martes, 30 de enero de 2007

Viejo

Seis y treinta de la tarde. Salgo de casa rumbo a la universidad. Recién bañadito luego de la siesta, me calzo al hombro el maletín (la computadora) y enfrento la dura calle limeña. Visto un polo(1) piqué, suelto, fuera del pantalón, un dénim gris y zapatillas, las viejas samba que muchos me conocen.(2) Nada formal, como ven... ¡en serio, nada formal! (Digo esto último por lo que viene más adelante).
 
Faltan veinte metros para llegar a la esquina. Aparece una jovencita en mi misma dirección pero en sentido contrario. Edad aproximada: quince o dieciséis años.
 
Es inevitable que nos crucemos. Todo esto no tendría nada de raro. El tema es que entonces comienzo a sospechar algo: la chica parece ser la hermana de una amiga de mi hermana. O sea: me conoce. O sea: toca saludar.
 
Pero ¿será ella o es mi impresión? No es que la haya tratado mucho.
 
Uno es tímido, ¿vio? Así que la miro un ratito; luego me hago el loco y miro a otro lado... luego la vuelvo a mirar... luego miro a otro lado... Pura táctica, ¿se dan cuenta?: si resulta que no es ella no pasaré la vergüenza de haberme equivocado saludándola o mirándola todo el rato; y si es ella, siempre me queda la oportunidad de...
 
Entonces veo que la chica está haciendo exactamente lo mismo que yo, y luego comienza a mirarme un poco como buscándome el saludo.
 
Confirmado: es ella.
 
---Hola ---le digo.
 
Ella me mira y sonríe con timidez.
 
---Buenas tardes ---contesta bajando la mirada al suelo.
 
Y ambos seguimos nuestro camino.
 
¿"Buenas tardes"? ¡¡¿¿Buenas tardes??!! Debo de estar viejo. Cuando una chica de dieciséis años te dice "buenas tardes" en vez de "hola" hay que preocuparse.
 
Fuera de bromas, no sé si yo esté viejo o no. En realidad, aparento mucho menos edad de la que tengo. Si mis múltiples enfermedades y mi torpeza no me matan pronto, creo que todavía me quedan algunos añitos. Bueno, "primero Dios", como dicen los mexicanos.
 
Pero en ya estar viejo no está el problema. El problema está en desaprovechar el tiempo que hemos recorrido en la vida para darle sentido. Esa sola idea tendría una contundencia demoledora y muy provechosa en nuestras vidas si tan solo la dejásemos entrar en nuestra conciencia (léase mente y corazón). ¿La dejamos? En hacerlo está la clave para comenzar a llevar una vida que valga la pena.
 
 
(1) polo : camiseta de mangas cortas, en forma de T. En otros lugares: remera, camisa, camiseta.
(2) zapatillas : calzado deportivo. En otros lugares: tenis.

jueves, 25 de enero de 2007

El "home run" de la identidad

Como todas las mañanas, estoy limpiando mi cuarto. Como todas las mañanas, la vegija me juega una mala pasada y debo bajar al baño. Es un fastidio: tengo que sacarme el pañuelo de la cara, bajar al primer piso... En fin. Sin embargo, esta vez algo me anima el viaje. Cuando paso frente al televisor de la cocina veo algo simpático: la defensora del pueblo está en televisión diciendo que si alguno de nosotros tiene alguna queja contra alguna institución o si lo han tratado mal, que llame al cero ochocientos nosecuantitos nosecuantitos, que gustosos lo atenderemos. Y como yo desde hace un tiempo le tengo hambre  a una empresa de cable por aquí ---cuyo nombre ni siquiera tendré necesidad de mencionar, ya lo verán---, no lo dudé ni un instante: apunté el teléfonito y llamé hecho una huaraca. Ejem, lo que vulgarmente se entiende por paciencia(1) no es una de mis virtudes, digamos.
 
---¿Aló? ---me contesta una chica.
 
