a la caja registradora.
---¿El señor y la señora?
---No sea idiota...
---¿Perdón?
---Quiero decir, no, pues, señor: los dos hombres. Ellos fueron a la caja registradora.
---¿Para qué?
---¡Para pagar, pues! El que llevaba la flor en la mano sacó una tarjeta de crédito y pagó todo. Apenas canceló la flor, se la dio al más flaco diciendo: «Toma».
---¿De veras?
---¡Se lo juro! El hombre de las cejas levantadas y la mujer del pan cambiaron miradas cómplices, y hasta una pareja de novios que estaba por ahí se acercó de la mano, y los cuatro comenzaron a cuchichear haciendo muecas de asco.
---¿Y qué pasó después?
---«¡Gracias!», gritó el más flaco. Y a mí me subieron los colores al rostro, ¿vio? Sí, sí, ya sé que soy una cámara de seguridad, pero de verdad se me subieron, no me mire así.
---Prosiga.
---La cosa es que cuando ambos estaban a punto de salir, uno le dice algo al otro, al oído, para colmo. Yo no sé, pero todos los que miraban estaban como hipnotizados mirándolos. Hasta el cajero, oiga, cuando el flaco y el panzón le pagaron y se estaban yendo, disimuladamente soltó una risita disforzada...
---¿Risita disforzada?
---Imitando a algo intermedio entre un bailarín, un coreógrafo y un peluquero.
---¿Qué pasó después?
---El flaco chilló «¡Excelente idea! ¡Súper romántica!». Apenas dijo eso yo vi que todos los hombres que miraban hicieron un gesto de dolor ajeno, como una mueca de desgarro...
---¿De qué? 
---Más o menos como cuando en un partido de fútbol a un jugador le revienta un pelotazo en los testículos.
---¡Ouch!
---Sí.
---Ejem. Continúe.
---Bueno. Los dos fueron después a la sección de globos. Y no va a adivinar...
---Por favor, limítese a relatar...
---Sí, sí, ya sé, ya sé. Es que cuando fueron a los globos, no me va a creer, pero es que no fueron a ver los globos normales, sino que de frente se fueron a buscar los que tenían forma de corazón...
---¡Uy!
---¿Cómo?
---Ejem.
---Sí, fueron donde los globitos esos. El grupito de mirones ya había crecido porque se había sumado ahora uno de los mecánicos que despachan gasolina, que abrió los ojos como platos cuando vio todo el asunto.
---¿Y?
---Y pasó que se comenzaron a consultar y a cuchichear, porque parecía que no encontraban lo que buscaban. Y, bueno, yo en un momento me distraje.
---¿Cuánto tiempo?
---No mucho, pero cuando volví a ver, uno de ellos ya iba camino al mostrador con un globo en la mano.
---¿Vio cómo era?
---Rosado con forma de dos corazones abrazándose...
---Ay, no...
---Sí, y uno de ellos tenía una carita sonriente; el otro tenía una con los ojos cerrados, así como arrobada.
---Aj.
---Sí, lo mismo dije.
---¿Y la gente reaccionó?
---Toda la gente contenía la respiración. Pero ¿sabe qué? Esta vez pasó algo raro.
---¿Qué?
---Esta vez cuando iban a la caja registradora, el más flaco de pronto se frenó en seco y le pasó la voz al otro. Y repentinamente todo estaba en silencio. El flaco comenzó a mirar alrededor entre nervioso y preocupado. Por supuesto, comprobó que nadie los estaba mirando.
---¿Nadie? ¿Y la gente?
---Y, bueno, cuando el flaco miró, solo vio a un grupito de clientes con un mecánico al otro lado de la tienda, todos extrañamente concentrados en leer la lista de ingredientes de un frasco de mermelada para diabéticos. Pero parece que eso no le llamó la atención. Porque la cosa es que solo se inclinó al oído de su amigo y le dijo algo en voz baja.
---¿Qué le dijo?
---Y, yo no sé. Pero seguro que fue algo grueso porque el otro abrió mucho los ojos y comenzó a asentir como preocupado. Y después de hacer la misma revisión del lugar que el flaco hizo un ratito antes, puso cara bien seria, carraspéo, se acomodó la corbata y caminando a la caja como peleador de cachascán o camionero de carretera, pagó y se fue sin decir nada, rapidísimo, detrás del flaco, que ya estaba sentado en el carro y tapándose disimuladamente la cara con las manos.
---¿Y qué fue lo que se hábían dicho al oído?
---Y, yo no lo sé, señor, ni tampoco se lo puedo decir. Yo respeto todas las opcio... Hey, oiga, suélteme, no se ponga así. Yo soy solo una cámara de seguridad, de esas que ve todo en blanco y negro y no escucha nada. Pero estoy seguro de que si le preguntasen al cajero de la tienda... ¡Ay, suélteme, le digo! ¿Qué le pasa? ¡Hey, ¿de dónde salió ese tipo grandote con esa cachiporra?! ¡¡Suéltenme, le digo!! ¡Oiga, yo no...! ¡Nooo!
 
[NOTA DE LA REDACCIÓN: Aquí la grabación se interrumpe un momento y parece reanudarse 5 minutos después].
 
---¡Ya, está bien, está bien, pero que se detenga, que se detenga!
---¡Dinos qué dijeron, cámara!
---¡Está bien, está bien! Oí que uno le dijo al otro algo así:
«---Oye, A....
»---¿Qué pasa?
»---Tengo una sospecha.
»---¿Sí?
»---Creo que nos hemos visto regays, hermano...».
 
(Tu bi continiu).

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Esas cosas bonita, nos matan... y nos damos cuenta cuanto nos quieren nuestros amorcitos...
Los hombres también son sensible, románticos y esas cosas lindas que nos encantan a las mujeres, solo que ustedes lo tiene escondido, pero ahí están...

José dijo...

Ajá... sospechas fundadas.

Anónimo dijo...

jajajaja...! ay amorcito me haces reir... te quiero tanto tanto tanto... mi vidita, mi flaquito...jajaja...
stoy de anonima pero soy tu FI

Kike dijo...

No te preocupes, amorcito, que nadie se ha dado cuenta de que eres tú... shhh...

(Ah, y postdata: yo también te quiero ;-)

Anónimo dijo...

Jajajajajajaja. Dieu, hermano, que bueno es visitar tu blog para relajarse un poco (sobretodo cuando al día siguiente tienes examen y no has estudiado ni pito =S).


Esperando la continuación.


Ice (O Carlos, que ya no uso el nick =D)

Roncuaz dijo...

¿Y? ¿En qué acaba? ¿Le dieron el mazapán? ¿Le gustó? Más que gays parecçian un par de choros con una escena muy bien montada... jejeje

Kike dijo...

Fíjese en la tercera parte, míster. Ahitá puesta ya.