Nada de "Buenos días, Defensoría del Pueblo" ni de "Bienvenido a..." ni "Mi nombre es Fulanita". Nada que ver. El asunto me sorprende, sí, pero la chica parecía joven y tenía una voz muy bonita, así que eso me quitó rápidamente el mal sabor de boca.
 
---Hola. ¿Cómo estás? Mira, tengo una consulta que no sé a quién hacer. Espero que ustedes puedan ayudarme.
---Sí, señor. ¿De qué se trata?
---En mi casa hemos contratado el cable de la empresa Equis. Sin embargo, a veces yo estoy viendo un canal, digamos Discovery Channel, Fox Sports, no sé; la cosa es que estoy viendo alguno de esos canales y, de pronto, a la hora de los comerciales, la empresa Equis se cuelga de la señal y comienza a pasar publicidad nacional, casi siempre publicidad de alguna de sus empresas: que la de celulares, que la de telefonía fija... Quiero saber a quién puedo preguntarle si eso es legal.
---Ehhh... bueno, señor, en realidad, sí es legal. Sí pueden hacer eso.
 
¡¿Qué cosa?! Algo debía de andar mal.
 
---Ehhh... ¿estás segura de que es legal? ---repliqué con amabilidad, en serio---. Porque, fíjate: en primer lugar, yo estoy pagando por el cable. O sea: esta gente no se sostiene por la publicidad que recibe, sino por la tarifa que estoy pagando. Además, yo estoy pagando para ver esos programas, y no la publicidad de la empresa Equis. Por otro lado, entenderás que a veces, por una lógica falta de sincronía, para cuando la empresa Equis termina sus propagandas, ya hace rato que ha comenzado el programa que uno estaba viendo. Eso mortifica. Finalmente, también ocurre que en Discovery están anunciando un programa que me parece interesante y digo: "Mira, esto se ve interesante; a ver, ¿a qué hora lo darán?", y ¡zas!, justo cuando iban a decir el horario me ponen la propaganda de que aproveche no sé qué promoción de tarjetas prepago Equis y ¡pum!, me malogran el asunto.
---Bueno, señor, los horarios de los programas usted los tiene en la revista del cable...
 
Hmm... esta chica no ha entendido nada.
 
---Sí, pero...
---En realidad, señor, creo que el tema es legal ---mi interlocutora intenta zanjar la cuestión.
---Crees...
---...
---Oquéi, dime, ¿sabes a quién podría consultarle ese asunto?
---Hmmm... tal vez a Indecopi, señor.(2)
---Ajá. ¿Y serías tan amable, por favor, de darme el teléfono? ---pregunté con la mejor de mis sonrisas.
 
Juro que estaba de buen humor y que lo pregunté de buen ánimo. Pero creo que mi interlocutora no lo entendió así.
 
---¿Perdón, señor?
---Que si por casualidad tienes el teléfono ahí, y si me lo podrías dar.
---Un momentito.
 
Ahí ya noté que los ánimos se caldeaban un poco. ¿O habrá sido mi impresión?
 
---Señor, Indecopi tiene una línea gratuita que es cero ochocientos...
---Espera, dame un minuto para anotarlo.
 
Fui por papel y lápiz. Disculpen que hasta este grado de detalle llegue en el relato, pero supongo que incluso esos tres segundos que la hice esperar contribuyeron a la actitud que la chica tomó después. ¿Qué acaso es una afrenta hacer esperar a alguien un par de segundos mientras vamos por papel y lápiz?
 
---Listo. Dime el número, por favor.
 
Notaron el "por favor", ¿verdad? 
 
---Cero ochocientos... ---me dio el número.
---Listo, oquéi, has sido muy amable, muchas gracias.
---¿Cuál es su nombre, señor?
 
¿Perdón? ¿Había oído bien?
 
---¿Cómo?
---Su nombre, por favor, señor.
 
Bueno, aquí viene una salvedad. Los que me conocen personalmente o me han oído por teléfono saben que soy bien risueño, y que me río de todo. Pero cuando eso sucede no es que me esté burlando. Tampoco que esté siendo sarcástico. No. Yo me divierto, simplemente, y le busco el lado gracioso a las cosas. Me río contigo y no de ti. Cuando la chica me preguntó mi nombre el asunto me puso algo nervioso y me pareció divertido. Por eso aquí también sonreí.
 
---Je, je... Mi nombre... Oquéi, me llamo Enrique.
---Enrique... ---el tono que usó dejaba notar que esperaba que yo continuara.
---¿Mi apellido también? ---Ya me comenzaba a sonar raro que me pidieran mi apellido.
---Sí, señor.
---Enrique G... ---se lo dí.
---G... ¿Qué más?
 
¿Había oído bien?
 
---¿Mi otro apellido también?
---Sí, señor.
 
El hecho no dejó de causarme gracia, ya les digo.
 
---¡Ja, ja, ja! 'Tá bien. ---Y también se lo di.
---¿Su documento nacional de identidad, señor?
 
¿Quéeee?
 
---¿El DNI también? ¡Ja, ja, ja!
 
Entonces creo que algún cable se le soltó a la chica de la linda voz... y la poca paciencia.
 
---Disculpe, señor, ¿de qué se ríe?
---No, de nada. Mira, dos, cinco, ocho... ---se lo di.
---Gracias, señor.
---Je, je... ---yo todavía seguía de buen humor.
---¿De qué se ríe, señor? ¿Se puede saber de qué se ríe?
 
¿Cómo?
 
---No, de nada ---dije un poco extrañado.
---Es un servicio gratuito de atención al cliente, señor ---contestó ya molesta mi interlocutora---. En los servicios gratuitos de atención al cliente se registran las llamadas.
---Está bien, está bien. Mira, tranquilita: yo no me estoy burlando de ti. No me estoy burlando. Es solo que me parece curioso, nada más. No malinterpretes mi risa.
---...
---¿Aló?
---Muy bien, señor. Gracias por llamar a...
 
Ah, no,  esto no se quedaba así.
 
---¿Y tú cómo te llamas?
---¿Perdón, señor?
 
Por teléfono no se puede mirar a alguien, pero yo les juro que sí la vi arqueando las cejas, ¡ja, ja, ja!
 
---Que tú cómo te llamas. Es un servicio gratuito de atención al cliente. En los servicios gratuitos de atención al cliente los operadores se identifican, cosa que tú no has...
---Soy la doct-to-ra Rocío Fulánez.
---¿Cómo?
---La DOC-TO-RA  Rocío Fulánez.
 
Ese nombre, ese nombre...
 
---Oquéi, muchas gra... ¿Rocío Fulánez? ---recordé repentinamente dónde lo había oído.
---Mmm... sí, señor ---si el recelo mojara, la chica me acababa de empapar.
---¿Tú has trabajado en la Editorial N...? ---"conmigo", iba a añadir... pero me dio miedo, ¿vio?
---NO, señor ---si la aversión mojara...
---Ah, ya, oquéi. Bueno, muchas gracias, hasta luego.
---...
 
Clic.
 
Ay, mi Dios del Cielo: ¿se estará convirtiendo esto en un blog de quejas ante el maltrato de operadores de servicio al cliente? ¡Ja, ja, ja!
 
Fuera de bromas, ¿por qué te molestaste? Bueno, en realidad, eso no me importa ni me quita el sueño, como comprenderás. Yo estoy tranquilo porque sé que no te hice nada malo. Pero lo que sí me preocupa es tu actitud. O sea: te me llenaste de complejos. ¿Tenías que decir que eras la doc-to-ra Rocío Fulánez? ¿Qué no te basta con ser Rocío nada más? ¿Qué me querías demostrar?
 
Querida Rocío: tú y todos los seres humanos del mundo no valemos por el título que tengamos ni por los logros que hayamos alcanzado ni por el sueldo que ganemos (¡gracias a Dios!). Valemos porque tenemos una dignidad impresionante por haber sido modelados a imagen y semejanza de quien creó todo lo que ves ---y lo que no ves---. Nada más en el universo ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios: solo tú.
 
Y si creías que eso era ya mucho, te falta lo mejor. Encima de eso vales porque su propio hijo eterno se entregó a la muerte para que tú vivieras. Te salvó la vida dejándose asesinar en tu lugar y por ti. Y aun así no hubiera existido nadie más que tú en la Tierra en toda la historia de la humanidad, igual  el Verbo hubiera venido, se hubiera hecho carne y se hubiera dejado traspasar en una cruz por ti.
 
¿No lo crees? No importa. Igual es verdad.
 
¿Te sentiste mal en un momento al hablar conmigo? ¿Te sentiste tan mal que tuviste que decirme a mí ---y sobre todo recordarte a ti misma--- que no eres menos que un muchachito ---en tu impresión--- burlón que te llamó a media mañana porque eres doc-to-ra? Una pena, doctorita, porque al tratar de aclararme(rarte) tu propia identidad, te has alejado radicalmente de ella.  Has terminado metiendo un home-run...  cuando debiste meter la pelota al arco.
 
 
(1) La definición de paciencia, de hecho, es muy diferente.
(2) En el Perú: Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual. Al final ---acabo de llamar también--- Indecopi no tenía nada que ver con la consulta que yo quería hacer.

lunes, 22 de enero de 2007

Odisea bancaria 3

Todo pastel que se respete tiene una cereza encima. Todo helado decente tiene un crocante waffer arriba. Todo dry martini bien hecho lleva una o dos cerezas engarzadas en un mondadientes. Son el detallito del asunto.
 
¿Recuerdan que hace un tiempo les conté de mis peripecias con uno o dos bancos limeños, todo por atreverme a pedir un inocente estado de cuenta sobre una coquetísima transacción internacional? En aquella ocasión, un señor para el que trabajo, el honorable señor P., me había transferido cierta cantidad de dinero que (pensé que) nunca recibí. Todo lo que siguió de ahí fue un carnaval espeluznante con situaciones cada una más aterradora que la anterior. Bueno, no diré más para ponerlos en contexto. No sean flojos, pues: lean las primeras entregas, primero aquí y luego aquí.
 
La cosa es que los acontecimientos aquellos tienen ---y no va a ser--- su detallito. Y este humilde posteador ---bien fiel con los lectores del coso en el que escribe--- se anima, claro, a compartir lo que faltaba: la cereza, el waffer o la aceituna, según sea que crean que lo que contaré es algo pequeñito nomás, o algo dulce o algo ácido.
 
Bueno, mucho floro. Sin más preámbulo, los pongo delante del último correo que me envió el buen señor para el que trabajo.
 
Hola Kike

Desde hace dos días estoy tratando de transferirte el dinero por el mes de diciembre. Pero, nuevamente, no contamos con el apoyo del Banco. Por alguna razón que no comprendo, en el último paso de la transacción me sale un aviso que dice haber excedido el límite de la transferencia. Este mensaje no tiene sentido ni por el monto ni por la cantidad que tengo en la cuenta de la cual debe salir el dinero. Como ya no puedo seguir intentando, me disculpo y te comunico que esperaré hasta mi llegada a Lima [...] para entregarte el dinero correspondiente. ¿De acuerdo?
 
¿Será un error en la Matrix?
 
Fuera de bromas, a veces por renegar no dejamos que ocasiones como estas nos den la oportunidad de ejercitarnos en algunas virtudes como la mansedumbre (aguantarte el deseo de partirle la cara a quien te ofendió), la paciencia (aguantarte las ganas de deshacerte en un mar de lágrimas cuando sufres por hacer el bien), el perdón (poner la otra mejilla cuando estás ante alguien que de buenas a primeras cree eres su sparring) y la humildad (no correrle el cuerpo a la verdad sobre tu realidad). ¿Cuántas veces nos dejamos cegar ante el peso del propio orgullo y olvidamos que muchas cosas en la vida son una tremenda oportunidad para crecer y para parecernos más a aquel que dijo "Aprendan de mí [...] y hallarán descanso para sus almas" (cf. Mt 11, 29)?
 
La realidad a veces nos presenta oportunidades así. Bueno, bueno, no son oportunidades tal cual, ¿no? Me refiero a que no necesariamente  han sido planificadas y dispuestas para nosotros como oportunidades. A veces son simplemente cosas que ocurren (aunque tengan cuidado: siempre está el tema de la providencia). Pero si uno es reverente sabrá leer estos acontecimientos y aprovecharlos para crecer en lugar de para destruir.
 
Claro, claro: díganme ahora moralista, pontificador, autoridad autoproclamada. Falso. Si lo estoy poniendo aquí es porque me lo estoy diciendo en primer lugar a mí mismo. A cualquiera que haya leído más de una entrada de mi blog le quedará claro por qué. 

miércoles, 17 de enero de 2007

"Need for Speed"



Por aquí la unidad básica de transporte público urbano se llama combi. Creo que se llama así porque estas camionetas se parecen mucho al famoso modelo Combi, de Volkswagen. Transitan por la ciudad cubriendo determinadas rutas (hay decenas ---quizá cientos--- de rutas de combis), por lo que puedes abordarlas donde sea; con un poco de suerte, hasta pararán donde quieres, por lo que las usamos para ir a todos lados. Una combi peruana es como una lata de sardinas pero con ruedas.

También tenemos otras camionetas un poco más grandes, que llamamos cúster, seguramente también por el modelo Custer, que sacó Nissan hace muchos años. Una cúster peruana es, igual, una lata de sardinas con ruedas, solo que más grande. (Ojo: dije "más grande" y no "más espaciosa" ni "más cómoda"). Esta sí tiene la suficiente altura como para que las sardinas vayan paradas, apiñadas unas sobre otras. Como decimos por aquí: "Es la misma chola, pero con otro calzón".(1)

Las combis han generado todo un dinamismo a su alrededor, un dinamismo que ha cambiado la vida (y esto no es broma) de cada ciudad peruana. El estilo de trato de los choferes y cobradores, el trato entre los pasajeros, la informalidad, la desobediencia contumaz a las reglas de cortesía, de tránsito, de justicia y del buen gusto; todo esto ha nacido ahí y se ha extendido a todos los sectores de la vida urbana, al punto que los estudiosos sociales se refieren a este nuevo estilo peruano de vida urbana como cultura combi.

Si a eso le suman el indescriptible tráfico limeño (quien aprende a conducir aquí ya está preparado para conducir un tanque blindado en cualquier guerra), entenderán por qué viajar en combi es toda una odisea en Lima, y es uno de los motivos más fuertes de estrés. La cantidad de gente que utiliza algún dispositivo portátil de música cuando viaja en combi ---para ayudarse a sobrellevar un poco el asunto--- se ha multiplicado exponencialmente en los últimos años. Y para este dato no cito fuentes porque es tan sencillo como tener uso de razón y, por lo menos, cinco años de usuario de combis: se ve al ojo. Yo mismo no subo a una sin tener el minidisc a la mano.

En fin, la cosa es que iba yo en una cúster, de regreso a casita. Iba algo molesto, precisamente por estar viajando en una. También iba molesto porque acababa de perder una buena hora de mi vida (con el tiempo escaso que tiene uno) en hacer un viajecito (en combi) a un lugar al que no tenía que haber ido ("Señor, disculpe, vengo a...", "No, todavía no le toca, señor", "¿Cómo? ¿Está seguro?", "Sí, señor, fíjese: su fecha de vencimiento es recién en febrero...", "¡Caa...! ¡Me lleva el...! ¡La...!", "¿Cómo dice señor?", "¿Eh? No, que nada, que gracias, hermano", "Para servirle").

Iba, decía, molesto y renegando, cuando ya muy cerca de mi casa la cúster se detiene para recoger a un par de pasajeros. Miro por mi ventana y veo a una señora, ya mayor, pero no alcancé a ver quién iba a subir con ella. Me desentendí, entonces, del asunto: no estaba de humor para andar adivinando quién subía y quién no. Pero, de pronto, una pequeña vocecita cambió esto por completo.

Al principio solo se oyó, sin verse la fuente de donde manaba: "Por favor...". Pero unos milisegundos después, una cabecita asomó por la escalerilla de la cúster, y luego un pequeño cuerpecito. Era un niño de unos cinco años, con un rostro angelical y un gesto muy muy divertido. Y mientras subía, tomándose con cuidado del pasamanos, iba diciendo al viento, para nadie y para todos al mismo tiempo ---y especialmente para el chofer, aunque sin mirarlo--- con una de las expresiones más pícaras que he visto en mi vida:

---Por favor, vaya rápido porque me gusta la velocidad ---y al decirlo nos derritió con una sonrisa que le quitaría todo el rencor al mismísimo diablo.

¡No, hombre, así cómo querían que mantuviera mi mal humor! ¡Ja, ja, ja!

Detrás de nuestro futuro campeón de fórmula uno subió la abuelita, con sonrisa de "Ay, miren al travieso este". Todos los que estábamos en la cúster estallamos en risas. Unos segundos después, el futuro Ayrton Senna peruano se sentaba cuidadosamente en un asiento, sin abandonar su sonrisa, ni sus sueños de que la cúster rompiera la barrera del sonido delante de sus ojos (lo cual ni siquiera tenía que haber pedido: algunos choferes de combis son especialistas en eso... en la velocidad y en el sonido).

Fuera de bromas, existe algo llamado providencia, que no es solamente el nombre de cientos de pueblos alrededor del mundo (en particular, de una linda y rara ciudad en el noreste de EE. UU.). La providencia es el modo en que Dios ordena las cosas en su infinita sabiduría y movido por su amor, de modo que redunden en el mejor beneficio posible para cada una de las personas. Es el orden divino que, de entre todas las posibilidades, escoge aquellas que más bien nos harán.

Esto seguramente evoca un poco a la física cuántica o a aquel cuentito rompecerebros de Jorge Luis Borges: "El jardín de senderos que se bifurcan". Puede ser útil tomar ambos como referencia. Dios, de entre todas las posibilidades, actualiza (hace acto) aquellas que más nos favorezcan (aunque a veces no lo veamos así), inspirado por su inmenso amor a cada uno de nosotros. Teje una complicada y sutilísima telaraña de amor.

¿Por qué menciono esto? Porque encontrarme con ese chiquillo en la cúster fue como un bálsamo de dulzura. El malhumor no me desapareció de golpe, es verdad. Pero se atenuó lo suficiente como para poder manejarlo por las siguientes horas. Y luego desapareció. ¿Cuántas cosas de estas no hace Dios por nosotros todos los días?

Ojo: no digo que Dios haya hecho que el niñito dijera esas palabras. Vamos, ¿acusarme de determinista a mí? Nancy que Bertha.(2) Dios opera sobre los acontecimientos, a veces sobre algunas leyes naturales, o nos inspira actos e intenciones. Pero no manipula a las personas como si fueran títeres.

Yo me refería a otra cosa. Los gringos tienen una frase que ayuda mucho a entenderlo: cuando algo bueno te pasa, te dirán: "You were in the right place at the right time ('estuviste en el lugar preciso y en el momento preciso'). En mi caso, eso fue lo que sucedió. ¡Y lo bien que me vino!

(1) Chola: se le llama cholo de modo cariñoso o despectivo (depende del contexto) al poblador de la sierra del Perú. Calzón: nombre que en el Perú recibe la prenda íntima femenina, la que está más cerca del suelo, por decirlo de algún modo. En otros países: bragas, bombacha, calchuncho, blúmer, panti, calzonario, bikini, ditro, bataclanes, bluma, pantaleta.
(2) Nancy que Bertha: 'nada que ver'.